por Arturo González
El famoso ciclista norteamericano Lance Armstrong, ganador de siete Tours de Francia, ha confesado en un importante programa de tv que se dopó. Lo ha hecho sin que existan pruebas concretas, y parece que acosado por el remordimiento, el pundonor deportivo, y el deseo de regenerarse.
¿Qué posibilidades hay de que aquí en España todos los personajes públicos que hayan cometido ilegalidades o legalidades amorales hicieran semejante confesión?
¿Confesaría Felipe González si conocía lo que hacían los GAL y si dio su consentimiento?
¿Confesaría Aznar si mantuvo que había sido ETA la autora del atentado de los trenes de Atocha cuando ya los más acreditados servicios de información internacionales le habían comunicado que había sido Al Kaeda?
¿Confesaría Rajoy si conocía la situación que heredaría y en la que tanto se refugió para que todo lo que prometió sea mentira?
¿Rubalcaba revelaría si conocía y consintió que policías a su servicio habían dado el chivatazo a ETA e el caso Faisán porque se estaba negociando la tregua?
¿Rouco confesaría si cree realmente que el aborto es un asesinato, y familia no puede existir más que la tópica tradicional o lo dice por ser un mandado del Papa, que podría, si se le antojara, cambiarlo de la noche a la mañana?
¿Confesaría María Dolores de Cospedal si le golpea la conciencia el haber suprimido las urgencias nocturnas de 21 municipios de su Comunidad, cuyos habitantes probablemente le seguirán votando a pesar de lo que protestan?
¿Artur Mas confesaría si se ha traicionado a sí mismo y a su dignidad política?
¿Los banqueros y directivos de Cajas confesarías las trampas conscientes que cometieron con los tenedores de acciones preferentes, le dolería el corazón a alguno por causa de los desahucios que han dejado a la gente sin vivienda?
¿Se arrepentiría Wert de todo lo que dijo cuando no era ministro, explicaría la causa de su súbita regresión ideológica a la caverna de la cultura y la educación?
¿Confesarían los medios de comunicación, incluido éste, las alteraciones y manipulaciones interesadas de la verdad?
¿Confesarían cientos de alcaldes y constructores los chanchullos y sobornos urbanísticos que cometieron?
¿Confesarían todos los ministros del Interior de la democracia si la policía ha torturado como norma, y si hay o ha habido personas encarceladas escuetamente por sus ideas políticas, confesarían si confeccionaron pruebas falsas?
¿Podrían decir los miembros del Tribunal Constitucional que nunca han juzgado y sentenciado por indicaciones políticas recibidas?
¿Podría el Consejo General del Poder Judicial decir si existen jueces prevaricadores?
¿Confesaría Urdangarin, confesaría el Rey lo inconfesable que pudieran tener?
No, ninguno confesaría nada. España no es Estados Unidos. La conciencia es un pozo negro.
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