lunes, 6 de mayo de 2013

La "santa" cleptomanía o la santa mangancia


La Iglesia inscribió sin publicidad y sin impuestos 4.500 propiedades

LUIS GÓMEZ Madrid 385
El boom inmobiliario de las diócesis fue desde 2003. El obispado de Córdoba registró la mezquita en 2006 por 30 euros
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Poquito a poco hila la vieja el copo. Una ermita por aquí, una parroquia por allá, una mezquita por acullá, un monasterio para el más allá y diez manzanas de casas en el centro histórico de la ciudad, para el más acá. Despacito y buena letra y en cauto silencio, la "santa" madre de todos los católicos, durante años y siglos, se ha ido haciendo su incalculable ajuar, para que en el esplendor del Apocalipsis cada vez más próximo, pueda ser, con tan espléndida dote, la novia perfecta del Cristo triunfante. Del pantocrator, al que tanto adora e inciensa y que la vuelve loca, loquísima. Panto/todo, khrator/poderoso. Casí ná. 
Y, para eso, ahí está ella a la que salta. Sin perder comba. Para enmendar la plana a las locuras imprudentes del Jesús histórico, que todavía no había catado el glamour pantocrático ni la exultación de Puente Milvio a cargo del espabilado Constantino y los prebostes cristianos del momento, hartos de ser carne de martirio, churrasco a la parrilla y brocheta para fiera en Coliseo. 
Por eso hablaba de pobreza y de servicio desinteresado al prójimo, -¡qué chiquillada y qué ingenuidad!-, por pura inexperiencia, y porque no había conocido el poder de la pasta y como reconforta hacerse multimillonarios a costa de la crucifixión de un idealista inexperto en relaciones internacionales y en mano izquierda con guante de hierro, para asuntos internos. Un Jesús desastroso, que a no ser por el sentido común de sus seguidores para la integración en el sistema , habría sido la ruina del catolicismo y de todo poder "comodiosmanda", que es otra categoría mucho más sensata. 
Vamos, que el catolicismo ni siquiera hubiese existido de no haber intervenido la providencial mano del Imperio, que en su declive se apoyó en aquella fuerza naciente y poderosa desde la base. Fue, como el socialismo-comunista para la China o la Rusia capitalistas: una buena base para sostener imperios renovados, aprovechando la devoción del origen para incentivar la corrupción del triunfo imperial, convirtiéndose de pobres desgarramantas en pantocratófilos y de servidores mataos, en poderosos tiranos con poder no sólo económico y territorial, sino sobre todo piscoemocional, sobre las masas tan catequizadas y alienadas por el miedo al más allá y al pecado personal, que son incapaces de ver los intereses "santos" por el más acá y la vertiente delictiva social del pecado personal cuando se trata de aniquilar el bien común en favor del bien propio, pasándose la ley humana por el forro de la clámide episcopal mientras se pasa de largo por la ley divina, que no interesa para nada. Caso de que haya Dios, debe estar fatal para haber confiado en Jesús de Nazareth y presentarlo en sociedad como su hijo. Qué inexperiencia y qué despiste. Qué Dios tan poco serio y destarifado.

Menos mal que nunca falta un roto para un descosido y así surgió el nuevo arquetipo de la  "santa pecadora", la "señora en el templo y ramera en la cama", esa asamblea de túnicas negras y fucsias, capitaneadas por la túnica blanca elegida democráticamente entre los votantes nombrados a dedo por la túnica blanca anterior. O sea, por el aquelarre de juan palomo, yo me lo invento y yo me lo voto. Porque desde luego si el Espíritu Santo existe -que no tiene porqué y además desde el episodio en el Jordán disfrazado de paloma y el de Pentecostés camuflado de fuego de Santelmo, nadie le ha vuelto a ver; se le perdió la pista y el respeto- está clarísimo que o bien no le funcionan las antenas o hace siglos que se piró definitivamente del cotarro y no quiere tener ni voz ni voto en el folklore sucesorio de un apañador a otro. Hacemos lo que podemos, ya que estamos dejados de la mano de Dios.
Aquí estamos, en la ala furciesca de la "santa", dispuestos a todo por la pasta, por el patrimonio inmobiliario y mobiliario, que no le hacemos ascos a nada que pinte oros, copas y si hace falta, bastos y espadas... pero tampoco hay que ponerse en esas. Que los tiempos ya no están para ejércitos papales, luchas contra Barbarroja ni para cruzadas en Tierra Santa, que ya se las han montado in situ entre fanatismos aborígenes distintos al nuestro. Allá se las compongan, a nosotros nos basta el parné legal de los concordatos, la cruz de San Andrés colocada en la casilla de la declaración de la renta, el pastón que se paga al dela túnica blanca cada vez que visita un país, las donaciones vía patrimonio de los fieles forrados que quieren salvarse en el último momento dejando todo "a los pobres" y ¿quiénes son los más pobres de todos?, pues nosotros, los que por seguir al pantocrator nos hemos dejado todo: padres, madres, hermanos, carreras mundanas, novios y novias...por arreglar un poco el desaguisado del Nazareno, claro está y darle vidilla turística  glamour a tanta catedral, tanto monumento y a tanto palacio apostólico. ¿Qué menos podría correspondernos, si el mismo Jesús lo dijo? "Quien deje a su familia por mí, tendrá de todo en todas partes". Bueno, lo dijo con otras palabras, pero está claro que el sentido, era éste. Somos pobres de solemnidad. A nuestro nombre no hay nada. Todo es para la iglesia. Y nosotros somos iglesia. Como el pueblo, pero, con más caché, porque para eso renunciamos a la riqueza personal. Es lógico que el cielo nos premie con la riqueza de la institución. ¿O no? 
Nunca un laico materialista y reticente entenderá "comodiosmanda" los caminos del Señor. Que son insondables. Y si no que se lo digan a las leyes humanas, a ver cuándo pueden meter mano en el derecho canónico. ¿Acaso eso mismo no es un milagro? ¡Ah, laicos sin fe, qué maravillas os perdéis por  criticones y desconfiados! Si nos os convertís a lo nuestro, acabaréis...en el infienno. Y allí nos veremos, que los buenos católicos y además, ensotanados, tenemos mucha mano con el jefe supremo de las instalaciones.

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