Tranquilo, presidente, que es la guardia civil
La razón para tanta impunidad no puede resultar más obvia:
nadie quería remover el avispero del fútbol y acabar convertido en el
enemigo público número uno de media España
La Benemérita ha entrado en la Federación Española
de Fútbol y ha detenido a su presidente, Ángel María Villar, a su hijo
Gorka y a su todopoderoso vicepresidente, Juan Padrón. Esta vez sí
podemos decirlo. Ya es oficial. La Transición ha terminado… al fin. Se
acabó la jarana de andar lanzando cada año la segunda, la tercera o la
Transición 2.0 o 3.0. Políticos y analistas debemos empezar a buscarnos
otro tópico donde refugiarnos. El último territorio donde no regían ni
el imperio de la ley democrática ni el Estado de derecho ha caído o va
camino de hacerlo para entrar por fin en la era moderna. Ha sido un
viaje largo y sinuoso pero ha merecido la pena. Aún queda mucho por
recorrer pero merecerá aún más la pena.
Primero fue
acabar con los sultanatos y satrapías que constituían los clubes de
fútbol, obligándoles a funcionar como sociedades contra el ruido y la
furia de unas cuantas protestas y movilizaciones de aficiones locales,
alcaldes, diputaciones y gente con demasiado tiempo libre en general.
Luego se empezó a poner fin a la anormalidad mil millonaria que suponía
que la mayoría aceptáramos, sin rechistar, que los clubes de fútbol
sostuvieran deudas descomunales con Hacienda y la Seguridad Social
mientras sus presidentes despilfarraban como jeques obnubilados por el
verano marbellí. Cierto que ha requerido planes de pago a varias décadas
y una condonación encubierta de parte de la deuda, en una muestra de
tolerancia que la Administración no prodiga con otros estamentos y
sectores, pero al menos ahora pagan.
Hemos tenido que esperar tres décadas y tres amnistías
fiscales para ver cómo Hacienda empezaba a desmantelar la
excepcionalidad fiscal donde han vivido y viven clubes, representantes y
futbolistas. Lo ha empezado a hacer bajo la ruidosa presión de una
opinión publica convertida en hinchada permisiva y tolerante con los
defraudadores que visten sus colores y las protestas de no pocos medios y
líderes de opinión, siempre comprensivos con el fraude de sus jugadores
favoritos.
Ahora nos toca contemplar cómo, al final,
ha tenido que ser la Guardia Civil quien haya tenido que entrar a
desmontar el régimen de corrupción, clientelismo y arbitrariedad que ha
sustentado los 29 años de mandato de Villar. Al parecer, durante esas
tres décadas de régimen villarista, ningún gobierno u organismo de
control, responsables de tutelar y controlar el funcionamiento de un
ente que recibe dinero público como la RFEF, ha sido capaz de detectar,
descubrir y castigar la goleada de irregularidades, favoritismo y
corruptelas que ahora son perseguidos y parece acabarán juzgados como
delitos graves. La razón para tanta impunidad no puede resultar más
obvia: nadie quería problemas y nadie quería remover el avispero del
fútbol y acabar convertido en el enemigo público número uno de media
España.
Es cierto que el fútbol ha vivido y vive al
margen de la ley gracias a la tolerancia y la complicidad de políticos,
administraciones, gobiernos, organismos de control o medios de
comunicación. Pero también lo es que lo ha hecho entre el aplauso y la
admiración de una mayoría de eso que muchos llaman opinión pública y
otros llaman ciudadanía... o sea nosotros.
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Es lo que tiene una sociedad dopada por el panem et circenses, que a base de admirar todo desde el tendido y el griterío, acaba por vegetar pisoteada como el césped, y se va quedando bloqueada entre grada y grada, entre vítores e insultos y Manolos del bombo y platillo...Es lo que tiene, que se atasca y ahí se queda, abducida por su propio atasco; de las demás minucias ya se encargan los vivales tanto en los vestuarios y los campos de batalla simulada y diferida, como en los escaños y en los despachos.
Un gran reino de Babia cómplice de su propia ruina y tonta de solemnidad. Y todos triunfando en un eterno, ruinoso y cansino paganini's show. Ains!
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