La importancia de que opinen las mujeres
Más allá de la polémica del congreso de columnistas de León, la
realidad es que pervive la costumbre, en tertulias y secciones de
opinión, de dar primacía a la voz masculina, especialmente cuando se
habla de "asuntos serios"
Desde este miércoles se
está celebrando en León un congreso de columnistas, planteado
inicialmente con polémica. Todos los ponentes eran en un principio
hombres. Ante las protestas y dado que lo organizan con una subvención
de 11.000 euros del Ayuntamiento, además de otros patrocinios, han incluido a 5 mujeres de muestra. Y en la proporción profesional e ideológica del conjunto.
El programa se inicia con Jorge Bustos, recién nombrado jefe de opinión
de El Mundo. Se apresuró a defender al organizador, su joven amigo
Garabito, que habría sido “objeto de un escrache por no guardar la debida reverencia a la perspectiva de género”.
Bustos emplea expresiones como “el despreciable espécimen del feminista
predador”, no nos podemos llamar a engaño. El congreso cuenta, a pesar
de todo, con columnistas interesantes. Manuel Vicent y Ángel
Sánchez-Harguindey, de El País, lo son de forma incuestionable. Lo mismo
que Raúl del Pozo y Lucía Méndez, de El Mundo. Y, sin duda, con algunos
otros. Pero quizás sea oportuno aprovechar la ocasión para hablar del
columnismo en España. Y de lo que implica que se relegue la opinión de las mujeres.
Por supuesto, la opinión es opinable,
pero tiene unas reglas. Debe estar fundamentada, es periodismo, y ha de
separar los hechos del juicio que le merecen a quien escribe. El
profesor Ignacio Sánchez-Cuenca firmó uno de los mejores análisis que se
han formulado sobre los columnistas en España. El declive de las
“grandes firmas” llega cuando la crisis exigía conectar con los
problemas cotidianos y salir del “tema nacional” que les priva. Viejas
glorias sobre todo, y nuevas, con ideas superficiales y frívolas,
escritas en tono rotundo y prepotente. La obsesión por confundir su moral privadísima con la moral pública . Se documentan poco, a diferencia de los grandes columnistas internacionales, y aportan perspectivas estrechas. La desfachatez intelectual, llamó a su estudio Sánchez-Cuenca, que desde luego no se puede resumir en cuatro frases.
En el crítico momento que vivimos, se incrementan columnas a modo de
saco de entrenamiento para boxeo. Esa desesperación de múltiples
opinadores que golpean y golpean al enemigo -político generalmente-
hasta quedar exhaustos. Siempre a los mismos sujetos de sus obsesiones,
reyes que los destronaron, culpables de todos los males. Quien se anime a
ello podría hacer una tesis doctoral.
Y la mujer casi ausente. Un 5% de firmas femeninas fijas detecté en El
País en sus tiempos de mejor periodismo. No se ha cambiado mucho. Ni en
el resto de los medios. La presencia de la mujer en las columnas siempre
es notablemente menor a la del hombre. Y lo mismo ocurre en las
tertulias de televisión donde solo son “la muestra” también, en la
mayoría de los casos. Con suerte. A pesar de reiteradas críticas, hay
veces que la mesa de debate está compuesta solo por hombres.
Especialmente si han de abordarse “asuntos serios”.
No hace tantos años que, hasta para cantar las bondades de una
lavadora, utilizaban una voz masculina. No en la famosa escena del sofá
de los primeros anuncios, sino en las locuciones mucho más tarde. El
hombre como voz de confianza. Poner voces femeninas -incluso en lo que
aún llaman algunos trogloditas “labores propias de nuestro sexo”- hubo
de hacerse con mucha prudencia y poco a poco, explicaban los
publicistas.
A la mujer se
la considera experta en “sus cosas”. Solo. Si se trata de buscar una
información fiable en reportajes, entre una catedrática y un
catedrático, una científica y un científico, se suele elegir al hombre a
quién se le supone más autoridad o conocimiento. Varios estudios
detallados cifran la proporción en tres hombres por cada mujer, y eso
desde hace apenas un par de décadas, antes era raro, prácticamente no
existían.
Tiene
consecuencias no contar con suficientes mujeres entre los creadores de
opinión, aunque lo apropiado es decir en generadores de reflexión. Así
debería ser. Relegar a la mujer influye en los cambios, en la involución
social. Se da por hecho que tenemos un papel secundario, se priva a la
sociedad de voces cualificadas y se consolida la discriminación que,
como todas, es injusta. Se marca un modelo, ese modelo.
Este congreso de columnismo, ya el segundo que celebran, cuenta con el
patrocinio de la Fundación Francisco Umbral. Y eso explica todavía más
su inspiración. Umbral era un columnista brillante y un hombre tortuoso.
Un machista eminente. Abro comillas: “ Rubia y
concienzuda, con buen cuerpo y mala voz, puntual e indiferente, guapa y
sin mensaje. Rosa María Artal es la nueva locutora del último
telediario. Así como con Rosa María Mateo y Victoria Prego se ensayó la
mujer/mensaje, la noticia caliente, la cosa con Rosa María Artal (pecho
caído, hermosura tranquila, ancha paz) parece que va a ensayarse la
hembra como medio sin mensaje”. Y así seguía durante toda la columna y
otras columnas. “Virgen de noticias, patrona de los desinformados”.
Paradójico, realmente paradójico, pensé. Dado el renombre de Umbral,
durante unos meses, años, en todas las entrevistas me preguntaban: “¿es
usted fría?”
El colofón fue
cuando su esposa, la fotógrafa María España, y la periodista Pilar
Eyre, me hicieron un reportaje con una foto rompedora que me
aconsejaron. En medio del Paseo de la Castellana, en la línea divisoria
entre los dos sentidos. Sola ante el peligro, con una entrevista
comentada en tono jocoso a la pobre tonta, moza aguerrida, gacela de no
sé, con la que “les ponían los cuernos un poco cada noche sus maridos”.
La entrevista es otro manual de machismo, del hecho por mujeres. La
gacela, cazada.
Así crecí, que diría Labordeta. Y crecimos. Siempre obligadas a un
doble esfuerzo por ser mujeres. Para muchas de nosotras es la historia
de nuestra vida, en cualquier actividad. Hoy como ayer. La memoria
vuelve a los orígenes de tantos males, de tantos falsos mitos, de tantos
renglones torcidos, al saber del peculiar congreso.
Ahora, aunque en número desproporcionado e insuficiente, somos muchas
más las columnistas. Sin causar rechazo más que en machistas
recalcitrantes. Qué bien es verdad se han soltado el bozal al hilo de
las impunidades. Es vital persistir. Más en la senda de la marcha atrás
que se ha impuesto en todos los campos y que habrá de revertirse
imperiosamente. Las mujeres no podemos consentir quedarnos fuera. La
sociedad no debería permitírselo a sí misma.
:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Querida RosaMª, por si sirve de algo, yo te recuerdo en aquellos tiempos como una ventana abierta a un paisaje sano, como viento fresco y vital en un tanatorio. Y lo más hermoso es que el tiempo sólo ha conseguido hacerte más fuerte y resaltar aún más tu espléndida madurez periodística y sobre todo como ser humano. Bravo por ti y por todas las mujeres que no temen, que superan constantemente zancadillas y cretinadas convertidas en dogma. Y bravo por los hombres buenos, sanos e inteligentes que ven en cada mujer a una hermana, a una amiga, a una compañera y a una igual. Bravo por todos los seres humanos que se descubren parte del Otro y de la Otra, sin desigualdades ni fisuras rupestres ni banderas separadoras y letales. Bravo por las mujeres y hombres despiertos que hacen de la conciencia personal y colectiva, de la conciencia Natural que abarca el Planeta y la existencia de todos los seres vivos, la brújula de su camino vital. Un abrazo, campeona!
No hay comentarios:
Publicar un comentario