Patatas a la diabla
Cataluña camina de casi cualquier modo hacia unas elecciones y todo sería más sencillo sin la pesada carga del 155 en marcha
Todo
es una cuestión de patatas. Lo hemos descubierto en el pleno sobre la
situación de Cataluña celebrado en el Congreso. Y, créanme, ha sido un
hallazgo porque muchos nos temíamos que terminara siendo una cuestión de
huevos y esas son bastante peores. Es necesario contar las patatas
catalanas, se decía en la tribuna, contar como las patatas a esos
catalanes que ya no se sienten españoles, para lo que se reclamaba un
referéndum legal. Al portavoz del PNV no se le olvidó en su intervención
que se trata no sólo de las patatas catalanas sino también de la
existencia de las euskopatatas -de Araba, como es sabido- y al
valenciano le vinieron a la boca las patatas propias. Fue Rajoy el que
remató recordando las papas canarias, las afamadas patatas gallegas "y,
no se le olviden, las patatas españolas". Cuestión de patatas.
Cocinarlas es otra cuestión y es especialidad patria
hacerlo a la diabla. Picantes hasta el desmayo, como la situación
política que vivimos. La patata patria vino a definir de nuevo en
intervenciones mas calmadas, sosegadas, que el problema de división
respecto al modelo territorial sigue enquistado en sus posiciones pero
que la intención de bajar el soufflé de tensión era más importante que
cualquier otro guiso. Todo lo que sucedió en el Congreso fue mejor que
si se hubieran cocinado huevos y eso, insisto, es buena noticia. El tono
de Rajoy fue deliberadamente buscado para conseguir ese efecto. Los
incendiarios, que muchas veces le anteceden, habían convertido el
Independance Day en una olla hirviente de golpes de estado, leyes
candentes, detenciones y todo tipo de graznidos apocalípticos pero,
guste o no, el presidente del Gobierno ha templado la gaita por debajo
de lo que le pedían sus exaltados, ayudado sin lugar a dudas por las
presiones de los socialistas en la madrugada. El pleno de las patatas
estuvo bien para ver que hasta Rafael Hernando puede ser ensillado y que
el Gobierno tiene una senda más sosegada que la que se podía prever, al
menos por el momento.
Lo cierto es que casi no se
habló de lo que de verdad marcará la vida política española en los
próximos días, que no es otra cosa que la activación en doble escalón
del artículo 155 de la Constitución. Rajoy sólo se refirió a él para
especificar su contenido en su respuesta a las réplicas. Lo cierto es
que en la primera parte del requerimiento se le pide a Puigdemont que le
diga al Gobierno, antes de las nueve de la mañana del lunes 16 , si
declaró la indepedencia de Cataluña. Si responde que no, el contador se
pondrá a cero y veremos como se rebaja la tensión y se empiezan los
trabajos en la Comisión de Estudio de la Reforma del Modelo Territorial
que han logrado impulsar el PSOE y las diferentes patatas comenzarán a
hervir. Sí el Molt Honorable responde que sí o no responde o responde
con la misma ambigüedad, entonces el requerimiento mencionado en el
propio artículo 155, y que también se ha incluido, se pondrá en marcha
instando a Puigdemont a deshacer lo andado y a exigir a Forcadell que
haga lo mismo en el Parlament. En caso contrario la ignota y amenazadora
vía del 155 comenzará.
Nadie la desea. El propio
Rajoy dejó caer ayer un par de frases claras respecto a la necesidad de
aprovechar el tiempo para convencer a Puigdemont de que frene
definitivamente esa posibilidad con un no. Hasta al PNV le pidió el
presidente ese esfuerzo a sabiendas de lo que hacía. Pero lo cierto es
que la patata caliente está ahora en la mesa de Puigdemont y sus
difíciles equilibrios. Y a pesar de que el PdeCat da por sentado que
Rajoy ya sabe cual será la respuesta, lo cierto es que muchos contenemos
el aliento esperando que esa opción sea aprovechada. Considero que el
diálogo y la negociación -que no la mediación- son imprescindibles para
solucionar una crisis de alto voltaje político pero tampoco puedo negar
que el Estado de Derecho debe ser restablecido, si es que fue vulnerado,
porque sobre él descansa la democracia.
No le quedan
a Puigdemont más opciones que reconocer taxativamente que dio un paso
atrás, lo que le honra aunque no ante su público, y probablemente ser
abandonado por sus socios de la CUP o mantenerse en que sí hubo una
declaración de independencia y activar la espoleta que llevaría a su
sustitución por un Gobierno que convocaría elecciones. Cierto es que
también le queda la vía de convocar elecciones él mismo antes de que
venza el plazo. Cataluña camina de casi cualquier modo hacia unas
elecciones y todo sería más sencillo sin la pesada carga del 155 en
marcha.
Así es como están las cosas y tengo claro que
están mejor que si Puigdemont no hubiera frenado el día 10. Frenar
permite dar marcha atrás y eso es lo que ahora le piden que haga a las
claras. No obstante, según se dedujo ayer del pleno, al Partido Popular
le falta entender una cosa sustancial y que le repitieron varias veces:
el verdadero problema subsistirá incluso cuando la ley sea restablecida.
No hay posibilidad honesta y sin riesgos de encastillarse en una
estructura territorial que no funciona ni es realista pensar que dos
millones de personas y sus sentimientos desaparecerán diluidos como cree
Rajoy que sucede siempre con los problemas. Si eso está asumido será
más fácil hablar y si comprenden todos que negociar es frustrarse y
perder todos, estaremos casi seguro camino de una solución que nos
permita volver a estar cómodos juntos.
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