miércoles, 19 de julio de 2017

A vueltas con el escarnio y la consternación


Otro héroe ppero desaparece de golpe y porrazo del diagrama de la corrupción. No ha dado lugar a sospechas de muerte ambigua; se ha suicidado directamente sin más rodeos. Blesa. Todos andan consternados por su muerte, pero nadie entre sus admiradores y fans de antaño han tenido el detalle de consternarse por su vida y milagros y eso que los hizo de todos los colores y a gran escala. Andan especulando con los motivos, escarbando en los últimos recuerdos y reseñas a ver si dan con la clave del suicidio. Y sí, se consternan, faltaría más. Pero tengo la sensación de que estas consternaciones en plan traca o castillo pirotécnico, no son compasivas ni empáticas, son más bien producto de la sorpresa. Del impacto que produce la muerte inesperada de los poderosos, de ésos seres ya entronizados en la leyenda del apaño sempiterno como ocurre con los dictadores de larga duración o el cacique que lleva 40 años instalado en la alcaldía, cuando petan. Casi míticos y fuera del tiempo. Símbolos y prototipo del pringar sine die. Que en la leyenda del ámbito mindundi están a un paso de la inmortalidad.

Lo cierto es que cuando se suicida un desahuciado, salvo sus familiares y compañeros de fatigas y sufrimientos, nadie se da por consternado oficialmente. Ningún periodista de pro convoca tertulias para debatir los rasgos excepcionales del personaje ni las circunstancias que hayan podido provocar tal desastre emocional para la sociedad. Sencillamente al desplumado y hundido por los maestros del fraude, se le ignora. Todo lo más se le coloca en algún periódico en un recuadro casi invisible detrás de los accidentes de tráfico o al lado de un anuncio de bebidas energéticas, seguramente para que la familia del difunto sin pedigrí aproveche y se tome un aquarius para resistir los calores en el entierro a pleno sol. Todo un detalle. 

Confieso que últimamente estoy experimentando recortes hasta en mi capacidad del lamento como acuerdo social, esa mustia hipocresía que como el valor a los militares se le supone a toda persona buena y de nobles sentimientos. Voy comprendiendo que no es humano apenarse porque desaparezca un sinvergüenza, sino un alivio. Y sí, claro que sí, distingo en esos elementos de espectáculo, entre el ser humano en embrión que nunca llegó a serlo y el personaje hueco y sin sustancia, que se lo impidió por el mal uso de su libre albedrío. Es una pena que se frustren vidas ahogadas en esa miseria corrupta y farisea, pero, debo reconocer honestamente que mucha más pena es que familias enteras, pensionistas, modestos ahorradores engatusados por las brigadas azules de un terrorismo bancario se hayan quedado en la calle mientras los ilustres arruinadores se van de caza. O en un acto de sinceridad, se suicidan para hacer más fácil las soluciones a la justicia y que no tarde tanto en decidir las culpas y las penas, que a veces prescriben y hacen un verdadero circo de la igualdad imposible. Cuando una persona llega al suicidio ya está muerta por propia decisión; ha dejado de tener interés por la vida y no le quedan ganas ni animo para enmendarse. Unos porque el entorno les ha arrancado los motivos para vivir, porque no hay trabajo, ni sueldo, ni casa, ni luz ni gas, ni salud, ni esperanza de que eso cambie a mejor. Otros porque ya no pueden más con el peso de sus culpas y daños causados, claro que estos son los menos. Como Blesa.

Me parece fatal que la iglesia condene a los suicidas. Estoy segura de que Dios no lo hace. Sino que es la única fuerza compasiva que los acoge y les cura de lo que ellos no han sabido o no han podido curarse en esta vida y de lo que el mundo, tantas veces les ha herido. El suicidio del pobre es terrible, la eutanasia del que sufre es compasion. Pero el suicidio de quien causa la pobreza, el mal y el danyo es un acto de justicia que el mismo suicida decide para reparar el mal que ha hecho a sus semejantes. En vez de consternarse se deberia valorar como un acto de liberacion para el suicida y para sus victimas.




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