miércoles, 9 de enero de 2013

Monti, ¿la manzana de la discordia o el caballo de Troya de los mercados?

Ayer mismo escribí que estamos viviendo un estado de guerra solapado y camuflado como crisis. Me atreví a asegurar que estamos atravesando un periodo bélico: la quinta guerra mundial. Las dos primeras guerras mundiales fueron globales y básicamente militares, aunque como todas la guerras, con la cama elástica de la política y del mercado propiciando el rebote de cada a-salto. 

La tercera guerra mundial fue la de los dos bloques. La guerra fría. Mucho más tecnológica y por delegación, en bandos tercermundistas. Se descubrió el glamour de la suplantación estratégica. Pelearse los dos bandos en terceros países resultaba ser mucho más ecológico y seguro, mientras se invadían puntos estratégicos del Planeta en una trágica y terrible partida de ajedrez, en la que se jugaban recursos, materias primas y mercados, bajo el falso señuelo de la oposición ideológica. Bloque capitalista y "libre" contra bloque comunista "oprimido". Curiosamente los dos bloques se autodenominaban "democráticos", sin serlo de verdad ninguno de los dos.

La cuarta guerra mundial ha sido cultural y mercantil con estallidos y brotes crónicos de la misma avaricia y crueldad de siempre. Se le quiso poner el sello de la ruptura entre civilizaciones incompatibles. Fundamental, y fundamentalistamente, Oriente y Occidente. Cristianos y judíos contra el Islam y viceversa. Hindúes y musulmanes a la greña. Chinos ateos y materialistas contra tibetanos budistas y también materialistas, si no lo fuesen no sostendrían los "derechos" jerárquicos del Dalai Lama por encima de la simplicidad de vida, la paz, la compasión, el desapego y la lógica indiferencia de la coherencia búdica ante los intereses políticos y los enredos del poder. 

Siempre el fleco religioso  empeñado en hacer trizas lo que el mismo Dios, en cualquier formato que se conciba y se experimente, debería unir al ser el mismo origen de todos: la fraternidad universal y su práctica sin excepciones. 
En esa cuarta guerra hace su aparición el terrorismo como arma disuasoria y suicida, reivindicadora del infierno generalizado. Un terrorismo oscuro y enredado en un ovillo de odio racial y religioso, y manipulación mercantil, donde tan terrorista es el acto puntual de un ataque como las respuestas bárbaras, invasoras y masacradoras de inocentes, que equiparan a los "buenos"y sufridores occidentales, con lo más perverso y negro de los "malos" de Alqaeda. Todos salpicados  por el mismo fango y respondiendo a  una idéntica contraseña: destrucción masiva para hacer negocio con armas, drogas, petróleo, poder y estrategia de mercados. La amenaza ya no está sólo en el tercer mundo lejano y distante; puede saltar en cualquier punto del Planeta. Nadie está seguro. Y hace falta derrotar al "malo". Destruirlo. Y para eso es necesaria una fuerza internacional poderosa que globalice esa lucha defensiva del concepto yanky de libertad y derechos.

Ahora la cosa va agrandándose y se declara la quinta guerra mundial; ahora, cuando es la economía el objetivo que todos desean dominar, descaradamente y sin antifaces, para controlar el mundo entero. Las guerras convencionales ya han perdido interés, glamour y ganancias y sólo se mantienen lo justo para que la fabricación de armas siga siendo rentable. Mucho mejor y sin ruido se mata con medicamentos y toxinas, con alimentos horribles y vacunas "preventivas" cuya composición es tan terrorífica como sus efectos secundarios y secuelas. Con el estrés y la amenaza constante de la inseguridad y el peligro que las noticias expanden sin parar. ¿Cuántas noticias positivas se pueden escuchar cada día? Haced la prueba y os quedaréis de piedra. 
Hay que fomentar el miedo porque el miedo es muy rentable. Como la enfermedad y los percances. Por eso al mismo tiempo que te anuncian un McDonald's fantástico o unos helados cargados de grasas saturadas y azúcares de la peor especie, te colocan a continuación otro de píldoras anticolesterol y de edulcorantes maravillosos. O te amenazan constantemente con un coche que alcanza velocidades inauditas, al lado de una advertencia del Gobierno contra los accidentes de trafico y a continuación un spot increíble sobre seguros a todo riesgo. Es el caldo bélico de la quinta guerra mundial, donde el enemigo somos todos. Sin distinción. El sistema contra sus miembros, contra sus aparatos, órganos, tejidos y células. Autodestruyéndose mientras destruye. Un kamikaze de manicomio. 

Los sistemas ideológicos que aún sostienen el estado de bienestar deben desaparecer para que esta quinta guerra pueda ganarse sin saber para qué. Sólo por ganar a cualquier precio y acumular trofeos y dinero virtual y electrónico en Wall Street o en la City. 
Las democracias deben dejar de serlo, pero conservando la etiqueta con la marca liberal y "civilizada", para no levantar sospechas. Está muy bien conservar la cara moderada del centro; no ponerse al lado de los más ni de los menos. No tener ideas ni más ideología que una eficacia salida de los despachos de multinacionales, de la empresa privada, que da mucho caché. Un buen gestor. Si se mira bien, eso era lo que los italianos votaron cuando eligieron a Berlusconi, un buen empresario que haga del país un empresa ejemplar, o los españoles cuando confiaron en un resgistrador de la propiedad como Rajoy que vendía sensatez y sentido común frente al socialismo tan derrochador en solidaridad, culpándole del origen de la crisis, una estrategia muy usada y   publicitada por el ejército invisible de esbirros del dinero internacional. La solidaridad es un vicio a  exterminar. Los inmigrantes a su casa, aunque durante dos décadas como poco, hayan sido el sustento de la seguridad social con sus aportaciones, pero una vez eliminada ésta, los inmigrantes sobran. Como los enfermos o los dependientes o los maestros de la enseñanza pública, que tienen demasiado nivel y pueden enseñar unos valores que ya no convienen. 

Es "genial" dividir la sociedad en dos bandos, por eso hasta ahora ha tenido tanto glamour el bipartidismo. Interesaba. Ahora no. Porque la parte conservadora y más dormida de la sociedad, dueña de Europa, de USA y de China ha causado una hecatombe total y la parte más consciente de esa sociedad empieza a reaccionar cambiando de bando. 
¿Qué hacer ahora, cuando se le han visto las orejas al lobo porque los derechos y libertades desaparecen disueltos en el rating, el spread, los recortes y el miedo? Hay que reinventarse el centro para que todo parezca moderado y sereno, apolítico, porque tener ideas es fatal para el poder. El poder no quiere ni necesita ideas, sino sumisión y silencio cómplice. Y no-acciones sin reacción. 
El poder sólo se quiere a sí mismo sin comprender que esa autoendogamia onanista mata al mismo sistema porque no hay ventilación, ni crítica constructiva, ni diálogo ni flexibilidad, ni iniciativas nuevas que no se acoplen a la mediocridad, que a su vez, impide el crecimiento real y cualitativo y fomenta la reproducción desordenada de los deseos y apetitos letales. Las ambiciones sin salida que agotan lo que hay sin conseguir crecer de verdad; sólo multiplicarse y morir en esa operación infinita e insostenible en un universo finito pero renovable y recreable en otros planos más inteligentes que nacen espontáneamente de la bifurcación que intuyó el Nobel Ilya Prygogine o el mismo Nicola Tesla. Pero, obviamente, esa salida no está a disposición de las manipulaciones habituales, sino a pedir de boca de la conciencia autoconsciente. El motor cuántico del intelecto y de la física. Del alma y del corazón. Puntos que hasta ahora sólo se usaban en las novelas rosas y en los poemas cursis. 

En estas tesituras el caso Monti con esa dimisión rauda y veloz que parecía estar deseando, y la salida a continuación al mercado electoral como versión centrípeta del cotarro sociopolítico, canta la Traviata. Un plan estratégico del sistema para que, al estilo Príncipe de Salina lampedusiano, parezca que todo cambie para que todo siga igual. O sea, la mentalidad progresista tendrá que competir con la herencia de Berlusconi y la "moderación" diseñada por Monti y su clan tecnócrata que es una creación del mismo sistema que ha diseñado la crisis y la sostiene a base de recortes y reformas constitucionales en los países europeos, para que renunciando a su autonomía se pongan directamente en manos del poder, no ya sólo europeo, sino global, de los mercados sin escrúpulos ni más principio ético que apoderarse del mundo desde el alma aniquilada de los hombres abatidos por el consumismo, el miedo, la desinformación saturada de noticias sin relevancia y la necesidad. 

Monti ha caído en el espectro electoral italiano como la manzana podrida de la discordia, que estará podrida en cualquier caso para todos, ya sea dividiendo a la izquierda que deshaciendo los restos del naufragio de la derecha. Monti llega para que no se arregle nada, para confundir y que la gente dude y quite votos a la izquierda que busca una salida a lo Hollande y se sume los descontentos de la derecha. Con lo cual la derecha, sierva ferviente del capital, tendrá asegurada la sucesión en el poder, una vez eliminado el esperpento-fraude de Berlusconi, que ya no les sirve nada más que de lastre y desdoro. Y con la esperanza de que el caché internacional de Monti y su glamour europeísta haga milagros imposibles. Italia no ha caído en los rescates no porque Monti o Draghi ejerzan de superman, sino porque no está programado que caiga aunque esté de pena. Las logias internacionales de la propaganda tienen las llaves de esta crisis.Y de todas. Y tienen en Italia el bastión más potente y el peso de las grandes mafias internacionales que nacidas del mismo espíritu cosanostra, ndragheta o camorra, han superado con creces los ancestros, que son sólo folklore comparado con lo que hay a otros niveles. 
¿Qué mejor manera que retomar la estrategia de los aqueos para invadir una Troya imposible de conquistar, que utilizar un caballo como regalo de despedida? Monti dijo, "me voy", pero aquí queda ahora la candidatura rellena, como el mítico caballo, de guerreros y estrategas del Gran Hemano vigilante. Un siervo de Lehman Brothers no puede ser nunca un político inocente. 
Ya lo delata un detalle en apariencia frívolo e intranscendente: usar el teléfono móvil en la misa de Navidad.
Si yo fuese italiana estaría más preocupada por la posibilidad de que Monti se presente a las elecciones, aunque no las gane, que por las tontunas de Berlusconi, sus coqueteos con la Lega Nord y el fantasma desfondado de Bossi.


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