martes, 19 de enero de 2016

La voz de Iñaki


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Inverosímil pero cierto

EL PAÍS 

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Es la cosecha de tanta siembra de egos salvajes y globalizados. El efecto destroyer  y, a la larga, suicida, de la egolatría traducida sólo en números que cotizan miseria. Y muerte, aunque se el proceso se confunda con la riqueza material de cuatro gatos ciegos y enfermos, y se persiga vivir más que Matusalén a base de píldoras, cirugías, siliconas, implantes y trasplantes y hasta cryonizaciones a lo Walt Disney; sin comprender que la base de la vida real es el alma y su conexión con todo, que es la conciencia y el sentido universal que es la inteligencia del espíritu. Y de momento parece que la ciencia del apaño no es capaz de fabricar prótesis ni ortopedias para suplantar esa batería feliz que impulsa vida y sentido en la misma creación. Que habita un presente continuo en cualquier plano existencial y autoconsciente, donde el miedo y el ansia por poseer, retener, triunfar y conquistar ya no son herramientas necesarias, para una cantidad cualitativa (cuántica) in crescendo, globalmente, de seres humanos . Pero cada cosa a su tiempo. La siembra del medio divino en el factor humano y la generación e injerto del factor humano en el medio divino que se van desarrollando juntos, llevan su tiempo. Lo anunció Heráclito. Lo experimentó sin entenderlo Amenophis IV, que se cambió el nombre por Akenathon. Lo dijo Platón bajo la metáfora de Sócrates. Lo dijo y lo vivió Buda. Lo explicó Lao Tse. Lo llevó a la palabra y a la práctica Jesús. Lo supieron Hildegard von Bingen, Paracelso, Nostradamus, Servet, Galileo, Giordano Bruno , Lutero, Dante Alighieri, Ibn Arabi, Rumi y  Giovanni Bernardone "Il Francesco", Bach y Mozart, Hegel, Kant y Karkl Marx, Ernesto Cardenal y el Frente Sandinista de Liberación. Rutilio Grande, Luis Espinal, Maria Elena Moyano, Óscar Romero, Ignacio Ellacuría y sus compañeros de aventuras. Vicente Ferrer. Lo dijo y lo vivió Teilhard de Chardin en su día. Lo aterrizaron políticamente Gandhi, Nelson Mandela, Gorbachov y Rigoberta Menchú. Lo aseguró Einstein al final de su periplo por el mundo, lo intuyó Nicola Tesla y le incautaron sus trabajos cuando se fue envuelto en el mismo silencio en que vivió. Albino Luciani también estaba al loro y le costó la vida. Sánchez Gordillo, Julio Anguita, José Mujica y Enrique de Castro aún resisten y persisten en ello. El tiempo les está dando la razón. A todos ellos. Y a todos y todas los y las que de algún modo lo han entrevisto y lo siguen entreviendo desde la red cósmica del amor que no se crea ni se destruye. Porque es lo único eterno capaz de existir de verdad.

Sólo hace falta aprender a mirar la realidad con abandono del apego, respirando liberación, como se mira un cuadro abstracto hasta ver lo concreto que lleva dentro y comprender desde la esencia simple su contenido. Poco a poco y con empeño, todo llega. Sólo hay que poner la intención orientada hacia lo más sano, limpio, facilitador y generoso. El trabajo del espíritu es física cuántica. Que transforma la realidad mientras se transforma a sí misma. Siempre subiendo en espiral, desde un centro-semilla, como las frutas, como la reproducción animal, como la cadena genética, como el diseño de las galaxias. Si ponemos en ello el mismo tesón y empeño que ponemos en las carreras, en batir records, en llevar razón, en subir y trepar por la escala social y profesional, en conquistar y seducir, en enriquecerse o en quedar por encima de los demás, lo conseguiremos, seguro. Herramientas tenemos, sólo nos falta ponerlas al servicio de las mejores propuestas para el bien común. Que es el único capital verdadero que garantiza los bonos seguros y rentabilísimos de la felicidad globalizable y sin riesgos, porque quienes lo descubren se transforman en ganadores ilimitados.

 Inverosímil según la apariencia, pero cierto según la realidad. Y que conste que no hay engaño alguno en el proceso; sólo se comprueba de primera mano, nunca de oídas  y se puede testar, cuando se practica.

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