El 15-M deja herencia en Valencia
Menos numeroso en los procesos asamblearios, pero más vertebrado y operativo en sus acciones, el 15-M cumple su segundo aniversario multiplicando sus frentes y emergiendo desde los barrios. Su acción en Valencia, donde arraigó de inmediato, es un buen ejemplo de un movimiento que se consolida por encima de los tópicos
Lola, a sus 68 años y después de toda una vida trabajando como diseñadora de ropa tradicional valenciana, no disfruta en la actualidad de una salud de hierro. Es diabética y padece hipertensión, pero pese a ello, cuando terminó su jornada el pasado jueves, Lola había estado unas 12 horas luchando a pie de calle.
"Cuando trabajaba esperaba tener tiempo para mí, pero cuando llegó la jubilación vi que el tiempo para mí no me servía de nada y que lo que me llenaba era ayudar", apunta Lola, que describe así la razón principal que le llevó a unirse al movimiento 15-M en su barrio, El Cabanyal de Valencia.
Viéndola, muy bien vestida, mayor y de formas muy educadas, nadie la identificaría con el perfil del indignado estándar difundido por la propaganda sistémica, pero lo cierto es que Lola encarna muy bien la base actual del movimiento que eclosionó en muchas plazas de España hace ahora un par de años.
"El 15M no es un movimiento juvenil", aclara Adoración Guamán, profesora de Derecho del Trabajo en la Universitat de València y participante activa en el despliegue del 15-M en la ciudad. "Con el paso del tiempo, el perfil del indignado activo que se ha ido consolidando es el de una persona adulta, especialmente debido a la incorporación de personas mayores de 35 años y sin empleo, que hasta ahora no habían estado activos" en la acción social, señala la profesora, que destaca el protagonismo de las mujeres mayores en acciones como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH).
"Ellas son la PAH", dice Guamán en referencia a la acción antidesahucios derivada del 15-M, que también en el País Valencià ha arraigado con potencia. Pero no es este el único vástago del movimiento. En Valencia y alrededores hay numerosos ejemplos, desde los más particulares a los más generales. Entre los primeros un ejemplo sería el exitoso Viu al Cabanyal ("vive en El Cabanyal"), surgido de la asamblea Pobles de la Mar que, ejerciendo de intermediarios entre arrendatarios y inquilinos, está intensificando el alquiler en el barrio abandonado por la alcaldía de la ciudad. Entre los segundos, las diversas plataformas de parados establecidas en diferentes localidades, o la irrupción de monedas sociales en diferentes asambleas para intercambiar servicios entre vecinos.
En paralelo a todo ello, quizás el más destacado sea el denominado Totes juntes ("todas juntas"), espacio de encuentro que aúna diferentes causas bajo un mismo paraguas. "Esta puede ser la mayor aportación del 15-M aquí, haber ofrecido a grupos que luchan en diferentes frentes y por problemas distintos una vía para articularse con voluntad colectiva, sin portavoces ni protagonismos, lo que está permitiendo que el movimiento permanezca", valora Guamán, que aprovecha este ejemplo para evidenciar cómo el 15-M no se corresponde así ni con el movimiento obrero tradicional, ni con los movimientos sociales, sino que es "otra cosa".
Las asambleas viven
Sin embargo, en vísperas del segundo aniversario de la eclosión original del 15-M, y alejados durante meses de los focos de atención de los medios de información masivos, muchos ciudadanos se preguntan si a día de hoy siguen vivas las asambleas que en los meses posteriores a aquella fecha florecieron por las plazas de toda España.
"Cada asamblea tiene que ver con su localidad o su barrio"
Ajenas a ello, este viernes, como cada semana llegadas las 19:00 horas, una decena larga de personas se fueron sumando a un grupo en torno a los bancos de una plaza en el céntrico distrito de Zaidía. No eran tantas como al principio, cuando regularmente se llegaron a juntar unas cincuenta físicamente y se aglutinó a un centenar y medio a través de Internet, y la edad de los participantes es más avanzada, pero en sus rostros y su actitud era inevitable percibir un brillo de energía.
"Cada asamblea tiene que ver con su localidad o su barrio, porque al final se uniforman por grupos de afinidad, por gente que pasa mucho tiempo junta", describe Salva, uno de sus integrantes. En cambio, pese a las bajas, este trabajador autónomo que supera la cuarentena, comenta lo mismo que Público ha podido escuchar de otros participantes del 15-M: su funcionamiento es ahora más operativo. "Antes nos pasábamos una hora hablando del sexo de los ángeles", bromea, aunque reconoce que "a veces se echa de menos" aquello, por lo que se autoimponen una hora semanal para el debate.
Apoyado en el voluntarismo y el sacrificio personal, el movimiento del 15-M podría haber menguado en número desde su inicio, pero Salva relativiza la baja de efectivos: "Es verdad que en las asambleas participa menos gente que al inicio, pero aún así, si se sumara a toda la gente que participa semanalmente en asambleas y acciones de todo tipo, somos mucha más gente que la que puede trabajar en el PP o en el PSOE. Y sin cobrar".
En este contexto, el 15-M aborda este fin de semana su segundo aniversario, con manifestaciones en múltiples ciudades que, con toda seguridad, serán observadas desde algunos frentes, especialmente si no son multitudinarias, como un indicativo de la fuerza del movimiento. Sin embargo, sus miembros activos le restan importancia. "Si viene mucha gente sería una alegría", comenta Begoña, compañera de Lola en la asamblea del 15-M en Pobles de la Mar; aunque reconoce, como otros compañeros, no haberse hecho ninguna expectativa al respecto.
En la asamblea de Zaidía, Reyes, funcionaria pública, aún perfila más los motivos de la acción: "la manifestación la hacemos por la gente que no está activa, no por nosotros; porque para nosotros solo supone un esfuerzo añadido". Sin embargo, y pese a ello, aún hasta última hora le darán un último empujón, porque, como resume, "eso es el 15-M: un movimiento para despertar conciencias a cambio de mucho esfuerzo".
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