La hora de los parlamentos
Cuando parece obvio que tanto Mariano Rajoy como Carles
Puigdemont están inhabilitados para poder dialogar, el Congreso de los
Diputados y el Parlament son los únicos órganos con legitimación
democrática directa para poder hacerlo
Parece obvio que tanto
Mariano Rajoy como Carles Puigdemont se han inhabilitado con su
trayectoria para poder dialogar, a fin de intentar buscar una salida al
laberinto en que se encuentra en este momento el problema constitucional
más importante, más antiguo y más persistente que ha tenido España: la
integración de Catalunya en el Estado. Es inimaginable siquiera que
puedan citarse para iniciar una conversación. Cada uno de ellos está
preso de lo que han hecho y, sobre todo, de lo que han dicho a lo largo
de estos últimos años. Ninguno de ellos dispone de la llave que les
permitiría abrir la puerta de la prisión en la que ellos mismos se ha
recluido.
Ante esta circunstancia
únicamente hay un órgano tanto en el Estado como en la Comunidad
Autónoma de Catalunya que puede tomar la iniciativa. El Congreso de los
Diputados y el Parlament. Son los dos únicos órganos con legitimación
democrática directa y que, como consecuencia de ello, pueden ponerse en
movimiento en el momento en que lo estimen oportuno y coger el toro por
los cuernos.
En el Estado Constitucional, en el
español y en cualquier otro, una situación de bloqueo no puede
soportarse más allá de un plazo sumamente breve. La disolución del
ordenamiento constitucional es la alternativa inmediata. Más todavía
cuando nos encontramos en una coyuntura muy compleja que viene
prolongándose desde hace mucho. El margen temporal de maniobra del que
disponemos es muy pequeño.
En mi opinión, la presidenta del Congreso de los Diputados debería
reunir la Mesa del Congreso y convocar la Junta de Portavoces y tras el
análisis de la situación y el debate correspondiente, con la
asistencia, si es preciso de los servicios jurídicos de la Cámara, que
para algo están, explorar qué vía se podría poner en marcha. Vía que no
tiene que estar prevista en la Constitución, pero que obviamente no
podría ser anticonstitucional.
En el Congreso de los Diputados hay un órgano especialmente apropiado
para que se acudiera a él en la coyuntura en que nos encontramos. Me
refiero a la Comisión Constitucional, que es el órgano al que la
Constitución encomienda expresamente la negociación y control del
Proyecto de Estatuto de Autonomías que aprueba el Parlament de la
nacionalidad o región a fin de constituirse en Comunidad Autónoma.
La Constitución hace descansar el proceso de integración de las
“nacionalidades y regiones que integran España” no en los Gobiernos sino
en los Parlamentos. El proceso de integración es un compromiso entre el
principio de unidad política del Estado y el derecho a la autonomía de
la nacionalidad. El Congreso de los Diputados es el portador del
principio de unidad. El Parlamento de la nacionalidad del derecho a la
autonomía. No son los Gobiernos sino los Parlamentos los que deben ser
los protagonistas de la negociación y de definir los términos de la
integración de la parte en el todo.
Dado que
nos encontramos ante un problema insoluble para los Gobiernos del Estado
y de la Generalitat, ¿por qué no abrir un debate coral entre la
Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados y la Comisión
correspondiente del Parlament, acordando parar el reloj durante el
tiempo que ambas comisiones consideren que necesitan para intentar
alcanzar una acuerdo, que puede ser sustantivo o procesal o mixto?
El Parlamento es el “patrón oro” de toda democracia digna de tal
nombre. Es el único órgano que representa de manera completa la
soberanía popular. Justamente por eso, puede actuar cuando ningún otro
órgano puede hacerlo por razones jurídicas o fácticas. En caso de
extrema necesidad es el único órgano al que se puede acudir.
En esas estamos.
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Completamente de acuerdo. Es más, estoy segura de que han sido los parlamentarios de ambos bandos quienes han conseguido moderar los criterios de Puigdemont, de Rajoy y de sus gobiernos, entrevistándose a diestro y siniestro y aguantando carros y carretas. Haciéndose responsables de su cometido como trabajadores a sueldo de la ciudadanía cuyo contrato se firma en las urnas.
Al Psoe, según parece, aun le quedan restos de su tradición dialogante, aunque poco innovadora, es como el abuelo escarmentado que aunque ya está para pocos trotes, sabe de qué van las tensiones épicas del pasado reproducidas en el presente, con el aporte de la inteligencia política y práctica de IU ahora en la coalición Unidos Podemos templando con su maestría y su decencia el hierro de las fijaciones, más la rama vasca del sentido común del PNV y del borrón y cuenta nueva de Bildu, siempre desde la honestidad, como Esquerra Republicana y En Comú Podem, En Marea, Compromís y Equo. Muchas voces a favor del entendimiento y muy bien templadas. Una incipiente fraternidad de la sensatez política.
Muy bien combinada la intervención de Pablo Iglesias, el profesor activista y cada vez más servidor del pueblo que jerifalte hegemónico. (Un sobresaliente, Pableritas igual que para Alberto, Garzón por supuesto como en la moción de censura, y para Xavi Doménech y Joan Baldoví de Compromís- El camino del acierto político es el adecuado cuando el mensaje que se da coincide exactamente con lo que diría la ciudadanía si pudiese hablar en el Parlamento. Decencia, respeto, valor, inteligencia a tope y lucidez total. Felicidades a los cuatro y un abrazo).
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