Arturo Caminada coge un pañuelo de seda amarillo y
tapa el rostro de Salvador Dalí con dolor y rabia incontenibles. Es 25
de enero de 1989 y su patrón, para el que trabajó desde muy joven y
durante 40 años, lleva dos días muerto y expuesto al público en el Museo
de Figueres. Caminada conocía el deseo explícito de Dalí: no quería que
nadie viese su cadáver. Y se ha hecho exactamente lo contrario. 28 años
después el gran creador del surrealismo ha sido removido de su tumba
por una demanda de paternidad que bienvenida sea si reconoce derechos
pero que sorprende por las costumbres sexuales del artista. La
exhumación se ha producido rodeada de la misma expectación o mayor que
su entierro.
Dicen que Dalí murió una vez por las
secuelas de un incendio en el que se vio afectado. De nuevo cuando
desapareció Gala, su esposa, su musa, su soporte y en cierto modo
artífice del mito. Dalí no deja de morir, mientras su obra vive y sigue
produciendo admiración sin fin y cuantiosos beneficios. Sus
extravagancias tapan hoy, en recuerdos frívolos, la larga agonía de una
década en la que Salvador Dalí cambió la gloria por la soledad.
Abrumadora.
Le conocí, no a él, más bien a una calva por la rendija
de una puerta y un quejido, en el Castillo de Púbol, una de sus
residencias. La de Gala en realidad, donde ella se dedicó a sus
esparcimientos eróticos. “Hasta su muerte” con más de 90 años, aseguraba
con admiración Arturo, el chófer y asistente de la pareja. El entorno
del artista nos había ofrecido, a Informe Semanal, una entrevista en
exclusiva para, de alguna forma, rebatir los rumores de su confinamiento
y mal estado de salud. Eran ciertos. Durante tres días fuimos objeto de
continuas dilaciones que sirvieron para contar la historia alrededor.
La utilización de su figura. Los pinceles con telarañas mientras se
aseguraba que seguía pintando. Los días y las noches en penumbra, sin
querer que levantaran las persianas. “Está muy deprimido, quiere morir y
a la vez siente un profundo miedo a la muerte”, me explicó su médico.
Salvador Salí reinventó el surrealismo, al punto de ser él mismo su
más destacada obra viva. Ahí están los relojes blandos, las cabezas
llenas de nubes, los sueños oníricos cargados de sugerencias, la sobria
ventana de Anna María, su hermana, con el azul eterno de Cadaqués al
fondo. Lo vistió, innecesariamente, de espectáculo. El primer artista
envuelto en reclamos comerciales. El precursor de lo que habría de
venir. Y luego el abandono, las pinturas falsificadas, el dejar hacer a
otros, la fuente inagotable de uso y aprovechamiento.
En Púbol, de apenas 300 habitantes, quedó Gala y, vacía, la tumba al
lado que Dalí se preparó. En sus últimos días cambió el testamento de
forma verbal y ante un único testigo: el alcalde de Figueres. Hubo su
buen revuelo. El esplendoroso Museo donde está enterrado le cuadra mucho
mejor y ofrece infraestructura adecuada para el ingente número de
visitantes que recibe. Lo pensó el pintor a última hora, aunque muchos
lo dudaron. Agua pasada.
Al cadáver de Dalí se le
reconstruyó el rostro con la apariencia que tenía en 1980. Una obra de
ingeniería y recauchutado... surrealista. “Parece de plástico”, comentó
un chaval en la larga fila mortuoria. “Le admiraba”, comentaba un joven
compungido. “Traigo al chico para que pueda contar de mayor que vio a
Dalí muerto y vivo” dijo una mujer. La hermana, Anna María, no acudió al
sepelio. Y apenas le sobrevivió 4 meses. Solo comentó: No ha muerto el
pintor Dalí, ha muerto mi hermano Salvador.
El
espectáculo se ha reproducido este jueves noche en su exhumación. Hasta
creen ver maniobras extrañas para trasladar el museo al hilo de la
controversia que se vive estos días. En fin, le han raspado solo unas
micras a sus restos. La frase tópica donde les haya se revuelve de
nuevo contra Dalí: La tierra no le ha sido leve.
Si el surrealismo es una de las mayores explosiones de la creatividad,
su sentido peyorativo se expande hoy como pocas veces por algunas
maltratadas tierras como la nuestra. Dalí sacado de su tumba para
indagar el ADN de su semen masturbado. Comparte portadas internacionales
con el presidente de la Federación Española de Fútbol, Ángel María
Villar, encarcelado por corrupción, junto a su hijo. Sacaron provecho de
cuanto pasó por sus manos, según se deduce del auto del juez.
Exprimieron la pelota, antiguo balón, al máximo. No me digan que no hay
paralelismo.
Y con Miguel Blesa, el banquero símbolo
del “aznarato” y sus desmanes, objeto de una autopsia sumarísima que
certifica oportuna muerte “compatible con suicidio”, y una incineración
fulminante. Como la que sufriera Rita Barberá tras su impactante
fallecimiento en Madrid. Y con las cuadrillas de la manipulación diaria,
constante, lacerante, abusiva, estragante, que pretenden culpar a la
crítica de inducir la muerte por bala o por whisky y pastillas. Y con
quien lo traga.
Y con la presidenta de la Comunidad
de Madrid que no va a coger vacaciones de nuevo, a ver si cunde el
ejemplo y se acaba con otro derecho laboral más. Ya ha sembrado el
debate, las tertulias, el éste dice, el otro dice,
los servicios al poder, el espectáculo, la exhumación permanente de la
inmundicia. La noticia, sin embargo, no ha traspasado las fronteras como
las mencionadas. De momento al menos. En China y otros submundos
laborales puede tener una buena acogida.
Tampoco ha
llegado aún al exterior el ascenso del fiscal de Canarias a quien el
Supremo ha considerado culpable de vulnerar los derechos fundamentales
de la jueza Victoria Rossell. Más aún, el Ministro de Justicia, de Justicia, considera que es una anécdota. De hecho ni es fácil encontrar la noticia en los medios nacionales.
Ni siquiera la conclusión del Congreso que certifica la existencia de una policía “política” en España al servicio del PP.
Lo que venía siendo en su espíritu la Stasi o la Gestapo. Sin que
implique pena alguna para el gobierno que la amparó. PP y Ciudadanos no
suscribieron el dictamen. PSOE excluyó del texto los dossieres falsos sobre Pablo Iglesias. Y los tres partidos votaron a favor de mantener las medallas pensionadas a los policías implicados.
Quien realmente copa portadas internacionales y crónicas cortesanas es
la reina Letizia de España. Tan elegante, tan hierática, desplazando al
cónyuge y a la realeza británica, a la altura de la perpetua monarca
británica Isabel. Con los SMS al compi-yogui Lopez Madrid de nuevo en el
juzgado para uso mediático interior y restringido.
Retazos de la España de hoy. Surrealismo es poco. Del malo. Del que no
se recrea en curvas de belleza, ni hace nacer la divinidad del alma
mater huevo, ni deja al hombre invisible para sí con los ojos espantados
ante los otros. Con la luz, el color, el alma, el surrealismo que abre
ventanas.
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Magnifico repaso a la inmudicia celtiberica del momento, Rosa Maria Artal. Acertadisima cronica de la desventura politica y social que padecemos todos y todas, excepto quienes la perpetran, obviamente, que disfrutan y se encumbran en la mugre, con el dolor del projimo mientras se lo llevan crudo. Menudo panorama... la version indecente y genocida del surrealismo.
Gracias, como siempre, maestra.
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