domingo, 12 de mayo de 2013

Jornada de reflexión


Ayer asistimos a una especial fiesta de cumpleaños. A una celebración específica. La  madurez del 15M quedó patente. La manifestación no fue tan numerosa y concurrida como suelen ser todas las convocatorias habituales, que cada semana tienen motivos más que suficientes para salir a la calle. No creo que llegásemos a tres mil personas.
Sin embargo el espíritu que movía las voluntades era el mismo de siempre. El tipo medio de manifestante era el adulto, entre los treinta y los setenta. Muchas familias con niños en los hombros, en las sillitas y con camisetas antidesahucios y de las mareas blanca, verde, violeta y roja. Pleno absoluto de banderas republicanas. Acompañamiento de la batucada solidaria que nos hizo bailar de cuerpo entero como siempre y los parones despertadores ante los bancos y la delegación del gobierno. Consignas creativas e ingeniosas. Y esperanza a raudales y fuerza imbatible que se contagiaba por toda la ciudad. Ciudadanos que espontáneamente se añadían al paso de la persistencia reivindicativa e incansable. Dos horas y media de desfile fue suficiente para comprobar las maravillas que la conciencia despierta está haciendo entre la ciudadanía. ¿Qué puntos importantes han quedado de la jornada de ayer?

1) La demostración de que el 15M es sal y levadura capaz de levantar la masa para convertirla en pan y de darle sabor al guiso más deslavazado, con modestia absoluta: eran muchas más las pancartas solidarias alusivas a todos los problemas comunes, que las recordatorias del propio movimiento. Como debe ser cuando el servicio es mucho más importante que el autobombo.

2) La madurez ciudadana y social que crece al paso de la conciencia. La armonía y el civismo ético dentro de la resistencia y como parte fundamental de ésta.

3) La comprobación in situ y una vez más, de que la partidocracia ha perdido definitivamente el tren de la política real para convertirse en todo lo contrario que los movimientos ciudadanos representan: en un canto del cisne narcisista, inútil y parásito. ¿Que en qué se basa esta afirmación? En el funeral  definitivo del socialismo institucionalizado tal y como lo conocimos en su momento. 
Aporto datos concretos:
La concentración de barrios estaba prevista delante de la Estación del Norte a las 7 de la tarde. Esperábamos el inicio de la manifestación en la acera central del edificio, cuando entre la multitud y al lado nuestro descubrimos con sorpresa la pelirroja presencia de Carmen Alborch. "Vaya, qué guay, la Alborch en la mani!" dijo alguien. A los pocos minutos del descubrimiento, sobre las 7,30 pasadas, cuando ya la cabeza de la manifestación avanzaba hacia la Glorieta y los juzgados por la calle Colón, aparece la pancarta del 15M a la altura de donde estábamos concentrados esperando el hueco para avanzar y vemos, alucinados, como la Alborch armada con su móvil y acompañada por un tipo calvo y tres cámaras de televisión se pone delante de la pancarta y se hace una sesión de poses y sonrisas fastuosas donde lucir sus dientes de grapadora y dejarlos impresos para posteridad. Pero no paró ahí la cosa. En cuanto los cámaras hicieron su función, aquella Carmen de Merimée con su cara covertida en una infinita pata de gallo sonriente, se piró del escenario y se fue como quien ya ha cumplido su trabajo, su ópera excelsa. O sea, ni siquiera tuvo el miramiento de quedarse caminando unos metros con los ciudadanos que le pagan todos los meses un pastón por representarles. Ella iba a lo que iba. Al fotoshow del fotoshop. Al montoné del testimonio gráfico para su álbum partid-ocular. Y lo demás a ella plín. Se esfumó como una calada de Ducados. Como un suspiro de mosca distraída. Se dislovió en la nada. Llevándose mitad de cuarto de glamour sobeteado, mientras las nuevas siglas de su chollo vitalicio resaltaban sobre el cielo del atardecer nublado, que al marcharse ella, y sin miramiento alguno, como ella,  comenzó a despejarse -qué coincidencia, verdad?- .


En efecto, ayer los ciudadanos de Valencia pudimos comprobar in situ, y sin la menor vacilación, en lo que han derivado esas siglas esperanzadas con las que tanta paciencia hemos tenido durante tantos años, después de constatar la afición, el oficio y el empeño fotoexhibicionista del ala femenina del partido opositor, a cualquier edad, ya sean Talegones o Alborches, que suenan como a llevárselo crudo sin dar un palo al agua y sin perder el look y como a escrace morrudo  contra los ciudadanos, unido al celo maravilloso de Rubalcaba que sólo se ha puesto en contacto con las víctimas del accidente del metro cuando un programa de televisión, al cabo de casi siete años, ha sacado del armario la historia de una tragedia "olvidada" no sólo por el pp, que fue el cooperante más activo en su desidia irresponsable y en su filibusterismo moral, sino también por el agonizante socialismo de guardarropía que ahora nos quiere camelar a destiempo.  Unido todo ello a la inoperancia ante la crisis y ante el pp, a la indiferencia frívola y torpe con que el supuesto socialismo se ha tomado la tragedia de sus conciudadanos, unido al discurso de Paco Vázquez, presumiendo de socialista vaticanizable y vaticanizado, a Zapatero pagando el concordato y doblando la bisagra ante el anillo nibelungo de Ratzinger y el contubernio euroneocon, a Felipe González liquidando  la dirección espiritual de Marx para apuntarse a la escuela gatuna y pragmática de Tom y Jerry en blanco y negro, como en los tiempos casposos de la dictadura, el PSOE se ha convertido en el POCO, o sea, que ha ido pasando de Partido Socialista Obrero Español a Petardada Oportunista Cínica y Obsoleta. Y al parecer, irremediablemente. 

Es doloroso reconocer que las iniciativas queridas y necesarias se disuelven por desgaste cuando no se renuevan por sí mismas, porque no están despiertas, porque no aterrizan, porque no ven la urgencia de cambios de verdad, no sólo de personas, -que tampoco- o morir en el desintento, sino que sólo modifican el maquillaje periférico, el rimmel, el colorete y al papel couché sin hondura alguna, para adaptarse a la moda del instante. Como talegones clonados, como alborches fuera de tiesto, como rubalcabas pusilánimes o como vázqueces de socialismo light y vatipolítica en cómplice olor de vacuidad. 

Con mucha pena y poquísima gloria nos vemos en la obligación ética, cívica y política de enterrar definitivamente al muerto, antes de que el olor a podrido nos atufe y nos acabe intoxicando a todos. Y con la lucidez en el candelero nos vemos obligados a releer El Capital, a renovar la reflexión socialista, a repasar a José Luis Sampedro, a Saramago, a Solbes, a Krugman, a Ramoneda y su empeño en Le monde diplomatic, a    releer a Gandhi y el evangelio sin manipular, limpiar de escombros el umbral de la esperanza y la trastienda de esa melé  obscena y de mercadillo que nos han colocado como charlatanes de tocomocho o de timo de la estampita hecha sigla pseudoideológica, para seguir disueltos en la masa hasta convertirla en el pan exquisito e individualizado y solidario de la ciudadanía. Poco importa llamarse 15M o conciencia. O no llamarse nada, mientras se SEA lo justo y necesario. Lo auténtico e inmanipulable no por fijaciones sino por amor, inteligencia y honestidad. Lo de menos es la denominación de origen. Lo importante es que el origen no se pare en sí mismo a mirarse el ombligo eternamente. O sea, hasta que el ombligo se deshaga en su propia obsolescencia y ya no quede nada en lo que recrearse para no ver la realidad y escapar de ella hacia drogas más duras, solemnes y engañosas. Los sueños que nunca se realizan no son sueños, sino narcosis y catalepsia. Pereza mental y apatía del alma. Vacío en el corazón. 

Ayer comprobamos una vez más el poder cívico, bondadoso, firme y no violento para cambiar las cosas que tienen la levadura y la sal. Y la fuerza del codo con codo para mantenerse en pie. Como el bambú. Con raíces firmes, tronco flexible, hojas frescas y vivas, paredes sutiles, resistentes y un hueco enorme dentro para que lo llene el infinito con todo su potencial.

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