viernes, 15 de enero de 2016

Estas cosas en el Congreso no pasaban

No tienen miedo a que los nuevos conviertan el parlamento en espectáculo, sino a que sus números sean mejores y gusten más
Fernández Díaz justifica los cacheos a dos cargos de Podemos porque los policías del Congreso "no conocen a la gente"


Entiendo la consternación de todos esos políticos, periodistas y analistas que ayer lamentaban el “show”, el “circo”, el “espectáculo” que se vivió en la primera sesión del Congreso. Estas cosas antes no pasaban, ¿verdad? Hasta ayer mismo el hemiciclo (solo pronunciarlo ya impone respeto) era un espacio para el debate de ideas, no un teatro, ni mucho menos un circo.
Es verdad que todos recordamos diputados que se pusieron una camiseta o sacaron una pancarta, y otros que juraron su cargo con fórmulas tan adornadas como las del miércoles. Y hasta alguna diputada con bebé lactante hubo. Pero eran las excepciones a la regla, apenas alteraban la normalidad de un templo de la Política con mayúsculas, donde sus señorías intercambiaban argumentos y no consignas; donde las bancadas, siempre llenas, respetaban los turnos de palabra en solemne silencio; mientras los oradores se dirigían a los diputados y no a los espectadores, y razonaban con rigor, sin golpes de efecto, ni buscando titulares fáciles para ganar un minuto de telediario.
En aquel parlamento ahora degradado en circo, se debatían los problemas de la ciudadanía, sin necesidad de aspavientos, y contagiaban con su interés a la calle, convirtiendo la sociedad entera en un rico ágora. De hecho, ayer fue el único día en décadas que no pudimos hablar con normalidad de conciliación y cuidados, con lo que nos gusta hablar del tema; y todo por culpa de esa señora con su bebé, que ha interrumpido lo que ya era una saludable rutina.
Sí, estoy de coña. Pero es que si un extranjero o un marciano llegase de pronto y leyese la prensa de ayer, pensaría que el Congreso era un sitio respetable hasta que llegaron los bárbaros. Y qué va. Llevamos muchos años viendo " numeritos". Lo que pasa es que eran numeritos aburridos, por estar muy vistos, ser de mal gusto o no tener gracia.
De hecho, los tristes payasos de antes, los que convirtieron el poder legislativo en un circo de medio pelo, son los que han dejado la pista preparada para que ahora lleguen los artistas callejeros y se lleven todos los aplausos. Ahí está su verdadero miedo tras la primera sesión: no a que conviertan el Congreso en un espectáculo, sino que lo hagan mejor, y gusten más.
Si un extranjero o un marciano llegase de pronto y leyese la prensa de ayer, pensaría que el Congreso era un sitio respetable hasta que llegaron los bárbaros
Pues que se vayan preparando, porque los de Podemos vienen entrenados de casa, y traen repertorio de sobra. Si algo han demostrado en estos dos años es que manejan la comunicación como nadie, y que no tienen rival cuando se trata de conseguir atención. En la primera sesión ya salieron a hombros, logrando todas las portadas y aperturas de telediario, y ocupando al día siguiente todas las tertulias, las de la tele y las del bar. "Han confundido el Congreso con un plató de televisión", se lamentaba ayer el editorial del mismo periódico que había emitido la sesión entera en su web, en formato televisivo. 
Doy por hecho que los nuevos no han venido solo a traer espectáculo. En sus filas hay gente muy valiosa y con ganas de trabajar. Tampoco está el país para numeritos. Y si me preguntan, yo no soy muy aficionado al espectáculo político, aunque también pienso que la gente es suficientemente inteligente para diferenciar el debate del postureo. Pero si el primer día, que siempre solía ser un trámite largo y pesado, ya nos ha levantado de los asientos, imaginen lo que puede ser una sesión de control semanal, y no digamos ya un debate del Estado de la Nación.

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No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura.
George Orwell (1903-1950)
 
La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas.

Albert Camus (1913-1960) 


Ojalá pudiese compartir la benevolencia de tu mirada hacia Podemos, Isaac Rosa. Me encantaría. Bueno, quiero aclarar que hubo un tiempo inicial en que también mi mirada andaba por los mismos horizontes. Pero llegar a conocer desde dentro  los rincones oscuros de las maravillas aparentes  acaba por quitarle el lustre a la contemplación más pronto que tarde.  
Quizás no sea Podemos la causa, sino la manía de la mirada, harta de soportar tanta basura pseudopolítica,  por encontrar limpieza al ejercer  su campo visual y no contentarse compartiendo el mismo espacio con el moho, las telarañas y la mugre de las rinconeras que se esconden tras los muebles de Ikea recién comprados para aparentar la normalidad de lo sencillo y fácil de montar y limpiar y a una altura adquisitiva tan horizontal y asequible a casi todos los bolsillos. El fallo es que los muebles nuevos se acoplan a los  espacios del mismo trampantojo de toda la vida.
Cambiar de molde sin cambiar de sustancia valorativa  con base ética más consistente de lo que padecemos, con la innovación real de una pedagogía mutua, escuchante y atenta, y eludiendo el hermoso e imprescindible empeño de cambiar por dentro al mismo tiempo que por fuera, es como hacer el mismo bizcocho con los mismos ingredientes de siempre pero horneado  en una flanera, para que cambie solo el aspecto del resultado final.

Por mucha rasta, desenvoltura y naturalidad colorista que se aporte a la estética de los efectos, si la verticalidad hegemónica e intransigente con todo lo que no es útil para los fines tramados, eliminando pluralidades y diversidades incómodas y considerando una pérdida de tiempo el diálogo, con la prisa que hay por llegar... al vestíbulo de la nada... En ese plan, todo se reduce a pura farándula. Y es irritante aunque resulte divertido, en el más puro significado del término, -'divertir', etimológicamente, es verter fuera, salirse de tiesto, distraerse, irse por los cerros de Úbeda-. No necesariamente para pasarlo bien en plan lúdico, sino, sobre todo, para perderse por el camino.

Y es preocupante darse cuenta de que la trampa del sistema también va por ahí. Podemos ha decidido imitar al sistema en sus trampas y turbiedades para poder derrotarlo, jugando a Jenner con las vacunas y a Hanneman con las diluciones, ha pensado en hacer su propia homeopatía. 'Lo chungo debe curar lo chungo', se han dicho a sí mismos, 'imitemos a la naturaleza'. Y por eso se aferran a los medios de 'diversión', porque saben que el sistema triunfa así creando entropía por todas partes. Pero Podemos se propuso hacer magia potagia para que la cosa fuese un éxito y en vez de entropía crear una fastuosa hegemonía todopoderosa e indiscutible, basada en el apego al glamour de líder. Se aprendió de memoria a Laclau, lo rebozó con Gramsci y lo untó en Venezuela mediante el ungüento del pensamiento crítico convertido en fundación universitaria. El experimento le quedó precioso y muy bien subvencionado. Sobre la cuenta corriente y el papel, claro. Aunque con las prisas por llegar el primero en el circuito de la rapiña electoral no ha comprendido la otra cara del juego: el sistema se ha apoderado del microcosmos podemita mediante el mismo juego de toma y daca. Mediante la prisa por ganar a zancadas y saltos acelerados de la rana, que impiden pararse a considerar la relación de valores entre medios y fines y ver la necesidad urgente de despertar conciencias mucho más que de atontarlas con las nanas sistémicas aplicadas a su invento.

Pero ir de listo en los infiernos, te acaba convirtiendo  en diablo y tarde o temprano, como diría el mismo Chávez, q.e.p.d., acaba oliendo a azufre, como si el mismísimo pp siguiera en la Presidencia del Parlamento y no hubiese perdido aún su intensa mayoría destroyer. O sea, que quien se une al sistema para apoderarse de él con la pretensión de cambiarlo, acaba auto-transmutado en siervo-gerifalte del sistema. Contagiado y modificado políticamente por el genoma pocho y enfermo de lo mismo de siempre. Ains!

Podemos era para mí, eso: el Ikea del futuro político. Lo que no me imaginaba es que esa aparente frescura de lo horizontal guardase en su interior un doble fondo verticalísimo, pseudoasambleario y elitista, como las maletas de los traficantes de cualquier cosa. El mismo doble fondo de cualquier ppartido lumppen, al que la democracia directa le pone de los nervios. La gente está para subirse a su chepa, no para que se despierte y empiece a pedir la Luna, pordiós! A ver si nos dejamos de utopías raritas y participativas, ¿vale? Que cuando lo   del 15M no tuvimos tiempo para  perderlo en fiestukis de plazas y calles. Estábamos en los seminarios de la facul procreando hegemonías para cuando acabase la aventura de los destripaterrones y mindundis sin tablas mediáticas, sin el aguaplast de la cultura ni  el barniz de la oratoria, para venderles lo del empoderamiento. Teatro, marionetas, circo, principios transformers a tutiplén, lo que sea, con tal de que el opio del pueblo siga vigente, pero ya vale con la manía de exigir realidades imposibles, leñe. Donde se ponga una buena línea roja que se quite todo lo demás.

Lo primero que se hace en esos casos de trepaje organizado, antes que un programa o un argumentario con consistencia, para camuflar las verdaderas intenciones - y eso lo he aprendido con ellos- es buscar caras, figuras, nombres y curriculums atractivos que avalen el montaje de cara al tendido y laven la cara del truño según se vayan destapando asuntos feos e intenciones torcidas, que siempre son mentira y producto de los trolls maléficos empeñados en arruinar la mejor las causas: la suya. 
Los grandes fichajes son un aval psicológico de cara a la galería. Si te avalan magistrados decentes, jueces incorruptibles, generales democráticos, periodistas de solera decente y lideresas activistas con aura de heroínas sociales, científicos y profesores universitarios, la cosa se afianza que es un gustazo y ya los socavones de la ética interna o los pisotones a la democracia ni se ven, porque además en un ambiente ppero mayoritario, cualquier carencia de ética es insignificante y hasta virtuosa si apuramos bien los argumentos. Ya se puede uno permitir lo que sea, hasta la verticalidad de un aparato que  en nada envidia al del viejo PCE. Al fin y al cabo la cosa deriva de las mismas raíces. Y para cuando esos ilustres miembros de honor se den cuenta de adónde se han metido, la gran finalidad del enjuague se habrá colocado por encima de cualquier falta de ética y de transparencia en los medios para conseguir tan alto designio histórico. Cualquier recurso, por sucio y envilecedor que resulte, será bueno si la causa triunfa, ya, si eso, después del triunfo arrollador, vamos hablando, que todo es negociable una vez conseguido el objetivo...En ese universo paralelo cabe todo, vale todo, si se puede utilizar como herramienta de convencer. Hasta la picaresca acaba por ser comprendida y celebrada como recurso ingenioso. 

Como resultado resiliente de una forma de vida cutre y adaptada al estilo social y político que nuestros hijos han tenido como niñera y pedagoga en perenne transición hacia esto de hoy y sus secuelas, lo de Podemos representa  pura lógica. Estos lodos vienen de aquellas materias polvorientas capaces de acoplarse a lo que sea para que nada cambie y se pueda sacar provecho de cualquier cosa, aunque carezca de ética, de dignidad, de verdad, de transparencia o de democracia, palabros rimbombantes que ya no tienen significado ni más eco semántico que un mantra en sánscrito. Y en esa olla podrida de caldo tóxico todo lo que nos pone ante la evidencia de nuestras miserias se toma como insulto, y al mismo tiempo el verdadero insulto es esa miseria puesta en práctica, de modo que  no es insultante para la sociedad corromperse, sino que te digan que te corrompes. No es insultante que hagas demagogia constantemente, lo escandaloso es que te lo digan. Prevaricar y aprovechar tu cargo o tu influencia para intrigar, enchufar o llenarte los bolsillos propios  y amigos, o colocarte en un consejo ciudadano que te permita llegar al poder remunerado no es prostituir tu responsabilidad, pero que te lo recuerden, sí es delinquir difamando. Lo que han visto las nuevas generaciones es eso. Han crecido respirando ese aire enrarecido de acondicionador de miedos y caspas y no conocen ni reconocen el aire limpio. Es más si lo encuentran, les da alergia. Por la falta de roce y de hábito. Les pone enfermos.

Por eso ahora, cuando todos suspiran por el cambio y el cambio llega sólo mudando de careta y de gestos, pero con la misma insustancia de siempre, pasa lo que pasa. Que vuelve la amenaza de que se cumpla una vez más  el teorema de Tancredi. Mientras los piojos pperos se materializan en las palabras de Villalobos y los malos tufos se personalizan en invectivas a la altura del betún y el gallinero del Congreso se regenera con la presencia de Patxi López y al mismo tiempo se atolondra con el desafortunado show de Bescansa. Y hay una conmoción  general: los de siempre se irritan porque han cambiado los disfraces para el baile y  ya sus antifaces de siempre no encajan con las rastas, las coletas y los piercings en la nariz. Los nuevos de verdad se sienten timados por la baja calidad del espectáculo y tampoco se reconocen en la pantomima. Y los que son espectadores, que es la mayoría, no saben a qué carta quedarse. Si apuntarse al Carnaval enterrando la sardina de lo incómodo, pasar directamente a la cuaresma de otra iniciativa o abandonar el recinto y dedicarse a sus asuntos o a esa otra realidad que golpea en las ventanas, puertas y muros del circo estatal sin que nadie, salvo las fuerzas represivas del poderío, se dé por enterado.


Mientras, el runrun de las conciencias se sigue preguntando a ratos, en los pocos huecos libres que quedan entre pantalla y pantalla, si es que todo vale para ganar la misma mugre de toda la vida, que en cada paréntesis de la historia se viste de un color, al gusto del aparato imperante que haya conseguido hacerse con el centro de atención social del momento para que, mirándole a él como Mowgli a la serpiente Kaa, no nos distraiga la realidad, pesadísima e incordiona, que nos pasa constantemente al lado, sin que la sordina ambiente permita que, al menos, escuchemos su penosa respiración.



                                    Resultado de imagen de imágenes del libro de la selva

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