jueves, 7 de enero de 2016

La voz de Iñaki


foto de la noticia

Consensuar sin ceder no puede ser

EL PAÍS  

:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::  

Quizás el mayor obstáculo para el consenso es el ego partidista, la manía de tener y sostener las propias razones parciales por encima del bien común. La sensación que la ciudadanía tiene desde hace tiempo (ya el 15M lo dejó muy claro) es que a los partidos lo que verdaderamente les interesa es trepar y quedarse en el poder, y para eso tienen que montarse sus guerras, en vez de buscar el entendimiento y la distensión con el resto de fuerzas políticas. Les importa más mantener sus líneas rojas, que conseguir un gobierno adecuado a lo que se ha votado en las urnas. Hemos votado pluralidad pero los partidos buscan la hegemonía. Hacerse con el poder en bloque monoparental y al parecer les importa un rábano el resultado de los comicios. Como no les ha gustado, prefieren un bis electoral que les proporcione lo de siempre,y esa actitud plantea un dilema grave. Sí, muy serio. Los partidos se están revelando como casta, incluido Podemos, al despreciar la orientación del voto ciudadano. No queremos mayorías-rodillo. 
Pedro Sánchez ha viajado a Portugal para aprender como se consigue la unidad popular de la Izquierda, aunque en realidad, hubiera sido mucho más fácil y barato entrevistarse directamente con la izquierda de casa, quitando las manías dogmáticas; la mejor manera de desmontar la cerrazón es abrir las puertas del diálogo sin condiciones previas que lo impidan, como es el tema del referendum catalán, que es menos trascendental que ponerse de acuerdo para diseñar un gobierno a la altura de lo que la ciudadanía exige. Para la mayoría ciudadana, incluida la de Catalunya, mucho más importante que el soberanismo y sus rifirrafes, es que el empleo crezca de verdad y no en plan chapuza, que los contratos y salarios dignos permitan vivir a los trabajadores, que no haya desahucios ni miseria energética ni niños sin comida, sin material escolar y abandonados en barracones de plástico y uralita, ni recortes en lo necesario y despilfarro en lo superfluo. Ni corrupción a mansalva. Esas deberían ser las verdadera líneas rojas de un Estado decente frente a la indecencia y la inmadurez política de un sistema repugnante y deshumanizado. Un apaño que está colocando el ego de un Mas o de un Rajoy, y sus partidos, o de un Sánchez y un Iglesias y sus respectivas ideas fijas, por encima de lo que verdaderamente importa. Ya habrá tiempo para tratar el referéndum cuando hayamos arreglado lo básico: la superviviencia, los DDHH y la dignidad de las personas. ¿Acaso vale de algo discutir sobre el cultivo de la patata temprana si no hay ni tierra disponible ni recursos adecuados ni labradores dispuestos y aptos para ese empeño? Se trata de aterrizar, de pisar tierra y dejar el asalto de los cielos para nuevas entregas hollywoodenses de Star Wars
No pagamos subvenciones a los partidos para que se burlen de nosotros, ni para que ejerzan de caciques aprovechando las urnas y abusando de ellas cuando no les mola el resultado y piensan que hay que repetir elecciones si la voluntad de la ciudadanía les incomoda porque no coincide con los intereses demoscópicos y negociantes de la dichosa casta, que ya ha conseguido engullir a Podemos, su detractor "oficial". Menos cinismo y más honestidad. Menos enredos y más buena voluntad. Menos lineas rojas y más diálogo y consenso, que no es debilidad política sino uno de los principales recursos y habilidades de la inteligencia colectiva. 
Más Platón y menos Alcibíades, o sea, más ética social y política y menos neoliberalismo camuflado de bienestar para cuatro gatos y menos apego ansioso al poder y a los sillones. Los votos no son patente de corso para ejercer un cacicato a su bola, sino la firma de un contrato público, donde la ciudadanía encarga a unos portavoces determinados, un servicio muy bien pagado, por cierto, y ellos deben responder a las exigencias de los contratadores cumpliendo con la voluntad expresada en el voto. ¿No estamos en el reǵimen-sistema de en un Estado-empresa, donde si los trabajadores no cumplen con sus obligaciones, se les despide sin más? Pues esa misma medida hay que aplicar en la política-negocio vitalicio. Menos escaqueo en los temas soberanistas y demagogos usados como maniobra de distracción para que con soberanía o sin ella, sigan mandando las mismas mafias en todas las geografías y demarcaciones.

No hay comentarios: