lunes, 25 de enero de 2016

La voz de Iñaki


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Gilipolítica

EL PAÍS  

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Exactamente. Una gilipolítica desesperante y fatua. Inmadura e inútil. Cansina y plasta. Gracias, Iñaki, por confirmar con tus palabras el sentimiento general de la ciudadanía. El hartazgo y el aburrimiento que produce este estado de infatuación institucional, en el que el Jefe del Estado que nadie  ha elegido no pinta nada ante un jefe de gobierno cacique -elegido por abstención de la mayoría que  convirtió en absolutos los votos relativos- que no sabe ni quiere dejar el sillón cuando toca dejarlo. En el que las propuestas necesarias se valoran más por las formas que por el fondo, en el que un secretario general de un partido se ve ninguneado, criticado y desautorizado por la misma ejecutiva que le eligió, solo porque no le gustan los modales poco contundentes y beligerantes del jovenzuelo que se desmadra, siendo un partido tan serio como para albergar todavía carcundia sufciente como para echar a perder un momento extraordinario sólo por miedo a romper los protocolos. Un partido que ya debería haber hecho limpieza de telarañas y garrapatas en los archivos y dejar a las momias tranquilas para que no vuelvan a las andadas, recordándonos el pasado de un Arfonzo tan bocas e impertinente como Pablo Iglesias, pero con un Juan Guerra adosado y algunas cacicadas inolvidables o a un Felipe pringado por todas partes, que no dejó tecla por tocar en la corrupción del Estado roldanesco e intxaurrondero. El Psoe debería haber aprendido de sus errores y corregirlos antes de que esos mismos errores se reproduzcan y les vengan a dar lecciones de coherencia  y honestidad desde las catacumbas del pasado. El Psoe necesita regenerar su tejido político antes de que se acabe de deshilachar en naderías sin fuste y no queriendo ver la realidad que tiene delante. 

Por supuesto que quitar al pp del gobierno es una urgencia, pero no se le puede dejar a un lado, como a cualquier otra fuerza política que ha sido votada y tiene la responsabilidad de responder con cordura e inteligencia a sus electores. Hay que escucharle igualmente, a ver qué se le ocurre, en caso de que se le ocurra algo más que aprovechar el poder para ponerse las botas. Ojalá tuviese propuestas que no se redujesen a recortar por todas partes y a favorecer la corrupción legislando sin conciencia para favorecer el enjuague legalizado y afirmando con sus hechos y razones que el dinero millonario a cualquier precio de mercado es el máximo valor con que cuenta la moral pública. 
Lo que es irrenunciable es que necesitamos un golpe zen de imaginación inteligente que rompa la inercia de la mugre para cortar de un tajo el proceso  del hundimiento. En Portugal lo han arreglado con mucho talento: la izquierda unida  y plural gobierna y un conservador preside la República. No es mala solución. Pero aquí no hay república.

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