sábado, 14 de octubre de 2017

Inteligencia + civismo = sentido del humor


Los individuos y los pueblos que saben reirse de sí mismos son, de verdad, tan libres e independientes, que ninguna cadena ni castigo les puede atar ni impedir su liberador sentido del humor sin fronteras, que es una fuerza invencible y necesaria para mantener la vida y la salud. Un verdadero patrimonio inmaterial y divertidisimo de la humanidad. Da igual la ideología que se tenga, si hay sentido del humor, seguro que es tan útil e inteligente como inofensiva para nadie, excepto para la estupidez que no comprende nada e interpreta al revés y en negativo lo que percibe.
Pedro Muñoz Seca, un inofensivo autor teatral de principios del siglo XX, especializado en juguetes cómicos y astrakanes como Anacleto se divorcia, La plasmatoria o La Venganza de Don Mendo, al que fusilaron en el bando republicano durante la guerra civil (no a Don Mendo, sino a su autor), seguramente quienes carecían de sentido del humor -nadie capaz de reirse del mundo y de sí mismo caería jamás en la estupidez de asesinar a nadie y menos, por ideas- minutos antes de ser fusilado pidió decir una frase como última voluntad, y dijo ésta: "Podéis quitarme la vida, pero os aseguro que el miedo que tengo ahora mismo no me lo quita ni mi padre". Y con esa salida zen, desbarató y "desautorizó" el odio y la cretinez que le habían llevado al paredón de un modo tan feroz como obtuso. Ninguna idea, ninguna "patria" vale una sola vida humana. Y las ideas que matan, oprimen, vulneran o humillan, son tan pésimas como inútiles. Sólo bloquean. No construyen ni ayudan a nadie a mejorar ni a superarse.

Contra barbarie y horror, más respeto y más humor. El respeto con humor es convivencia y democracia, el humor sin respeto no existe, es un patético esperpento y crueldad psicópata, que sólo se divierte y se viene arriba con el sufrimiento y la humillación de los demás, por parte de quienes son incapaces de verse a sí mismos y mucho menos de hacerse autocrítica y encima de hacerla en clave de humor. 

Somos nosotros quienes ponemos los nombres y los adjetivos calificativos a las cosas y  las situaciones para poder asumirlas. Nosotros podemos hacer que el sufrimiento sólo sea dolor pasajero y superable mediante la comprensión y la desactivación del drama con la solidaridad y la empatía, que el rencor no nos amargue la vida, que los dogmas no hagan de la sociedad un infierno kafkiano que nos convierta en insectos; todo está en nuestras manos al elegir el modo de comprender y gestionar la realidad;sin nosotros ,los y las protagonistas creadores solistas y corales de las  realidades que vivimos, no hay drama ni comedia ni tragedia.

En momentos como los que vivimos, los clásicos pueden darnos buenas pistas. Calderón de la Barca es un crack para estas cosas. Si le echáis un ojo a La vida es sueño, en el personaje de Segismundo podréis reconocer zonas importantes de la conciencia colectiva que siguen en activo dentro de cada una de nosotras, lo mismo que en El gran teatro del mundo. Como en Shakespeare, en Cervantes y en Moliére. En ellos se puede reconocer que la sutileza del humor y la fina ironía aplicados a la vida, salvan al  ser humano de la locura y de las tinieblas caóticas, tanto personales como colectivas.

Para pensar un buen rato, los versos de Calderón. Mientras nuestra conciencia no nace ni crece ni pincha ni corta, la vida es un sueño, a veces agradable, a veces insustancial o cansado, a veces intrigante, vacuo o frívolo, pero otras veces es horrible como la peor de las pesadillas. Sólo despertando salimos de la caverna, de Morfeo o de la de Platón, siempre la caverna de fondo para los bellos durmientes, la cómoda y resignada cueva de los sueños e ilusiones y tantas veces coincidiendo con la de Alí Babá...y los cuarenta ladrones (ah, si sólo fueran cuarenta... ppero quiá, se multipplican por espporas)

Nos conviene recordar que mientras no despertemos nadie está exento del sopor y que habiendo hecho oposiciones al cargo de durmientes sine die mediante la fatídica aceptación del sistema que nos tritura y nos narcotiza con nuestra complicidad:

Todas somos Segismundo y su monólogo

Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!


¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?
 

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.


Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.


¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

 

¡Así que hale a espabilar, y maníaco-trumpiano el que no despierte..!


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