miércoles, 6 de enero de 2016

La voz de Iñaki


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Una verdad muy sencilla

EL PAÍS 

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Un scanner exacto de la situación catalana.Desde el punto de vista de los no catalanes, por supuesto. De nosotros, los observadores foráneos, que entendemos la realidad desde nuestros parámetros, tan legítimos como los catalanes, pero distintos. Como lo es la diversidad de la percepción, condicionada por aspectos y filtros determinados desde las emociones, la geografía, el sentimiento de  pertenencia, la lengua, la política, las costumbres, la historia, la cultura, y hasta la forma de comer, de emprender, de cultivar, de bailar y hacer música, de relacionarse. Y de interpretar la realidad, de cuyo trajín tantas veces los sueños son el motor, ya sea para crecer, para hundirse o para quedarse en el limbo de la evolución. 

Cabría hacer, tal vez, una elemental puntualización, justo, en el punto donde Iñaki comenta que falta la intervención constructiva de la ciudadanía catalana como pieza definitiva en un entramado tan problemático. Como inicio decisivo para que la ciudadanía se exprese y se aclare no hay mejor recurso que preguntarle acerca de lo que quiere. Preguntarle sin temor, con valentía y resolución y con la confianza plena en que el sentido social y humano de los catalanes sabrá elegir lo mejor, lo más sensato, precisamente, porque la misma descomposición del momento político necesita un corte a ese nudo gordiano cada vez más enrevesado y estéril. Más patético y surrealista. 

¿Qué debería hacer el Estado español en esta situación sin salida? ¿Es verdad que ese Estado quiere y respeta a Catalunya, o sea, quiere y respeta a la ciudadanía o sólo desea controlarla 'como diosmanda'? Si sólo desea el control y el mando geopolítico, económico y territorial, pues está haciendo lo propio: ignorar esa realidad, juzgarla a base de leyes y decretos y esperar a que se rompa por sí misma desde dentro para demostrarle que lo suyo no es lo nuestro y que además es un disparate sin más consideraciones. Una revolución más al estilo de los alzamientos y algaradas de sargentos del siglo XIX o motines de Esquilache en plan indignados sin fuste, que siempre acabarán como el rosario de la aurora. 
Pero, en el supuesto de que el Estado español, democrático, ético y civilizado, respetase y quisiese a los catalanes como a sí mismo, porque en realidad comprende lo que sienten y la confusión que se ha producido en medio de una crisis horrible, a la que no han sido ajenos los dos últimos gobiernos y teniendo en cuenta las peculiaridades, las razones y los sentimientos, tal vez ese Estado no reaccionaría como un mecanismo autómata y represor, sino como una entidad viva, capaz de preguntarse los porqués de un problema que también es suyo, de preguntar a los afectados qué quieren y escucharles sin prejuicios ni llevando in mente sus argumentos previos como una coraza-sordina, mientras los otros hablan al vacío porque no hay receptor enfrente, sino otro emisor al unísono, con sus letanías aprendidas de memoria, e incapaz de hacer un silencio necesario y terapéutico, un verdadero Estado de Derecho y apertura y no solo de Deber y candados-mordaza, capaz de estar a la altura de lo que, como el Todo que es, debe también exigir a sus partes componentes. 
Sería el momento de aclarar el engaño y los entuertos corruptos de Mas & Cia, haciendo posible una consulta que, por fin, demuestre que no llueve al gusto de Convergencia, sino al de las razones de la ciudadanía, que tiene todo el derecho a preguntarse si es decente seguir como hasta ahora, unida al resto de un Estado monárquico, corrompido y éticamente impresentable, que encima ampara su inutilidad y su caos en una Constitución que nunca se atreve a reformar en serio, sino a base de remiendos clandestinos a gusto de la Troika. Y tomando nota de las reivindicaciones justísimas, actuar en consecuencia, cambiando visión política y métodos viejunos, no antiguos y aprovechables, sino ya desechables por inútiles y amorales. Por ineficaces y hasta obscenos, como por ejemplo, la Ley Electoral y su trampa D'Hondt, por poner un ejemplo de tan reciente flagelo. Y todo desde el diálogo, no desde el decretazo a saco.

Que ahora la chapuza acelerada de un independentismo tramado como salida de los corruptos hacia la gloria histérica y escapando de Andorra, Suiza y demás paradisiacos destinos, haya aniquilado la posibilidad de una sana reflexión cívica, no significa que el "problema catalán" sea un espejismo de cuatro soñadores locos que se han inventado ese 'problema' para hacerse clientela en twitter. Desde muy chica he vivido "el problema catalán" desde muy cerca, vamos, desde muy dentro, por razones familiares y puedo asegurar que no es cosa de ahora ni de cuatro locos alunados que han soliviantado a unos cuantos milloncejos de catalanes obedientes y manipulables. Tontorrones, vaya, como da a entender la mirada por encima del hombro con que se les escanea.

El problema catalán no se resolverá hasta que España cambie de rumbo y se convierta, mediante un referéndum y una remodelación constitucional, en República Federal y deje de ser un engendro franquista remodelado y reformateado a gusto de una oligarquía de corte fascista que ha conseguido, a base de lavado publicitario del cerebro colectivo, hacer un Estado-oxímoron de un trampantojo  provisional, que se colocó, hace cuarenta años, para tapar la fealdad provisional de los escombros del pasado reciente, mientras, supuestamente, se estaba rehabilitando y adecentando el edificio estatal. 
Pero no era así: en realidad los albañiles, los capataces, los maestros de obras y los arquitectos, aparejadores y delineantes, se autoproclamaron los amos del edificio, para cuya recuperación regeneradora, teóricamente, se les había contratado. Y así estamos. 
La rehabilitación no se ha conseguido aún, no ha cuajado, eso no quiere decir que no se haya hecho nada, sino que todo se ido dejando muy educadamente, para que se arreglase solo, por miedo a arriesgarse a un arreglo de verdad, que podría incomodar a los que no estaban por la labor de la rehabilitación, sino por el negocio eterno de ir, en plan Penélope -no la Cruz sino la de Ítaca-, deshaciendo por la noche lo que se iba haciendo por el día, es decir, deshaciendo al desgobernar lo que había hecho el desgobierno anterior a sabiendas de que era inútil gobernar lo perecedero y quitaypón, de modo que se necesite una legislatura entera para descoser las prendas logradas por el anterior trust del negociete. El resultado de tan avezado tejemaneje, es que  los escombros siguen en su sitio. Pero el trampantojo de la apariencia se ha roto con los temporales, el cambio climático y los tiras y aflojas de los implicados, imputados, acusados, escapados, enchironados, escaqueados, etc, etc; el caso es que el trampantojo ya no da para más florituras, se ha descolorido, se ha rasgado, el viento se ha llevado sus jirones, la lluvia ha desvaído las formas, los colores del dibujo y los letreros que indicaban su función. Es un verdadero guiñapo. Pero, por si eso no bastase como problema, además, ha dejado a la intemperie y la vista una  dantesca realidad: los trabajadores del invento, se han dedicado a vender el solar por parcelas y en plan reparto, por asociación profesional, cada sector se ha ido llevando lo que ha podido.  Y no solo en dinero, sino también, sobre todo, en credibilidad, en ética, en decencia, en grandeza de miras y generosidad. Todo está en el chasis. Y comprobarlo no debería ser un motivo de hundimiento depresivo, sino el empuje para superar ese  desastre generalizado.
Detrás del trampantojo sólo quedan los guardias de seguridad para recordar que la zona cero del Estado es una franja peligrosa, protegida e intocable y que a ningún vecino se le ocurra pedir explicaciones y mucho menos acudir (¿adónde y a quiénes?) para reclamar que la zona se adecente y pueda ser habilitada para uso común, porque resulta, que para más inri, ese trampantojo y el edificio en ruinas, lo están pagando los vecinos con sus impuestos desde hace la tira de años, por lo que no se entiende muy bien el mantra "el Estado y Hacienda somos todos". Está clarísimo que eso lo son unos (pocos) mucho más que el resto, aunque el mantenimiento corra a cargo de la mayoría silenciada mucho más que silenciosa. Y los catalanes se han cansado de callar y tragar.
Ése es el problema catalán de base, que el soberanismo de unos y el canguelo a la Justicia de otros, han aprovechado ladinamente para hacer medrar lo suyo. 
A río corrupto y enfangado, ganancia de timadores institucionales y pérdida de fiabilidad en las instituciones, para la ciudadanía. Por eso suben en votos las opciones más decentes (al menos en apariencia y en discursos), que vienen de las bases asamblearias y caen en picado las que han tragado el sapo del trampantojo hasta convertirlo en modus vivendi et negotiandi, que defienden con uñas, dientes y tar-jetas muy, pero que muy, requeteblacks. 
Esto comenzará a resolverse cuando ese Estado de desecho se mire al espejo y se vea tan cual está. Entonces comprenderá -esperemos que no tarde demasiado en hacerlo, por el éxito del bien común y no de cualquier bandería partidista- que el problema catalán es el problema español en general, en coronel y en cabo de gastadores. Que nos sobran cuarteles, trincheras y cunetas, mentales y emocionales, porque nos falta educación y revisión histórico-confesional para perder el miedo a la cuartelería tanto externalizada como interiorizada, que es la peor.
O sea, que hasta que no se pierda el miedo a lo peor que hipotéticamente podría ocurrirnos si decidimos cambiar lo que no funciona desde hace tanto tiempo, no saldremos de lo peor que nos está ocurriendo en pleno presente. Tal vez porque no acabamos de entender y de vislumbrar, que el futuro no es el premio mágico de una tómbola de ilusiones sino el resultado del presente en el que estamos co-e-inter-actuando. Todos y todas. Y que si esto no cambia ahora que lo tenemos crudo, no va a cambiar en ese futuro evanescente, que, como decía Joan Baptiste Humet, "se va haciendo muro en ti" porque no te mueves para cambiar el trampantojo y las ruinas por una construcción de verdad. Y porque encima, estás convencida de que "eso" es lo mejor -y ¡hasta lo único decente y presentable!- de que disponemos por mor del hábito y la costumbre diaria de tragar un sapo tras otro sin rechistar para no parecer quejicas ni "revolucionarios" "ni antisistemas" ni "terroristas". Ains!

El más grave de los errores no es equivocarse, que eso tiene arreglo, sino carecer de la capacidad para reconocer el error, sin distinguirlo de la normalidad moral y hasta llegar a  considerar la metedura de pata más grave como un acierto y un logro fantástico de gloria inmutable y nunca revisable, de la que se alardea con orgullo y se usa como prestigio y holgura libertaria contra un Estado demasiado exigente en sus normas sin tener en cuenta la excepcionalidad del cacique de turno. 
P. ej: Esperanza Aguirre, con su historial de la huida ruín -no 'ruiz', querido Mariano- y miserable, para evitar una multa, con atropello y derribo de la moto del municipal de tráfico que intentó convertirla en cívica y decente transeúnte, con una alucinante resistencia y desacato a las normas y a los agentes del orden público, no sólo no dimite como presidenta del pp de Madrid ni su partido se lo impone, es que, además,  se presenta a las municipales y llega a concejala del Ayuntamiento, con el descaro y el cinismo de enmendar la plana a una alcaldesa de la categoría ética de Manuela Carmena; tanto Aguirre como  su partido ni se inmutan, se quedan anchísimos ante un espectáculo denigrante, ni un ligero rubor, ni un atisbo de pudor, ni un mínimo gesto de bochorno o vergüenza, reacciones  más o menos emparentadas con la estética de la ética, que evidentemente brillan por su ausencia. Y no pasa nada. No hay fallo, ni fiasco, ni reflexión, ni disculpas, ni siquiera una ligera incomodidad en los solares ruinosos del trampantojo. Qué espléndido tributo a vulgaridad de lo indecente, al feísmo de lo deshonesto y que ejemplaridad tan perfecta de lo cutre y casposo. Pero, no pasa nada.  En los dominios del trampantojo siempre ha sido así. Y así sigue. Graciashadiosh. A éste, claro. Imagen para el resultado de noticiasA la chirigota de una imposible divinidad de lo disparatado, que causa mucho más enojo y rasgamiento de vestiduras que los cientos de miles de refugiados en las fronteras glaciales de la nada huyendo de las armas y bombas que les vendemos para que se maten mientras se llenan los bolsillos de todos los trampantojistas vocacionales. Pero ¿qué es la blasfemia de los ahogados de ayer mismo en las hermosas aguas antiquísimas y refinadísimas del Mediterráneo, frente a la 'ofensa terrible' de este dibujo, que además es una denuncia de la hipocresía dominante, que nada tiene que ver con cualquier expresión divina universal, sino con la falsedad con que se mezcla la velocidad con el tocino? La sensibilidad religiosa es mucho más sensible que la sensibilidad que ignora la pérdida de vidas humanas en condiciones espantosas y monstruosas, provocadas por el sistema de vida de los cristianísimos, judiísimos y musulmanísimos...Todos derivados del mismo "libro" fatalmente interpretado y fanatizado hasta extremos patológicos, que llegaron hasta a crucificar "justamente" al que vino a explicar los errores de interpretación  y a explicar que la religión sin espíritu es simple política corrompida sin moral y sin humanidad...
Es evidente qué 'dios' es el que alucina, acoquina y encocora al ganado del trampantojo y que tiene mucho más que ver con una caricatura que con lo que llaman Dios para aclararse, no porque sea algo a lo que no se le puede poner nombre ni catalogar en conceptos, sino porque es patrimonio espiritual de lo mejor y más limpio de los seres humanos y sobrepasa con creces al 'nombre que está sobre todo nombre' litúrgico, sobeteado y usado como paraguas y baluarte de lo peor.
Qué importante es dejar a un lado el orgullo del fanatismo y la soberbia de lo "perfecto" y "todopoderoso". Los fallos reconocidos como tales y solucionados por la petición de perdón del que sabe que ha hecho daño y el don de la comprensión del ultrajado que le concede la liberación de la culpa y del  remordimiento son pasos imprescindibles para crecer y entenderse, y regenerarse, para aceptarse y quererse, tanto a uno mismo como al Otro. Nos ayudan a descubrir humildemente la condición real de nuestra naturaleza.

Al contrario de lo que vende la publicidad triunfalista, aprendemos mucho más gracias a los errores que somos capaces de reconocer como tales y de reparar, que de los aciertos directos y facilones, que pueden ser muchas veces pura chiripa y pasan sin pena ni gloria al curriculum de las vanidades y panoplias almacenables e inútiles, en la orla del vacío. Lo mismo que no son los amigos y cómplices los que mejor ayudan a moldear y educar nuestro ego y a despertar nuestras mejores cualidades, sino los que llamamos "enemigos", cuando en realidad son nuestros maestros, los que ponen los palos en las ruedas para que aprendamos y desarrollemos los mejores métodos y a seguir la marcha con ellas mientras las eliminamos suavemente y nos fortalecemos, adquirimos paciencia y habilidades nuevas, empatía y humanidad, al reconocernos vulnerables y frágiles en tantas cosas. La humildad no es humillación sino la verdad de la sabiduría. Así inventamos nuevos recursos y cuando se nos pinchan los globos de las ilusiones comprendemos en lo que consiste su inconsistencia. Y ya en vez de ilusionarnos y dejarnos seducir por el primer donjuán o doñajuana que nos tropecemos, preferimos entusiasmarnos con el sereno gozo de ser para poder estar en medio de un nosotros atento, empático, solidario, amable y resistente, enamorado de la belleza colectiva  y de su fuerza creadora, mucho más que de iconos, santones  y hegemonías que siempre acaban como casi todos los matrimonios: o en drama o en aburrimiento estéril.

Las soluciones imposibles suelen hacerse posibles, frecuentemente, cuando se cambia la forma acostumbrada de mirar la realidad, que nos limita. Se rompen y superan esquemas viejos y se construyen los nuevos sistemas de funcionar adecuados a la necesidad del tiempo y del espacio en que trabajamos y crecemos, más allá de lo que heredamos y repetimos sin más aspiración de progreso íntimo y social. ¿Y si el problema de Catalunya y de España fuese simplemente un trampantojo taparruinas al que se ha dado en llamar Estado de Derecho sin que aún haya llegado a tener capacidad para serlo de verdad? A lo mejor ahí sí que podrían ponerse de acuerdo todas las Españas  y reinventarse de una puñetera vez codo con codo. Eso es lo que creo a partir de lo que veo y toco cada día.

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