Séptima y octava
Es lo habitual del equipo habitual. Y era de esperar que hiciesen todo esto, si ya como oposición fue imposible consensuar nada. Es trágicamente imposible que el partido que ahora con plenos poderes y manos libres, nos gobierna, quiera consensuar algo, por su misma idiosincrasia. Y por muchas razones irracionales. La primera es que no tiene argumentos a la hora de debatir cualquier tema. El pp no piensa, ni tiene capacidad para hacerlo. El pp eructa con la mente. O copia lo que oye y se le ajusta a su instinto preformateado. Amontona argumentos desde las tripas, no los ve ni los ordena desde la inteligencia. Sólo los escupe, los eructa, los impone. Ha vencido en las urnas con la estrategia de la mentira, por eso mismo no puede convencer a nadie de nada. Y lo sabe en el fondo. Por eso huye de los periodistas, de las entrevistas que no ha pactado previamente. De las interpelaciones normales en el Parlamento. Y si se ve forzado sin más remedio a responder, sólo dispone de la misma grabación en su memoria de especie. Dinosáurica. Límbica. Reptiliana. Dominada por el miedo y el rencor que produce el miedo y que bloquea las funciones superiores de la mente , como son la visión de conjunto, apreciar causas y consecuencias, dimensiones de los problemas, la capacidad de escucha y de análisis, de empatía para entender lo distinto y no por distinto "malo", la intuición, la lucidez, el valor y la responsabilidad, las herramientas éticas y cívicas que hacen posible el bien común por encima de los bienes limitados a la ambición de cada uno o de cada grupo de poder.
Al pp le faltan bastantes hervores. Está quemado por dentro y crudo por fuera. Se ha hecho viejo en politicancia y trucos de tres al cuarto, sin madurar en inteligencia y por eso mismo, en civismo y por eso mismo en cualidades para gestionar la función pública. Hasta sus jóvenes están desgastados y decrépitos mental y emocionalmente. Ajados en plena juventud por una deseducación como la que ahora quieren imponer por fuerza al resto de educandos y educadores. Es un desastre. Su mayoría absoluta ha sido como dejar a los niños de una guardería al cuidado de una central nuclear o de la despensa de un gran hotel o del negocio familiar. O del gobierno de un país. Niños viejos mecanizados y malcriados combinados con viejos infantiloides, retorcidos e inmaduros al cargo de un país, sin que haya profesores ni educadores a los que quieran escuchar o estén capacitados para comprender; es lo peor que podría habernos sucededido como comunidad humana en crisis.
Esta ley de Wert es tan pobre, tan mísera, tan falta de contenidos y sobrada de despropósitos que se convierte en el certificado perenne de inutilidad del propio gobierno y del propio grupo parlamentario. Es el testimonio demoledor de la incapacidad absoluta. Nadie con dos dedos de frente puede a estas altura de la civilización imponer una religión, la que sea, como asignatura obligatoria. Porque es una grandísima falta de respeto a la conciencia libre. La religión, como la ideología, no se puede imponer a nadie. Es un hecho en el que se expresa el libre albedrío, algo que el mismo "dios" con el que pretenden congratularse tanto, ha creado dentro de cada ser humano expresańdose a sí mismo como humanidad. Y no se puede modelar a capricho de intereses religiosos ni ideológicos. La educación, precisamente, tiene una función y una responsabilidad inalienables: despertar las conciencias para que los educandos crezcan sanos y sin tabúes artificiales que condicionarían para siempre las decisiones y el despertar de la conciencia, que debe ir paralelo y se retroalimenta con el estudio y los ejercicios del pensamiento, la mente y la voluntad. Es el crecimiento interior -del alma- el que conduce a las grandes preguntas, a buscar y a evolucionar. Y ese proceso que nos hace madurar y crecer, se frustra, se corta de raíz con el adoctrinamiento dogmático que mutila la visión amplia del conocimiento, de la universalidad, de la amplitud de miras. Al mismo tiempo que reduce el campo cognitivo, pervierte la esencia del libre albedrío, lo ata a la roca de Tántalo. Crea sufrimiento y limitaciones ficticias y absurdas, no las naturales.
Educados así somos inseguros, miedosos, rígidos, impositivos y tiranos porque el mismo miedo nos impide ver quienes somos de verdad y quienes son los demás. El "otro" sólo es digno de consideración si nos es afín y manejable. De tal modo que salvo los adeptos a aquello por lo que uno mismo ha sido domesticado como absoluta verdad, no valen nada. No existen. No cuentan. O se convierten en enemigos por el sólo hecho de disentir o de ver el mundo y la vida de otro modo. Y si además, como es el caso, se dispone de un poder absoluto, el desastre está servido. Es como dejar a una manada de lobos hambrientos al cuidado de un jardín de infancia.
La mentalidad ppera tiene un horizonte limitadísimo. Paupérrimo. Reducido a sus fijaciones y seguridades. A sus repeticiones obsesivas. No sale de ahí porque fuera de ese redil -"rebaño, ovejas y pastores", dice su credo- todo lo que no es eso, le aterroriza, porque no lo domina. Por esa sinrazón acumula y acumula dineros y poderes, para comprar, silenciar o eliminar lo que no comprende y puede poner en riesgo su sistema de creencias. Su mundo. El único posible para ellos. Para evitar que el futuro crezca por otras vías desconocidas y terroríficas para su gofre mental-emotivo, lo mejor es establecer una enseñanza forzosa de sus fijaciones y entronizarla como una prioridad, sin comprender que el ser humano también dispone de mecanismos internos de resistencia y por esoo será mucho peor el "remedio" que proponen que la enfermedad que tanto temen.
La represión deformante y el atontamiento del intelecto humano crea más monstruos y enfermedades que el respeto y la salud mental y anímica incorporados a la educación. Esos estados enfermos explotan tarde o temprano en forma de patologías personales que repercuten en lo social: fanatismos, violencia, opresión, abusos de todo tipo, rebeldía sin sentido pero con mucha causa, margianción, pederastia, patologías sexuales, crímenes camuflados, abortos clandestinos, malos tratos como forma de relación y una hipocresía que conjuga perfectamente el verbo comulgar con el verbo robar o corromperse, confesarse creyente y católico practicante con mentir, engañar, abusar y arruinar al prójimoo para forrase uno mismo, juzgar con dureza terrible la homosexualidad o el divorcio pero ser homosexuales y adúlteros de tapadillo. No querer que la escuela enseñe ciudadanía y adiestrar a los alumnos para ser cruzados contra todo lo que amenace el estatus social de su religión. O sea, empobrecer y aplastar la conciencia y el alma hasta privarlas por completo de su realización en el espíritu. De su matrimonio alquímico con el infinito, con el conocimiento, con la realidad que es la verdad inmensa reflejada en cada cosa que vivimos y nos instruye. Que nos humaniza y nos conecta, que nos hace ser esa totalidad social, que Pablo de Tarso define como "el cuerpo místico de Cristo", que no es una secta de elegidos, sino la humanidad entera en un camino compartido de realización y perfeccionamiento mutuo. Mucho más allá de cualquier religión. La manifestación experiencial y tangible de ese Dios que no se les cae de la boca, pero al que no permiten entrar y quedarse en su corazón ni en la sustancia de sus mentes para transformarlas, aferrados, como están en su histeria miedosa y terca, a las alambradas del redil y apegados al silbido de los pastores y al ladrido de los perros guardianes inventores de leyes Wert, que son tan ovejas como el rebaño mismo.
La represión deformante y el atontamiento del intelecto humano crea más monstruos y enfermedades que el respeto y la salud mental y anímica incorporados a la educación. Esos estados enfermos explotan tarde o temprano en forma de patologías personales que repercuten en lo social: fanatismos, violencia, opresión, abusos de todo tipo, rebeldía sin sentido pero con mucha causa, margianción, pederastia, patologías sexuales, crímenes camuflados, abortos clandestinos, malos tratos como forma de relación y una hipocresía que conjuga perfectamente el verbo comulgar con el verbo robar o corromperse, confesarse creyente y católico practicante con mentir, engañar, abusar y arruinar al prójimoo para forrase uno mismo, juzgar con dureza terrible la homosexualidad o el divorcio pero ser homosexuales y adúlteros de tapadillo. No querer que la escuela enseñe ciudadanía y adiestrar a los alumnos para ser cruzados contra todo lo que amenace el estatus social de su religión. O sea, empobrecer y aplastar la conciencia y el alma hasta privarlas por completo de su realización en el espíritu. De su matrimonio alquímico con el infinito, con el conocimiento, con la realidad que es la verdad inmensa reflejada en cada cosa que vivimos y nos instruye. Que nos humaniza y nos conecta, que nos hace ser esa totalidad social, que Pablo de Tarso define como "el cuerpo místico de Cristo", que no es una secta de elegidos, sino la humanidad entera en un camino compartido de realización y perfeccionamiento mutuo. Mucho más allá de cualquier religión. La manifestación experiencial y tangible de ese Dios que no se les cae de la boca, pero al que no permiten entrar y quedarse en su corazón ni en la sustancia de sus mentes para transformarlas, aferrados, como están en su histeria miedosa y terca, a las alambradas del redil y apegados al silbido de los pastores y al ladrido de los perros guardianes inventores de leyes Wert, que son tan ovejas como el rebaño mismo.
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