lunes, 4 de enero de 2016

La voz de Iñaki

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Una segunda oportunidad

EL PAÍS 

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Nada es lo que parece, querido Iñaki. Sobre todo cuando la política real sacude las alfombras y desentumece el cuerpo enmuermecido de la política rutinaria y dormida en su propio jugo ya reseco. La CUP, las Mareas, las iniciativas cívicas y éticas en común  de la ciudadanía se están revelando como las mejores navegantes en las aguas turbulentas y desnortadas de un  Estado enfermo de apañitis crónica, enranciado hasta cuando se empeña en regenerarse en pleno efecto fotocopia, falto de ventilación y de higiene social, que ha ido incubando la degeneración paulatina de objetivos y el conformismo con cualquier cosa que dé poder, "paz social" amordazada, estatus giratorio para retirar "profesionales" de lo que jamás debería ser profesionalizado, como es el servicio gestor del bien común convertido, patéticamente, en negocio vitalicio, y connivencias que faciliten el entramado hecho costumbre y enfermedad política. 
 
El ejemplo de la CUP es cristalino. Por encima del mejor  soberanismo que pueda existir está la ética y su mejor metrónomo es el aterrizaje en el alma ciudadana. En la esencia de los pueblos. Y sólo esa fuerza tiene el poder moral de impedir debacles y entuertos irresolubles donde la picaresca del poder a cualquier precio hace estragos con el cuento de "la ilusión" en proyectos engañosos que solo sirven para prolongar el estado de descomposición, con remiendos y zurcidos insostenibles, pero muy rentables para sus inventores y voceros.
La CUP ha conseguido frenar la caída libre por el tobogán de destarife masista y hacer un hueco a la sensatez de un partido tan decente y digno como Esquerra Republicana, para la reflexión conjunta, para separar la indecencia de la soberanía. La mena de la ganga, el carbón de la escoria. La noble legitimidad que implica la expresión del poder de elegir qué modelo de estado se necesita separada del innoble enjuague que supone utilizar esa legitimidad como tapadera de sucias historias sin más salida que los juzgados de guardia. Lo mismo en Catalunya que en el resto del Estado. 

Y es que siempre acaba siendo la conciencia refugiada en las células sanas del  cuerpo social la que puede crear el antídoto que redime de la enfermedad entrópica generalizada. Fue una pequeña iniciativa popular la que impulsó la lucha contra los desahucios y dio lugar a la PAH mediante la mediación de Ada Colau que tras más de un lustro de duro empeño y removiendo conciencias ha desembocado en Barcelona en Comú. Ahora la CUP no está sola en el empeño por la regeneración democrática y Barcelona en Comú la apoya en su esforzada tarea. 
Lo que no han conseguido las banderías sectarias lo puede conseguir una ciudadanía decente y portavoz de sí misma, sin egos ni manías proselitistas. Simplemente con el amor por el que sufre, por la inteligencia colectiva empleada en los más humanos asuntos, con la conciencia transparente  bien despierta que permite organizarse sin crear esclavitud ni mercadillo de favores interesados. Es el aire nuevo y generoso de la bifurcación, es el agua limpia que lava la mugre de siglos y desincrusta los posos de la deshonestidad considerada hasta como  virtud, táctica, estrategia y modus vivendi.  
Gracias a ese movimiento continuo e imperceptible de la vida, que casi no se percibe entre la barahúnda  del embrollo de intereses, la misma vida es posible. En catalán y en castellano, en euskera, en bereber o en hassaní. Por encima de cualquier consideración de soberanía geopolítica debe brillar la coherencia de la dignidad y unos valores éticos y estéticos sine qua non, que se traducen en mera Justicia.
Como Calderón hace hablar a Pedro Crespo en el Alcalde de Zalamea y Lope de Vega al pueblo en Fuenteovejuna. 
La ciudadanía está compuesta por muchos cerebros pensantes desde la realidad cotidiana, de un sentimiento de unidad en lo justo y necesario y sólo cuando esa inteligencia común se expresa libremente y callan los miedos de la oligarquía de cualquier color, es posible disponer de un panorama real de la historia presente. No es demagogia ni populismo, al contrario, populismo y demagogia es el engaño de las hegemonías envuelto en falsa democracia para narcotizar la conciencia colectiva, silenciarla y utilizar a los seres humanos como animales de carga y productores de alimentos con su propio sacrificio, en la granja del Estado, con un pienso medianamente seguro, aunque de mala calidad y escaso, con el abrevadero racionado a cambio de un trabajo agotador y una obediencia sin condiciones bajo el látigo de los gañanes a sueldo de los caciques. Pero ese estado ideal que ha dado lugar al capitalismo salvaje y a sus mercados de esclavos, ya no tiene futuro: la propio naturaleza agotada por la ambición y su avaricia, lo demuestra. El Planeta no aguanta tanta maldad y tanta estupidez en el mismo lote. Los habitantes de este reino celtibérico  del nunca jamás, tampoco. Pero tienen aún la paciencia inteligente y generosa de dar una segunda oportunidad al pelotón de los tontos. A ver si de ésta se espabilan. Ains!

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