martes, 29 de enero de 2013

Dicen que ha llegado la troika

Eso dicen las lenguas de doble filo y de mosca en la oreja. La troika ha venido y todos saben como ha sido. No como la primavera, desde luego, sino como un cenizo con síndrome de sanguijuela. Viene a lo suyo, que es hurgar en las cuentas amañadas de este gobierno y su isla del tesoro. Pero esa circunstancia pperil seguramente la troika la ignorará, aunque no debería si fuese una troika decente e imparcial que sólo buscase sanear las economías más calamitosas de la eurofamilia. A ella lo que le importa y le mola es ejercer de tía abuela impertinente y por triplicado. 
La tía abuela se caracteriza porque no es ni lo uno ni lo otro, lo de tía ya le queda pequeño y poco representativo, nadie la recuerda ejerciendo el oficio de la tíez y lo de abuela le queda demasiado grande por eso nadie se la imagina abueleando tiernamente con esa cara de vinagre, esos ojos de piraña bulímica y una mala leche torticera que no se puede aguantar por más que se intente. 
La troika es esa señora gorda como dos, o tres si son más livianas, de la que nadie se acuerda hasta que pone un sms diciendo que llega mañana mismo en el primer tren. Y todos con estos pelos, como diría Forges. 
Y sin un duro para que cualquier Llongueras nos adecente el look capilar, que hay que ver cómo la crisis ha disparado el precio del arreglo pelandusco, en el más sano sentido original, claro. Para pelandusca de ocasión, la troika.

Su llegada hace temblar a los familiares empobrecidos y frotarse las manos a los gerifaltes que negocian a costa de lo que queda del exiguo y famélico patrimonio común; mucho más común para unos que para otros, dicho sea de paso. Todos saben que se puede armar la gorda, cuando la gorda se arma con el bisturí del recorte a la griega. Por eso esas visitas se parecen más a una guerra médica que a un viaje de exploración contable. No porque haya muchos medos y persas reivindicando su espacio indignado en la Puerta del Sol, sino porque el personal sanitario está que trina precisamente en Madrid y Castilla La Mancha, va de marea blanca y bata sencillita a oleaje cabreadísimo verde quirófano, ante la güemespedia , el capiotrinque , la aguirremaquia  y la que se avecina si un milagro de Santa Rita la gestora celeste de los imposibles no hace alguna de las suyas, tal como que la cúpula del pp se encasquille enredada con los sobres en aluvión y no pueda salir de su sede ni con la ayuda de los bomberos, sólo esposados desencolados por el disolvente de la policía judicial y escoltados por el juez Ruz, que de momento está haciendo lo que puede y como la Ley le da a entender ante el porte hierático , indiferente y faraónico del ministro del ramo, Gallardonophis I ( y esperemos que último,  después de sus genialidades y carambolas jurídico-psicodélicas). 

Esto es parte del paisaje que se ha encontrado tía Troika al llegar. Seguramente a estas horas ya habrá abierto los armarios vacíos, los cajones del desastre, los escritorios llenos de recibos trucados y enmendados, habrá mirado en el cuarto de baño, abierto las mamparas de las  duchas a ver si encuentra algún metro cúbico de agua por recortar o un fondillo de gel en algún bote sin controlar que no se ha empleado adecuadamente en plan manirroto; se habrá recolocado la dentadura postiza de tiburón ante el espejo y apretado los michelines con la faja de la autoridad competente hasta quedarse sin respiración. Y luego habrá contado escrupulosamente los cilindros de cartón ya vacíos de envoltura celulósica, para calcular si la cantidad de papel higiénico se corresponde con el  número de usuarios por jornada laboral. Después del esfuerzo se habrá vuelto a recolocar las jaretas celulíticas para recuperar la compostura. Hay que dar ejemplo y perder volumen como sea. Blindando el desparrame corporal con la soltura de una sirena del Rhin o de una walkiria más tirando a  Anguila Merkel que a Lorelei.  Remangarse la prima de riesgo de una vez por todas y disciplinar a esos sobrino-nietos erráticos y rayados por un gobierno que se va no sólo de varas sino de maletines, sobres, gúrteles, comisiones y mariposeos varios, a los que seguramente la tía-bunker aplaudirá por lo bien que están esquilando la lana para llevársela a lugares mucho más seguros que los bancos españoles, que por un quítame allá un recibo te levantan el piso materialemente o te endosan preferentes a tutiplén. Y eso a la Troika la pone como una moto. 

Nunca se sabe cuántos días durará una visita-registro de la Tía Troika, pero conviene no hacerse la ilusión de que será breve, más que nada para no quedarse chafados ni perder la compostura ni la moral ni el ánimo si la cosa se alarga demasiado. Cuando se apalanca, el troikamen no atina a levantarse. No se sabe si por los años,  por los kilos o por lo plasta. Sólo la paciencia y el buen humor nos harán la visita menos insoportable y el agobio más llevadero. 
Que la fuerza nos acompañe, si la Troika lo permite o no la detecta para vampirizarla. Oh, tempora, oh, mores!

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