Rajoy, que sabe que no puede formar gobierno y le quedan unas
semanas en el escenario, se va a dedicar a lo único que puede y sabe,
destruir

Iñigo Errejón, portavoz de Podemos.
La política tiene un lado de destrucción y otro de
construcción. El PP es el paradigma de la política destructiva por estos
pagos y Rajoy, que sabe que no puede formar gobierno y le quedan unas
semanas en el escenario, se va a dedicar a lo único que puede y sabe,
destruir. Mejor dicho, continuar destruyendo, intentará torpedear un
gobierno alternativo. Serán semanas de particular lanzamiento de mierda
contra los posibles aliados de Sánchez. En ese vale todo, donde no
importa el ridículo, oímos al portavoz del PP llamar a Susana Díaz para
“que sea valiente” y le impida a Sánchez formar gobierno. Sin
comentarios.
Sánchez, por otro lado, un político que
tenía como únicos dones la ambición, la juventud y la apostura, está
transformado por la intensidad del momento y da su batalla política con
coraje. Y es que la ocasión crea a veces el personaje y el hábito al
monje. En todo caso, lo importante y decisivo del momento político
actual es si consigue o no formar un gobierno alternativo al PP.
Sin embargo, siendo eso lo importante, la actualidad
está inundada de ruido. La semana pasada era la toma de posesión de los
diputados de Podemos y los mil pequeños debates que suscitó y ahora es
la escenificación, con suspense y peripecias, de lo que ya era sabido:
sería un único grupo parlamentario y no cuatro.
En
agosto del año pasado Carolina Bescansa se dio una vuelta por Galicia y
avisó: “Podemos ofrece autonomía a la Marea pero es imposible que tenga
grupo parlamentario”. Si afiliados a Podemos concurrían dentro de una
candidatura unitaria esa candidatura no podría ser independiente.
Finalmente se pactaron esas candidaturas ofreciendo al electorado
valenciano, catalán y gallego la promesa de grupo parlamentario propio e
independiente.
¿Qué cambió por el medio para
prometer esos grupos independientes? Alguien algún día lo explicará, o
no porque da la impresión de que su electorado le perdonará eso y otras
cosas, pero el caso es que prometieron lo que no podían o querían dar y
finalmente Podemos tendrá su grupo parlamentario en el que, según
explicó Errejón en rueda de prensa, “estamos juntos bajo la presidencia
de Pablo Iglesias”.
El presidente del grupo es Pablo
Iglesias, su portavoz Iñigo Errejón, su secretaria Carolina Bescansa y
la portavocía adjunta Irene Montero, jefa de gabinete de Iglesias. El
grupo se organizará internamente en subgrupos que tendrán “autonomía
política”, aunque el portavoz da a entender que la sintonía es total y
no habrá discrepancias, “no me imagino ninguna toma de posición en este
Congreso en que tengamos una postura diferente”.
En agosto del año pasado Carolina Bescansa se dio una vuelta por Galicia y avisó: “Podemos ofrece autonomía a la Marea pero es imposible que tenga grupo parlamentario”
Errejón argumentó que lo que habían propuesto a la Mesa
del Congreso era algo “mucho más avanzado” y que la Mesa había hecho
“oídos sordos porque han pretendido cerrar la puerta al reconocimiento
de la diversidad territorial”. Pero esa argumentación crea una realidad
aparte de la existente, en el Congreso de los diputados ha habido y hay
representación de organizaciones políticas de ámbito autonómico y que
representan proyectos regionales o nacionales alternativos o distintos
al del Estado. Si Errejón mira a los lados verá a diputados de partidos
catalanes, vascos...y valencianos, que tendrán grupo parlamentario
propio o actuarán de forma independiente y soberana.
En conjunto, tanto las quejas como las argumentaciones sobre la
legitimidad y legalidad de uno o cuatro grupos y la representación
territorial o “plurinacional” demuestran una gran separación entre las
palabras y los hechos constatables. Podemos es un experimento en curso a
velocidad vertiginosa, imposible identificar a este Podemos con el de
hace dos años, pero algún día habrá que reflexionar sobre algo muy
importante en política: la relación entre las palabras de esos
dirigentes y los hechos. La utilización del lenguaje de un modo legítimo
democráticamente. Pero eso, otro día.
Mientras,
deseamos que ese Parlamento ofrezca un Gobierno que, aunque sea de
transición y esté limitado por los amos de los mercados, ofrezca una
agenda social de urgencia. Y creo que acabará naciendo, porque la
sociedad lo necesita a gritos y no lo perdonaría. Coincidir en una
agenda social es posible y legitima una legislatura, aunque sea breve. Y
tratar con diálogo y democráticamente el debate de soberanías con
Catalunya no sería mala cosa tampoco.
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