Comentarios: 191 | ANDRÉS MUÑIZ
Un demoledor informe del Tribunal de Cuentas destapa que en 2010 siete alcaldes cobraban un 20% más que el presidente del Gobierno.En el 'top-ten' de mejor pagados en el ámbito local se mezclan políticos del PP, PSOE y uno de ERC.
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Qué estupendo sería que las leyes fuesen más aterrizadas de lo que son. Qué estupendo sería que los abusos de poder y los sueldos públicos que exceden con muchísimo las necesidades y la capacidad adquisitiva digna, también fuesen delito de mal gusto ético, de horterada inhumana, de palurdismo social, además de desvergüenzas flagrantes. Y que las penalizaciones para este tipo de horrores tan naturales ya como la contaminación o los atascos de tráfico, consistiesen en imponer una pedagogía, un aprendizaje rehabilitador, que obligase a los abusones y abusonas a vivir un tiempo condenados/as a trabajar duro y a ganar poco. A pasarlas canutas para pagar el alquiler, el agua-emarsa, la luz y el gas a precio de privatización salvaje, a tener que contar los céntimos para comprar una barra de pan o a tener que ir andando porque no les llega para el bonometro y mucho menos para gasolina de un coche que tampoco se pueden comprar.
¿Que es usted una alcaldesa o un concejal que llevan la tira de años encajados y encolados en el sillón del ayuntamiento cobrando más que un ministro? Pues ya han ganado ustedes bastante; ahora les toca desganar un poco y tocar suelo.
Por delito amontonador de pelas innecesarias que está dejando a su prójimo a pan pedir y a su país a la altura de Burkina Fasso, mientras ustedes ya no saben en qué gastárselo, quedan depuestos de sus cargos y colocados de barrendero a sueldo de una empresa contratada, o a vaciadora de contenedores en el camión de la basura o a limpiador de cristales en los rascacielos más altos de la ciudad o a obrera picadora de zanjas bajo todas las inclemencias meteorológicas, o también a recoger patatas, olivas, almendras, naranjas o lechugas y alcachofas, dependiendo de la temporada de cada producto, y eso, durante cinco, diez o veinte años, según el tiempo que haya durado el esquilme. Y no decimos nada si los abusos van acompañados de trapicheos con prevaricación, cohecho y evasión fiscal de capitales sospechosos de corrupción, y sobrecitos al portador, porque entonces, ya no tendrán jamás la posibilidad de optar a ningún cargo público el resto de sus vidas.
Por delito amontonador de pelas innecesarias que está dejando a su prójimo a pan pedir y a su país a la altura de Burkina Fasso, mientras ustedes ya no saben en qué gastárselo, quedan depuestos de sus cargos y colocados de barrendero a sueldo de una empresa contratada, o a vaciadora de contenedores en el camión de la basura o a limpiador de cristales en los rascacielos más altos de la ciudad o a obrera picadora de zanjas bajo todas las inclemencias meteorológicas, o también a recoger patatas, olivas, almendras, naranjas o lechugas y alcachofas, dependiendo de la temporada de cada producto, y eso, durante cinco, diez o veinte años, según el tiempo que haya durado el esquilme. Y no decimos nada si los abusos van acompañados de trapicheos con prevaricación, cohecho y evasión fiscal de capitales sospechosos de corrupción, y sobrecitos al portador, porque entonces, ya no tendrán jamás la posibilidad de optar a ningún cargo público el resto de sus vidas.
Con leyes así, es segurísimo que en muy poco tiempo el sentido ético de nuestros representantes y el de todos los ciudadanos cambiaría radicalmente. No sería de momento por convicción, sino por miedo, pero por algo hay que empezar a plantar la conciencia en el desierto de la inmoralidad pública y privada, de esa tremenda y cínica jeta de cemento armado que soportamos y producimos al mismo tiempo. Pues, ¿qué pensar de los españoles, si después del penoso y desgraciado caso Gürtel que acabó con la carrera del juez y absolviendo a los chorizos, mientras el Presidente del Supremo se cepillaba los presupuestos en excursiones de imposible justificación y aún así, el pp ganó por mayoría absoluta?
Si por una vez en la historia de nuestras leyes se condenase a los poderosos a aprender humanidad aunque fuese por imposición, a lo código de Hammurabi, pero sin matar a nadie, por supuesto , durante el "tratamiento", seguramente esa ejemplaridad cambiaría muchas cosas en la conducta de los ciudadanos. Empezando por los reyes y acabando por los bedeles.
Menos cárcel, que no escarmienta a nadie sino que además hace a la gente peor y más resabiada y rencorosa sin motivo, y encima sale carísima de mantener; porque los reclusos no experimentan en sí mismos los resultados de sus actos ni el malestar y el dolor de las víctimas.
Y más inteligencia a la hora de organizar un código penal y unas condenas que de verdad sirvan para algo más que para satisfacer la sed de venganza social y quitar del medio problemas sin resolver.
Que un delincuente o un abusón de poder, que es lo mismo, sufran una pérdida temporal de libertad no cambia nada en la sociedad, pero un trabajo que les haga ver y soportar las mismas condiciones en que viven los que les pagan los sueldazos a costa de sus penalidades y deben soportar sus delitos y abusos, sí que sería una medida mucho más adecuada y exitosa para acabar de raíz con esta lacra social de la desvergüenza como vocación y oficio.
Si por una vez en la historia de nuestras leyes se condenase a los poderosos a aprender humanidad aunque fuese por imposición, a lo código de Hammurabi, pero sin matar a nadie, por supuesto , durante el "tratamiento", seguramente esa ejemplaridad cambiaría muchas cosas en la conducta de los ciudadanos. Empezando por los reyes y acabando por los bedeles.
Menos cárcel, que no escarmienta a nadie sino que además hace a la gente peor y más resabiada y rencorosa sin motivo, y encima sale carísima de mantener; porque los reclusos no experimentan en sí mismos los resultados de sus actos ni el malestar y el dolor de las víctimas.
Y más inteligencia a la hora de organizar un código penal y unas condenas que de verdad sirvan para algo más que para satisfacer la sed de venganza social y quitar del medio problemas sin resolver.
Que un delincuente o un abusón de poder, que es lo mismo, sufran una pérdida temporal de libertad no cambia nada en la sociedad, pero un trabajo que les haga ver y soportar las mismas condiciones en que viven los que les pagan los sueldazos a costa de sus penalidades y deben soportar sus delitos y abusos, sí que sería una medida mucho más adecuada y exitosa para acabar de raíz con esta lacra social de la desvergüenza como vocación y oficio.
A grandes males, duros e implacables remedios. No debería quedarnos otra en el plan que estamos.
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