miércoles, 2 de enero de 2013

El regodeo

Al leer las noticias y los comentarios sobre las noticias alucino en blanco y negro, sobre todo ahora, cuando la crisis del invento hitleriano aplicado a la economía universal, nos está tratando de aplastar y de cambiar los esquemas de la lógica para ir instalando en su lugar los cables de la teleruina asumida como "crecimiento económico". Sí, alucino en blanco y negro, no sólo por el afán que la fabricación del consentimiento pone en desmoralizar y en convencernos de que este estado de cosas es una maldición bíblica indestructible, insuperable y poderosísima, ante la que no podemos hacer nada más que cabrearnos, despotricar, insultar y despellejar, dar capones y collejas de estado, virtuales a base de tacos y palabrotas, despacharnos a gusto aprovechando que nos van a leer o a escuchar y así calentar aún más la cama para que sigamos durmiendo entre las sábanas mugrientas del desaliento y de la depresión social. De la cutrez mental y emocional, apabullados y rejoneados por ministros tauriformes y presidentes cavernarios, pero aplaudiendo en la prensa consentidora y medios habituales, a un rey que no hace nada para que eso cambie. Haciendo la vista gorda ante instituciones superpobladas por la inutilidad como el Senado y un Congreso que son sencillamente una manifestación multitudinaria de vividores a costa de los impuestos. 

La crisis producida por los dinosaurios terroristas económicos, los dragones monetarios y las boas constrictor-laborales, es una desgracia para la humanidad, es una plaga. Una pandemia; pero también es cierto que no todos los países están igualmente contagiados ni la sufren con la misma virulencia. Hay algunos que saben como acrecentar la inmunidad y como protegerse del virus de la locura y de la desvergüenza. Esta crisis hace estragos precisamente en los países cuyos ciudadanos no distinguen el normal funcionamiento, de una corrupción a todos los niveles. Son países enemigos del sector público por naturaleza. Son ignorantes y prepotentes. Fanfarrones. Ignorantes. Incultos y zafios. 
Cuando los gobiernos más liberales y populacheros se hacen con el poder, gracias a los votos masivos de tales habitantes, se abre la veda de todas las burbujas y nadie tiene nada que objetar mientras haya pan, toros, juegos y dinero fácil de conseguir haciendo sombras chinescas de birlibirloque para vaciar las arcas públicas en los bolsillos privados, con el cuento tártaro de "crear empleo", que por supuesto es cada vez más precario y miserable. La gente -no los ciudadanos, porque hay más bien pocos. Ciudadano es el individuo consciente que se compromete en el trabajo por el bien común- tampoco se plantea si ese modo en que se está "creando empleo" no será simplemente la forma de abusar y de crear una dependencia del sistema, un entramado farragoso del que será muy difícil escapar, en vez de ser el justo recurso que debe mantener los derechos, el bienestar razonable, no un estado de despilfarro. El "pueblo" y la masa que lo compone no se entera de nada hasta que le cierran las compuertas y le colocan los grilletes en la dignidad y en su vida diaria.  Hasta que le quitan el pan y la sal Y si protesta le apalean y le dejan sin protección jurídica.

Una vez aterrizados a golpes en tales tesituras, lo último que los oprimidos necesitan es el discurso brillante en improperios "realistas" especializado en desintegrar la poca esperanza que se ve o se pueda intuir en el horizonte del caos. Generalmente esos discursos incendiarios y llenos de palabros groseros e insultantes contra el poder y a favor de la desesperación, además de provocar un retroceso social hacia la violencia animalesca, sólo vienen a añadir rabia sobre rabia. Y la rabia sola, por muy justificada que esté, es un bloqueante de la inteligencia. Una herramienta que el propio poder prefiere para asentarse aún mejor en el uso y abuso de la represión y del miedo. El cabreo constante y vociferante, insultante e ineficaz, sin capacidad de reacción racional superior, ni de gestión de los problemas y crisis, paraliza la inteligencia y activa la animalidad. Y eso es precisamente lo que el poder terrorista y "legal" pretende. El cabreo sordo y la rabia son el billete de acceso a la represión justificada. Lo que convierte la ilegitimidad y la ilicitud en "legalidad" como "defensa" de una libertad y una democracia que no son reales, sino coartadas para que todo siga igual con la apariencia de que está cambiando a mejor, con lavados de cara ad hoc. De vez en cuando, un "afloja" calculado en el "tira" constante.
En cambio, las ideas válidas, los movimientos creativos, éticos y cívicos, no violentos, resistentes pacíficos y desobedientes civiles, son invencibles, porque no nacen de la reacción violenta ni de la venganza ni de la furia malhablada, sino de la lógica del bien común.

Todos protestan. Todos. Todos chillan. Insultan. Aplauden y se identifican con el insulto, con el "hijoputismo"y el "cabroncismo", con el abucheo; sin embargo cuando se sugiere la posibilidad de que se dejen de pagar los impuestos por una mayoría acordada, todos a una, convencidos y solidarios, y emplear esos fondos para hacer un régimen cívico en paralelo donde el estado podrido sólo pueda entrar si se lava, se limpia y se adecenta, la mayoría, tan animada a la hora de linchar lingüísticamente, se acojona, se achica, se acobarda y se raja. Son incapaces de imaginar lo que sucedería si dos o tres millones de contribuyentes se negasen a pagar impuestos. No habría posibilidad de castigarles. ¿Cómo podrían? ¿En qué cárcel podrían internarse? ¿Cuántos jueces se emplearían en instruir procesos de impagadores de lo injusto? ¿Acaso hay autoridad para hacerlo si se premia a los evasores de capitales mucho más potentes que los salarios y los beneficios de poca cuantía, que son en realidad los que permiten este estrago del  estado pirata con su contribución? ¿Qué autoridad tiene un estado para condenar el impago del IBI, por ejemplo, si a la iglesia católica que es un estado independiente, extranjero, y la mayor propietaria de patrimonio en inmuebles y tierras, -además de llevarse crudo el pastón del concordato que le paga como impuesto inexplicable un estado aconfesional como es España, en teórica  constitucionalidad,- está exenta de ese pago y luego cobra alquileres por los edificios que posee? La insumisión civil ante la injusticia y ante el mantenimiento económico de la aberración social, no sólo no es un delito moral, es una obligación ética, justa y humanitaria. No es una rebelión, sino una responsabilidad ciudadana. No es una revolución violenta sino una evolución lógica e inteligente, del estado de carencia e indefensión, a un estado de justicia distributiva y de dignidad humana. No se violenta a nadie. No se agrede. Se asumen responsabilidades cívicas que las "fuerzas vivas" ( o vivales, más bien) de la política actual, son incapaces de asumir y de enderezar hacia la consecución del bien común. Del verdadero estado de derecho y libertades responsables. 

El insulto por el insulto, ante la evidencia de lo que se está soportando sumisamente, es un regodeo estúpido e inútil, que sólo sirve para desgastar la voluntad e impedir la lucidez. No necesitamos voceros de lo de siempre, ni pregoneros del desguace que soportamos; ya tenemos las tabernas, los cenáculos y los corrillos llenos de fanfarronería idiota y hueca. Necesitamos despertarnos. Uno por uno. No en rebaño cabreado y refunfuñón que luego se queda en nada. Ya vale con la inútil mala leche inoperante tan propia del vicio español. Empecemos a producir la buena leche de la creatividad, de la reflexión realizable y compartible y una cadena de ideas brotará una vez quitado el tapón de la rutina despotricona del regodeo y la resignación del barullo nada silencioso, pero absolutamente inservible y paralizante, de los corderos en el corral del matadero. Esperando que, primero los esquilen y se lleven la lana a cardar en Alemania, y luego los descuarticen.
Somos humanos; pues actuemos como humanos reales y despiertos. Dejemos la especie ovina en el portal de Belén. Llenando el hueco que han dejado libre la mula y el buey.

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