viernes, 1 de enero de 2016

¿En qué consiste el reto de la Izquierda?


Se ha caído el tenderete del biparty. La ciudadanía lo ha tenido clarísimo por dos veces consecutivas en el mismo año, votando en plural. No quiere más mayorías absolutas ni rodillos "salvadores". Quiere pluralidad y entendimiento unificados en un fuerte brazo democrático que abarque la diversidad de criterios en la unidad del bien común, ya no concebido desde las ideologías en cápsulas, sino desde la sectorialidad práctica organizada desde la ética común e individual, que afecta por igual a todos los militantes de cualquier  ideología. Al fin y al cabo, el paro, la precariedad salarial, el problema de las pensiones, las hipotecas, desahucios, preferentes, estafas amparadas en las leyes, la irresponsabilidad, la ineficacia institucional, la corrupción, la negligencia de los gobiernos y la miseria de los recortes en todo, son ya un desgraciado y dramático patrimonio de la inmensa mayoría social. 
Está claro que el planteamiento de la nueva exigencia ciudadana es de izquierdas. Es la Izquierda la que, desde siempre, se arriesga, empuja, la que no tiene miedo, la que se la juega por mantener en alto la dignidad de la ciudadanía y la que se solidariza material y espiritualmente, desde el corazón, con los más desfavorecidos y olvidados, no sólo desde la atención puntual de la ayuda inmediata sino también desde el desarrollo de la justicia social y el respeto a la dignidad de la persona sin mirar el estatus ni el pedigrí sino la operatividad ética de los derechos y las libertades a favor del bien común.

El rol de la derecha, en cambio, es la retromarcha, al paso atrás, la represión, la militarización de los conflictos sociales, la división por clases, poderes y finanzas, mediante el birlibirloque de los tapujos que siempre barren para adentro poniendo lo público al servicio de lo privado hasta privatizarlo del todo al colocar los mecanismos del Estado al servicio de sus intereses particulares y todo ello unido a la ausencia absoluta de ética, de escucha y de diálogo, por cerrazón congénita y terror ante los cambios inevitables, canguelo al que llaman "prudencia" por puro eufemismo y junto a una proverbial   falta de recursos intelectivos camuflada de un extraño "sentido de Estado" bloqueante, cruel, falso y mojigato a un tiempo, -similar al Tartufo de Molière- como si el Estado fuese algo sin las personas que lo mantienen con su esfuerzo, su trabajo diario y sus impuestos. 
Para la Derecha el Estado responde a un trasvase político de la misma idea que las religiones derivadas de la Biblia tienen de Dios. Es un mecanismo omnipotente, autogenerado per se con el fin  de mangonerar todo lo que le rodea, para vigilar y controlar a todo bicho viviente nacido de su voluntad divina. Distante y remoto. Juzgador implacable incapaz de tener compasión con los débiles a los que exprime y oprime duramente y premiador de los implacables y más duros de corazón, de los "fuertes". Monolítico e inmutable pase lo que pase y que vive en realidad de la energía que los demás producen y le consagran en constantes sacrificios y actos devotos de humillación y servilismo, en los que es imprescindible ofrecer dinero y dones de todo tipo e incluso vidas humanas, sacrificadas en las guerras "justas" o en los accidentes y catástrofes que se producen invariablemente por desidia y despreocupación de los vicedioses subsidiarios al cargo del negocio teísta. Ese Estado de absoluta divinidad omnipotente, necesita para mantenerse en forma, una clase sacerdotal que le sirva de puente entre su excelencia y la vil miseria humana y esa pasarela es "la clase política". Una casta en toda regla.

Para la Izquierda, en cambio, el Estado es el conjunto de recursos institucionales pactados por la ciudadanía por medio de los mecanismos normales en democracia: asambleas, consultas, referendums y elecciones, que permiten administrarse y regirse con la mayor limpieza y salud cívica, sin ocultamientos, ni represión, ni opacidades ni "asuntos de Estado" que no puedan conocerse sin montar la de Dios, más que nada porque la Izquierda se maneja desde la aconfesionalidad y el laicismo, que no excluyen el respeto a los creyentes, ni para nada niega dogmáticamente que Dios exista, pero lo considera en su lugar: en la conciencia de los que lo ven necesario en sus vidas y eso les hace sentirse mejor. Nada más. La Izquierda no necesita divinizar la política, al contrario, procura que la política sea la forma de pedagogía natural y más civilizada para funcionar en sociedad, porque se trata simplemente de aprender a convivir en la práctica pactando normas entre todos para conseguir el bien común, el apoyo mutuo y el mejor  rendimiento de los recursos comunes y particulares, para todos y todas sin excepciones de clase, de cultura, de género, de religión, de ideología  o de etnia. 

Pues este atlas de posibilidades y tendencias es el que ahora mismo tenemos delante. Hemos elegido en las urnas obligar a los políticos preguntarse, a responderse, a  escucharse, a dialogar y a decidir en consenso, porque se han ido derechizando con el tiempo por contagio y descuido, hasta no distinguirse entre sí de la Derecha en sus métodos de gobierno y en los resultados calamitosos, lo mismo a un lado que al otro.
Ese rechazo de la ciudadanía al uso de la ideología partidista como excusa para atrapar votos y hacer promesas que jamás se cumplen en nombre de cada sector ideológico, y que luego en la práctica no se han venido diferenciando gran cosa en los métodos y en las zalagardas cometidas, ha confundido visiblemente a los viejóvenes politólogos de nuevo cuño, que se están columpiando a base de bien, hasta llegar a afirmar que no son de izquierdas ni de derechas y mezclando ayuno y témporas con resopón  y maitines, se han lanzado a saco a pillar el poder como primera providencia, a ocupar el puesto hegemónico de un nuevo dios-estado, amorfo en un polimorfismo anodino y deforme, con muchísimo más ruido y fanfarria que contenido, y con "la ilusión" camelante como eje primordial del invento.
Ese estallido de burbuja horrísona ha conmocionado al resto de clase política old fashion hasta tal punto que automáticamente empezó a copiar modales, camisas blancas o a cuadros, remangadas y  sin corbata, desenfado, cazadoras  y zapatillas deportivas. Pero la cosa se quedó en eso. Para todos, incluidos los emergentes, que envalentonados y seducidos, como Narciso, por el reflejo en el agua de su propio glamour, se han creído los más guapos, chulos y competentes. La realidad ha dejado claro que  se han sobrevalorado una barbaridad, C's se ha quedado sin fuelle antes de tiempo y Podemos no habría llegado a nada sin la benevolencia transigente  del lado más a la izquierda de Compromís, de las Mareas en común, de Manuela Carmena y Ada Colau. Y aún así le falta el gran hervor de casi un millón de votos de Izquierda los de UP-IU, para poder plantarse con contundencia, con un programa digno, con candidatos de solvencia ética demostrada y capacidad de diálogo suficiente para formar un gran grupo parlamentario sin prescindir ni apropiarse en plan sorpasso del Psoe ni del resto de Izquierda disponible. 

Se ve que los podemitas convencidos no han entendido la importancia democratica y moral de respetar la diversidad y de construir un grupo parlamentario plural en la riqueza de las iniciativas diversas y unido en la acción, que no necesita un "principe" modelo Macchiaveli mezclado con el facsímil laclausista de Chaves y Maduro, sino portavoces adultos y honestos mucho más que personajes de videojuego. Y por eso están descentrados al fallarles el plan totalitario de  arrasar a la primera y ganar en rodillo como habían calculado, infravalorando al electorado que no quiere rodillos absolutos de ningún color, aunque eso no signifique que no sean de izquierdas ni de derechas, que lo siguen siendo, sino que prefieren que el nuevo Estado que desean, funcione más desde la sectorialidad que desde los catecismos de cualquier tipo. Aunque con la decencia, la flexibilidad dialógica y el civismo ético de la izquierda como telón de fondo. Y para eso ya tenemos un partido socialista, una UP-IU, unos partidos autonómicos estupendos de Iniciativa de Izquierdas y Podemos, que parecía, en principio, un instrumento muy bueno de cohesión y cooperativismo político y asambleario, que podría muy bien ser la voz del 15M unida a las demás fuerzas de la Izquierda abierta y dialogante para crear el proyecto cívico de todos y todas, que puede revolucionar el mundo apolillado, muermo y corrupto del desastre que nos está agobiando y machacando. Pero no lo queremos para dinamitar el patrimonio de la diversidad democrática y fundir otra vez, por utilitarismo instrumental y miedo a lo nuevo de verdad, a los españoles en un neofranquismo friki  "ni de izquierdas ni de derechas" como se denominaba Falange Española en su libro verde de Formación del Espíritu Nacional. Ya tuvimos la dosis suficiente en su momento -que fueron muchos años de aguante- como para lanzarnos de cabeza a la aventura podemita, sin que haya un certificado democrático y práctico de previas garantías, que pasan por el respeto al patrimonio ideológico procedente de una pluralidad clandestina y heroica, que nos sirvió durante la dictadura de apoyo moral y de modelo inspirador de un futuro más justo y más limpio, en momentos en los que los padres de los podemitas ni siquiera eran novios y a lo mejor hasta eran del Frente de Juventudes, como ahora algunos de ellos votan a Vox. Tal vez sea por cacao mental y desorientación de origen por lo que se les han cruzado los cables ante la tesitura y están como los nuevos ricos, creyendo que todo el monte es orégano. Y no. No es por ahí, chicos y chicas (más bien pocas en puestos claves). Los ciudadanos no son idiotas ni votaron a lo loco o con un colocón de mojitos. Y les ofende y mosquea la obstinación de Podemos al afirmar que estaría encantado con otra nueva oportunidad electoral, con la esperanza de arrasar en una segunda vuelta y dando, para ello, un pellizco retorcido que impida el entendimiento y un pacto de toda la Izquierda parlamentaria como es el deseo de la ciudadanía según lo votado y evitando otro dispendio electoral tal y como están los presupuestos. No son precisamente actitudes que fomenten la confianza en el podemismo y puede que tal vez una segunda vuelta cambie el panorama por hartazgo y relegue a Podemos a un lugar mucho menos relevante en el Parlamento, volviendo al bipartidismo  porque lo malo conocido les resulte más familiar que lo malo por conocer; los ciudadanos castigan en las urnas las tomaduras de pelo y la falta de consistencia que lleva a potenciar la OTAN y cualquier asunto infumable si da votos; si Podemos fuese más inteligente que ambicioso ya se habría dado cuenta de la cantidad de puertas que se está cerrando desde las elecciones de Andalucía y de que los votos se los han dado especialmente lo pactos en Común más que a Podemos en sí.

Hemos votado pluralidad y apertura y eso va para todos, también para el Psoe y su cerrazón a dialogar sobre el derecho a decidir de los españoles, en este caso, catalanes. Algo absolutamente legítimo. Expresarse en las urnas no es nada malo, mucho peor  y mucho menos sano y democrático es impedirlo de un modo tan zafio y cerrado, y parece mentira que un Psoe que cuenta aún con la figura y el peso cívico de Maragall en su seno, no se dé cuenta del disparate que supone para un partido socialista negarse en redondo y sin diálogo siquiera a que se realice un referéndum como el catalán. ¿Es posible que Cameron, un carca inglés declarado, sea más demócrata que los socialistas españoles? ¿Qué ocurriría si saliese el resultado a favor de la independencia? Que habría que plantearse un referéndum para el resto de España acerca del modelo de Estado y que seguramente se elegiría un modelo federal y republicano, esa posibilidad debería alegrar infinitamente a los verdaderos socialistas ¿no? Porque el tándem socialista-monárquico es una verdadera antítesis disparatada que solo se explica por los oscuros recovecos chantajistas del 23F que marcaron un antes y un después en el Estado democrático para devolverlo al fondo facha de siempre. O sea, que los sociatas necesitan con urgencia un congreso, no para cambiar al Secretario General, sino para aclararse, a ver si ahora resulta que sus bases son socialistas y la peña dirigente no. Y que sea eso lo que viene desinflando el entusiasmo y las razones para seguir con la rosa y el puño manteniendo la s de socialista y la o de obrero, mientras lo único que cuenta de verdad es la e de español frente a la c de catalán ninguneado. 

Son muchas las goteras políticas que se están evidenciando tanto en Podemos como en el Psoe. Seguramente es inmadurez política, tal vez mediocridad ramplona y falta de grandeza ética y de capacidad cognitiva para ver el conjunto y las partes del mismo,  combinando armónicamente el análisis con la síntesis y la asociación de ideas amplificadoras de horizontes raquíticos entre el miedo y la avidez, tan típicos de nuestra "raza ibérica", -que es estupenda para los jamones, tocinos y chorizos, sanchoppancistas, pero  fatal para todo lo demás, según se va viendo con la historia-.Y quisiéramos que no fuese así. Que por encima de las egopatías partidistas emergentes o inmergentes y sus miserias vergonzantes, prevaleciese la lucidez y el bien común que se propicia mucho más desde la unidad en lo plural que desde el control férreo de una ideología unívoca que debe ampararse en un bunker uniforme porque el miedo, la cobardía y la soberbia de los necios no  permiten actuar ni decidir desde la grandeza de la pluralidad democrática,  respetando, aprendiendo de y obedeciendo a la inteligencia colectiva, como verdaderos portavoces y no como ridículos aspirantes a caciques feudales iguales que  los de siempre.

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