Desplumados
Ojalá aprendiésemos, o hubiésemos aprendido a tiempo, a descubrir y a mirar el cielo de verdad, no el cielo del tocomocho y las estrellas de papel albal, a los que se refiere Iñaki en este vídeo.
Nos educaron, y nos siguen educando, en un wonderland de pacotilla (no hay más que ver tv, películas y novelas basura, religión alienante llena de supersticiones, tópicos y mentiras como templos, tea party ossea, rebelión en la aulas, sexo, "pecado", marihuana, calimocho, éxtasis, dinero y rockanroll cada finde Arena Madrid o donde sea) y así es facilísimo, que adiestrados adecuadamente para comprar cualquier cabra, nos la vendan cada día. De tal modo que ya no se atina a descubrir lo válido y a dejar a un lado lo desastroso si lo válido es la reflexión, el conocimiento y dominio de sí mismos, la ética, la paciencia, el trabajo bien hecho como satisfacción y alegría, la audacia en su momento, el respeto por lo diverso, la flexibilidad, la intuición y el amor inteligente mientras lo desastroso es la prisa por hacerse de oro, la chapuza, las tragaderas con cualquier cosa que ofrezca diversión, comodidad, poder y dinero y pensar que ese dinero, la fama y la popularidad son la clave de todo en esta vida porque dan poder y caché. Facilitan el alpinismo social; los mejores no son quienes dan lo mejor de sí mismos, sino los que se aprovechan de todo lo que les lucra y les favorece. Los "listos". Esa escuela social nos ha educado desde hace siglos. Basta con leer El Lazarillo, El Buscón Don Pablos, Guzmán de Alfarache o Rinconete y Cortadillo con Monipodio al frente de su patio andaluz. Aunque en el último siglo, particularmente ese método didáctico se ha ensañado y ha globalizado su ensañamiento "pedagógico". Se ha unido y enriquecido, pegándose como una lapa a la corriente de los mercados y del todovale y si hay pasta de por medio.
Eso quiere decir que en esos afanes de medrar a cualquier precio, tan valorados y glorificados en su cielo de revista cabaretera Norma Duval fashion, no se ha descubierto ni puede descubrirse, el verdadero firmamento, la riqueza interior, la que no se pierde nunca ni puede ser defraudada.La que fluye con los universos en la unidad de los dos hemisferios cerebrales y el alma.
Es cierto que roban ideas que ni siquiera entienden aunque las repitan y las vendan, pero es inútil. La fuente que las produce no se puede imitar, ni robar, ni falsificar, ni comprar ni vender. Ni destruir. Como pasa con la energía limpia de la naturaleza. Se puede utilizar y vender lo que se pueda sacar de ella, pero la fuente sigue intacta, como le pasa al sol, al magma, al viento o a las corrientes marinas, a la fotosíntesis o a la isotermia de los geiser.
Cuando llegamos a descubrir esa Realidad, es cuando nos convertimos en personas completas y dejamos de ser carne de cañón para sustento de buitres y pirañas mercantiles. Podemos apreciar los logros y los recursos cuando aportan bondad para todos y no sólo para el mercado. Eso tampoco quita que el mercado, al copiar y propagar las ideas que no es capaz de producir, no coopere a su vez en ofrecer, sin saberlo, claves y pistas para crecer y avanzar. Como los grandes viajeros negociantes de la antigüedad, pretendiendo aumentar el tráfico mercantil y la pasta que ganaban con ello, iban trayendo noticias de tierras, continentes, culturas y civilizaciones desconocidas, que luego posibilitaron los grandes descubrimientos geográficos y las grandes migraciones. Horizontes más amplios por los que transitar y descubrir no sólo posibilidades de hacerse ricos, sino de crecer, de aprender y de evolucionar, si es que desde niños nos han educado a "ver" le cielo real y no el de plástico. Pero no es nada común que la educación de nuestra Celtiberia se preocupe de algo que no rente mañana lo que se depreda hoy. De tal modo que el patrón standard educativo se reduce a ese estilo de, digamos, "formación".
De repente encuentras cantidad de jóvenes que estudian empresariales y gestión de empresas. Técnicas cibernéticas a mogollón. E idiomas. Promociones enteras. Son analfabetos en todo lo demás. Sobre todo analfabetos racionalemotivos. Son robots del instinto salvaje y la mente bloqueada. Oyen pero nadie les ha dicho como se escucha. Miran, pero no saben ver. Siguen la estela del famoseo que enriquece rápidamente y admiran a Gates, a Jobs y a cualquier asnillo que ha conseguido, como en la fábula de Iriarte, que suene la flauta por casualidad cuando rebuzna y esa casualidad les ha hecho de oro, porque encontraron la flauta los primeros y atinaron con la sincronicidad de su rebuzno. Y porque iban detrás del oro, como los antiguos buscadores, hasta encontrar la mina provisora.
No se fijan en qué vida llevan esos "maestros" de la cibergloria. No se imaginan porqué Gates ha educado a sus hijos currando en la empresa como chicos de los recados sin padre omnipotente, por qué ha repartido su fortuna en ayudar al Tercer Mundo y se ha quedado con un capital más que discreto que le obligue a trabajar cada día y a sentirse útil.
Tampoco se preguntan por qué el pobre Jobs ha sido uno de los más ricos y traumatizados habitantes de este mundo. A los alevines de la ambición inoculada no se les ocurren esas preguntas. Las neuronas habituadas a la rutina del mismo mantra no les permiten ir más allá de lo que ofertan los anuncios y dan en las películas fantásticas, donde el cielo es sólo una excusa para que se proyecte la Guerra de las Galaxias y donde el Señor de los Anillos es simplemente un papa que viaje en una licuadora con ruedas para que ningún golum le pueda amenazar con quitarle su tesoro y descubrir qué tipo de tesoro es.
Mientras, como dice Iñaki, el cortejo acompañante les va robando no sólo la cartera, sino el futuro, la dignidad y las posibilidades de ser hombres y mujeres. Algo muy por encima de lo que el "crecimiento" de esta contrafilosofía destroyer tiene planificado para ellos. El desplume peor. El de la conciencia abortada antes de nacer. Con el retorno garantizado a las cavernas . Pero eso sí, cavernas domóticas con tele de plasma y el smartphone incorporado al menhir. Como en la
serie de los Picapiedra. Un futuro alucinante.
EL BURRO FLAUTISTA
Esta fabulilla,
salga bien o mal,
me ha ocurrido ahora
por casualidad.
Cerca de unos prados
que hay en mi lugar,
pasaba un borrico
por casualidad.
Una flauta en ellos
halló, que un zagal
se dejó olvidada
por casualidad.
Acercóse a olerla
el dicho animal,
y dió un resoplido
por casualidad.
En la flauta el aire
se hubo de colar,
y sonó la flauta
por casualidad.
"¡Oh!", dijo el borrico,
"¡qué bien sé tocar!
¡y dirán que es mala
la música asnal!".
Sin reglas del arte,
borriquitos hay
que una vez aciertan
por casualidad.
Tomás de Iriarte
EL BURRO FLAUTISTA
Esta fabulilla,
salga bien o mal,
me ha ocurrido ahora
por casualidad.
Cerca de unos prados
que hay en mi lugar,
pasaba un borrico
por casualidad.
Una flauta en ellos
halló, que un zagal
se dejó olvidada
por casualidad.
Acercóse a olerla
el dicho animal,
y dió un resoplido
por casualidad.
En la flauta el aire
se hubo de colar,
y sonó la flauta
por casualidad.
"¡Oh!", dijo el borrico,
"¡qué bien sé tocar!
¡y dirán que es mala
la música asnal!".
Sin reglas del arte,
borriquitos hay
que una vez aciertan
por casualidad.
Tomás de Iriarte
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