domingo, 12 de mayo de 2013

¡Cumpeaños feliz!

Hoy se cumplen dos años de un nacimiento importante. El movimiento ciudadano 15M. Como todo impulso espiritual y por eso, libre, no se le puede definir con los términos habituales. No es manipulable ni manejable para las mentecuadraturas al uso y abuso, a que nuestra sociedad diseñada por la cuantificación, clasificación y recuento de todo, está acostumbrada a mirar las cosas. 

El 15M no es una revolución, sino una evolución. No es un partido ni es apolítico; al contrario ha nacido para reivindicar el auténtico sentido de la sustancia política, que es el servicio sin lucro al bien común. No es un credo-ista. Pero en él caben todos los credos que busquen cambiar a mejor partiendo de la honestidad. La prueba más clara de su calidad es que la izquierda cree que es de derechas y la derecha le acusa de ser de izquierdas. Eso es un aval, un certificado de garantía inequívoco de su valor social y fáctico. Porque, al contrario de lo que hacen los partidos, el 15M tiene la libertad de conciencia suficiente como para trabajar sin buscar su brillo ni su "triunfo", sino la justicia, la solidaridad y el bien común. El 15M desconcierta porque es la utopía en realización verificable y sorprenderte, sin padrinos sostenedores a la espera de la fragmentación y la decadencia, que les permita absorber la energía y las ideas que ya la partidocracia ha eliminado de su sustancia habitual. El 15M no quiere ni desea ni necesita "entrar en política" porque es política en estado puro. Es el seno materno de la Polis. Por eso su sitio es la calle, el foro, el agorá, la plaza. La asamblea, que es el germen de la democracia. Pero el 15M, al mismo tiempo, comprende que el "demos" (pueblo), que desea el "khratós" (poder o más bien servicio responsable y autogestor) tiene que estar en perpetua formación, atención, disponibilidad flexible y apertura, en constante escucha activa.  El 15M nunca se cerrará a que los políticos "profesionales" se sumen a su movimiento libremente. Los escuchará con gusto. Pero se reservará la facultad de hablarales sin circunloquios ni retruécanos. Les pondrá los pies en el suelo y les hará ver la realidad social que les queda tan lejos de los escaños y sillones. Lo hará cualquier ciudadano que quiera hacerlo, siempre que sea noviolento y respetuoso con la persona aunque haga escrache al personaje representativo si éste obra con torpeza, con irresponsabilidad o con perversión delincuente. 

El 15M ejerce una función despertadora de conciencias y al mismo tiempo pedagógica. Al no obedecer ninguna norma ideológico-partidista, sino solamente a la ética de su conciencia y del bien común, al poner al ser humano como primer objetivo de su trabajo e interés, es una garantía única para que España o cualquier país, pueda ir recuperando o creando las vías de reconstrucción social, política, adminsitrativa y de convivencia. De funcionamiento. Porque tiene la sabiduría y la gracia de reunir en su onda renovadora la realidad concreta de cada día, las necesidades de todos los ciudadanos sin voz institucional, el desapego del afán de poder individual y rentable, la capacidad inteligente emocional que se preocupa tanto por lo material como por los sentimientos, el dolor, los problemas psicológicos y anímicos que se derivan del caos  social, de las injusticias y atropellos que el poder de las instituciones, más volcado hacia sí mismo que en la asunción de su sentido real, que es el servicio público, no es capaz de gestionar ni siquiera de apreciar ni tener en consideración. 
Precisamente lo que hace que el movimiento siga no es el desgaste de la manifestación continua ni de la acampada permanente. Ni la indignación rabiosa que sólo desgasta y se agota enseguida. No es la preocupación por ser o no ser partido político, sino el cambio real de la conciencia ciudadana. Es la verdadera práctica de la educación para la ciudadanía. Es la permeabilización social de la sensibilidad en una nueva conciencia compartida. El compromiso diario. El que los vecinos del barrio o del pueblo cedan bajos o casas vacías gratuitamente para que se conviertan en centros de acogida, en banco de alimentos, en sede de escucha para quien llega angustiado por un embargo, un despido, una falta de lo más básico o un desahucio. O para hacer masajes o meditación o clases de cocina y de manualidades recicladoras o de punto de encuentro para el trueque o el banco de tiempo y servicios mutuos,  o fiesta o a cineforum o coloquios y conferencias o conciertos y teatro...o ludoteca y lectura de cuentos entre los niños. O la ternura activa y reivindicativa de los "Iaiosflauta". 

El 15M está haciendo visible y evidente que la compasión y la misericordia son patrimonio de la laicidad y que las bienaventuranzas del viejo Evangelio no eran cosa religiosa, sino pública, civil y ética.  Y que a eso se refería Jesús de Nazareth, aquel antisistema tan craetivo y poeta de la realidad, cuando hablaba de ser levadura y sal. Ésa es la esencia del 15M. El cumplimiento de las mejores profecías. El fermento del amor y la gracia, de ese soplo que va donde quiere y como quiere, pero que anida principalmente en los más sencillos, liberados, generosos y dispuestos a desprenderse de sus prejuicios y cadenas esclavizantes. Abogados que orientan y acompañan a desahuciados, psicólogos que apoyan y atienden, médicos que curan gratis, maestros que educan con su ejemplo extraordinario, albañiles o pintores, agricultores o carpinteros o transportistas que se unen para compartir e intercambiar faena, amas de casa que cocinan para una familia que no es biológica, sino cordial, del corazón, porque ven la necesidad en la puerta de casa. Niños de diez años enseñando a dibujar y a hacer manualidades creativas a los pequeñitos, mientras los padres de los unos tratan de arreglar el desalojo y la atención a los padres de los otros, concejales y concejalas, alacaldes o alcaldesas que se bajan de la tarima y arriman el hombro sin acordarse de cuál es la sigla ni la ideología de su partido, contagiados de humanidad en vivo y directo...
Todo eso y mucho más no cabe en un Parlamento. El 15M lo sabe de primera mano. Por eso ha elegido la mejor parte. La más práctica y urgente, pero no se opone a que haya representantes institucionales. Sólo quiere que esos representantes lo sean de verdad. Por elección directa y no a dedo de cacique. Y lo exige. Y lo trabaja. Y que la Constitución se reescriba por los españoles libres y sanos del siglo XXI. Ahí está su fuerza y su magia. En que son de verdad y no de imagen. En que no gastan ni un minuto de su tiempo en hacerse publicidad. Lo necesitan todo al completo para hacer de lanchas salvavidas en medio del tsunami.

El 15M no pretende ser un partido más en el Parlamento, sino que el Parlamento se convierta en un gran 15M, no por "politiqueo" ni por imposición, sino por conciencia, respeto, diálogo y solidaridad cor-responsable. Que todos sigan siendo de derechas o de izquierdas o lo que prefieran, pero abiertos a la evolución de la conciencia  y al bien común. Despiertos. Humanos. Cívicos y éticos. Que se roconozcan como familia universal, que se eduquen para construir algo más que capitales bancarios y economías de pelotazo,  y dejen de comportarse como manadas de animales eternamente enfrentados e inutilmente gastados o corruptamente ridículos. 

Al 15M, lejos de preocupar a los delegados del Gobierno, a los que lo consideran "populismo" y a las fuerzas del orden, debería pedírsele un master noviolento de inteligente humildad y de realismo, de soluciones sencillas, dignas  y supereficaces, que los enredos de la partidocracia no permiten descubrir ni poner en marcha a nivel estatal. El 15M como asesor para la organización sostenible de la sociedad y la ciudadanía, no tiene precio. Y los representantes en precario, que ya parecen haberse olvidado de los representados, deberían consultarle y llamarle al Parlamento para que ilumine un poco el apagón de ideas y propuestas factibles y justas. Para que infunda y contagie vida en el mausoleo institucional al que la corrupción y la burocracia que la sostiene, no dejan resucitar ni ponerse al día.

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