miércoles, 29 de mayo de 2013

De la abundancia del corazón habla la boca. De las escasez del corazón nace la verborrea


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Lenguaje desgalichado y fofo




Pues sí, ya ves, amigo Iñaki, a lo que hemos llegado. O quizás, en plan más optimista, de lo que todavía no hemos salido. La cutrez como enseña, como pompa, esplendor y circunstancia. 
Es imposible que los politicantes -que no políticos- del momento puedan usar otro lenguaje de más enjundia, más clarividente ni más sabio, por una razón muy sencilla, el lenguaje nace y se construye a base de la sustancia o a base de que no haya sustancia, dentro del hombre, de las sociedades, de las culturas, de la carga intelectiva y emocional que permite poner nombre a lo que nace de dentro, a lo vivido, y nos ayuda a  comprender e integrar lo de "fuera". Desde el prisma con que se percibe, se sienten y se acoplan ambos planos. 

Pero ¿qué lenguaje puede nacer de un vacío caótico donde las circunstancias, las pompas y los esplendores son los sastres del rey desnudo? Desnudo por dentro, obviamente, que es mucho peor que ir en bolas por el salón del trono. Una desnudez de fuera tiene arreglo, como lo tiene el analfabetismo o la ignorancia o la desinformación, pero una desnudez de dentro es prácticamente imposible de vestir, porque no se nota, porque es imperceptible y se ha hecho una sola cosa con el sujeto agente, con el ningunóforo o nadóforo, portador del ninguneo o de la nada, directamente. Es el nihilismo de esencia y de conciencia. El vacío y la ausencia de todo valor real y consistente. No se puede improvisar un discurso lleno de realidades tangibles y certeras cuando se vive en una burbuja politicaria, dineraria e institucionaria. Se comprueba dolorosamente que ese discurso de Alemania y Francia en comandita, más que en comunidad, es exactamente igual para una Merkel derechista que para un Hollande de izquierdas. Ni una objeción a las desigualdades flagrantes, ni un guiño a la solidaridad imprescindible, ni una opción concreta que indique que al menos se trabaja en serio antes de salir a la palestra de la retórica. 
Que el paro juvenil es una tragedia ya lo sabemos todos, y más aún, lo sufrimos. Lo de este discurso rimbombante y lleno de tópicos es como ir a un hospital de terminales para decirles que les preocupa su último mal y que les gustaría hacer lo posible por curarles pero que es un gran problema y les preocupa, eso sí, muchísimo, tanto como para gastarse millones de euros de los presupuestos generales que vienen del bolsillo ciudadano, en viajes y conferencias, reuniones, recepciones, visiteos de palacios y protocolos, o sea, gran parte del presupuesto europeo que se podría dedicar a invertir en el empleo juvenil y en el adulto, también. 

Es cierto, Iñaki, la realidad nos está demostrando que, como muy bien sugieres, lo que nos sobran son los politicantes amateurs; porque la política es otra cosa mucho más noble, útil e inteligente. La plataforma de afectados por las hipotecas, por ejemplo, es política en estado puro, ya ha puesto en marcha un pack informativo que ayude a las víctimas del terrorismo bancario-estatal a descubrir las trampas de la nueva normativa para desahucios; como las asambleas, como las cooperativas que están naciendo, como las mareas cívicas que se articulan y se reinventan cada día para hacer una sociedad mucho más limpia, solidaria, ágil, fluída, justa y sana. 
La realidad social se ha escindido en dos secciones. La una crece, está llena de ideas y de proyectos para el cambio y aunque le falta el dinero lo va supliendo con un cambio de vida y de esperanzas que hace del dinero sólo un medio pero no el protagonista ni la finalidad de la vida, la otra, llena de capitales y riquezas malísimamente gestionadas, adorando al santo por la peana del interés preferente y sobre-añadido, agoniza y se ahoga en la soberbia ciega de sus propios excrementos, como el protagonista  garcíamarquezino de El otoño del patriarca. Es lo que tiene el lenguaje cuando la literatura retrata la realidad, llama a las cosas por su nombre y no la adorna con circunloquios especulativos y ridículos. Y sobre todo, inútiles. 


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