lunes, 9 de octubre de 2017


Yo soy español, español, español









El PP traslada tranquilidad a los catalanes: "Cataluña nunca va a ser independiente"
EFE
Yo soy español, español, español, y por eso me preocupa mucho cuando me asomo a la ventana y veo multiplicarse las banderas en los balcones de mi barrio. Es la primera vez que ocurre algo así en cuarenta años de democracia sin que haya un Mundial o Europeo de fútbol. Repito: la primera vez en cuarenta años que veo banderas españolas, españolas, españolas en los balcones de mis vecinos sin pretexto deportivo, al tiempo que ciertos cánticos de exaltación escapan de los estadios.
Yo soy español, español, español, y como tal siempre pensé que uno de los mejores frutos de nuestra democracia era la sustitución del viejo nacionalismo español, español, español por una suerte de patriotismo blando e inofensivo, desentendido de esencias históricas y señas de identidad excluyentes. Muchos españoles, españoles, españoles nos sentíamos como tales, incluso con orgullo, por motivos deportivos, culturales, paisajísticos, gastronómicos y afectivos. A veces también por motivos políticos (la ampliación de derechos sociales, el rechazo a la mentira gubernamental tras el 11M, o el despertar del 15M), aunque no llegamos a comprar el significante “Patria” que en su día intentó Podemos. El regionalismo, el localismo incluso, el orgullo de ser andaluz, mostoleño o de Carabanchel por encima de tu país, era una de las mejores cosas que nos había pasado como sociedad.




Yo soy español, español, español, y me asusta mucho el nacionalismo, ese que, como bien dijo Vargas Llosa, es una pasión “destructiva y feroz cuando la mueve el fanatismo”, y “ha llenado la historia de guerras, de sangre y de cadáveres”. Pero si hay un nacionalismo en esta península que haya sido destructivo, feroz, fanático y dejado más sangre y cadáveres, ese es el nacionalismo español, español, español, que en los últimos siglos defendió su hegemonía mediante dictaduras, guerras, exilios, cárcel y asesinatos. Un nacionalismo que tras la derrota de la idea de nación de 1812, se fue volviendo cada vez más reaccionario, antiilustrado y antidemocrático.
Yo soy español, español, español y como tal me inquieta el despertar del nacionalismo español, español, español. Nunca se fue, siguió existiendo en la derecha política y en parte de la izquierda, pero reciclado o disimulado en “patriotismo constitucional”. Seguía defendiendo con firmeza su dominio y sus intereses, y chocaba a menudo con los nacionalismos periféricos, pero al contar con todo un Estado propio a su servicio no necesitaba una conexión emocional con una masa social. Por eso éramos mayoría quienes nos sentíamos españoles, españoles, españoles sin tender banderas en los balcones.
Yo soy español, español, español, y tampoco me tomo a broma la normalidad con que estos días la ultraderecha se pasea por las calles, se suma a las manifestaciones, ondea aguiluchos y reparte palizas, emboscada en ese nacionalismo español, español, español que debe desvincularse cuanto antes de fascistas y denunciarlos cuando se cuelen en sus manifestaciones.
Yo soy español, español, español, y me preocupa mucho la crisis actual, la posibilidad de fractura social y enfrentamiento, y precisamente por eso creo que la mejor manera de defender España, España, España no es blindando e imponiendo un modelo de país que deja fuera a muchos catalanes pero también a muchos españoles, españoles, españoles. Muchos deseamos que nuestros compatriotas de Catalunya sigan siéndolo porque ellos lo quieran, no por imposición y porrazo. Y por supuesto contando para cualquier solución con los catalanes que no quieren la independencia, que son muchos como se vio el domingo.
Yo soy español, español, español y por eso quiero un futuro para mis hijas en un país sin enfrentamientos territoriales, sin nacionalismos agresivos, y con respeto democrático a minorías y mayorías, pero también sin desahucios, sin paro estructural y precariedad de por vida, sin desigualdad, trabajadores pobres, fracaso escolar, corrupción, impunidad, fosas comunes, justicia politizada y emigración económica forzosa para los jóvenes. El problema no es Catalunya, el problema es esta España, España, España fallida y necesitada de reseteo para que no se quieran ir tantos catalanes y podamos seguir viviendo con o sin orgullo tantos españoles, españoles, españoles. 

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Bien venido, Isaac Rosa. Y gracias por estar ahí; ya hace muchos años que  no me siento española nada más que por el DNI. Admiro a los españoles como tú, pero me declaro insolvente patriótica y estoy convencida -mis maestros inmigrantes refugiados me lo enseñan cada día- de que la única patria y nacionalidad que merece la pena en este mundo es ser buena persona  y lo más inofensiva posible para el resto de humanidad y de Planeta en general. 
Mientras las patrias no se quieran adecentar, sean pirañas chupasangres y criadero de odios, "legalmente" separadoras y maltratadoras sociales y gestoras de genocidios sacrosantos en nombre de su "legalidad" omnimpresentable,  que no cuenten con mi adhesión. Lo mismo me vale para ideologías y religiones, que son de la misma pasta que las patrias. Te aseguro, querido Isaac, que no hay cosa que me entristezca más que cada mañana las puñeteras patrias se asomen a mi vida para darme la razón en lo que desesperadamente deseo estar equivocada y dejar de tener razones, certezas demoledoras y tristísimas pruebas del nueve.

Por todo ello, sólo me importan los seres vivos, en cualquier estado natural en que se encuentren: sólido, líquido o gaseoso, o sea, como entes fisiológicos, conductuales y anímico-cognitivo-espirituales y que son parte de la conciencia común del planeta Yosotros. Si me sacan de ahí me quedo en nada, reducida a mera patriota involuntaria en cualquier formato del apego ansioso, perdida en el reino de Nuncajamás. Y viendo el panorama, la verdad, paso de patria, pero no de mis semejantes: todos los seres vivos. A veces pienso que a lo mejor sí tengo patria: el amor por el milagro de la vida en cada ser; del electrón a las galaxias, ida y vuelta, con todo lo que ese abrazo pilla por medio. 


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