España tiene la esencia de un sainete estrambótico. De una zarzuela descompuesta. Una burbuja del guirigay. El mercadillo de Gigantes y Cabezudos, -la opereta de Miguel Echegaray y Fernández Caballero-, como modelo de estado, ya está demostrado totalmente que no nos sirve como sistema gestor. Ya nos deberíamos haber dado cuenta, aunque solo sea por los desastres del último siglo y mitad de cuarto, que llevamos a cuestas como una cruz, perfectamente evitable cuando hay inteligencia social y una conciencia colectiva lúcida. No es nuestro caso, obviamente.
Como juguete escénico y gracioso, el sainete y la zarzuela son estupendos. En plan modelo social y político son un desastre y una vergüenza. Y desde luego ser un país de cuchufleta, que hace tragedias de todo lo que no es capaz de resolver y comedias y chistes macabros del sufrimiento social que no es capaz de evitar y que incluso transmuta en negocio, es cruel, además de esperpéntico y nefasto. Y sin embargo tiene tirón morboso el conjunto de emociones de bajísimo calibre que revuelve menudillos, cultiva cloacas y despierta del letargo con su hedor, a los alevines de conciencia que nunca acaban de crecer para ser conciencias enteras.
En este sainete demencial, la banda sonora es morir matando y matar muriendo. Los toros son el anagrama. La piedra filosofal que explica todo el mejunje. Lo del pobre Miguel Ángel Blanco utilizado hasta el escarnio incluso por su propia familia es uno de los más explícitos ejemplos de atrocidad cerril pretendiendo ser un homenaje. Y lo mismo vale para el modo de gestionar la memoria histórica. Las heridas políticas e ideológicas no se curan jamás levantando las costras y reabriendo cicatrices a machetazos, ni a pellizcos y collejas ni a coces, ni a desplantes, humillaciones, chulería o amenazas. Un país no puede levantar cabeza en plan pelea de gallos constante. Tiene que desanimalizarse en el mejor sentido del término. Los animales por muy nobles y afectuosos que sean, no piensan, ni analizan ni calculan beneficios, ni organizan holocaustos, solo sienten y actúan por impulsos inmediatos, por reflejo reactivo ante la necesidad, el miedo o el placer. Por eso su instinto es noble y natural. El ser humano, en cambio, piensa además de sentir. Por eso debe educarse, no para ocultar su bestialidad original en plan fariseo, con una "buena educación", debajo de una capa de rituales sociales que adecentan y maquillan en apariencia ese cutrerío de los instintos utilizados por la mente como black&decker. La mente en comandita con los instintos y emociones, sin el arbitraje de la inteligencia y de la conciencia -que generan los sentimientos y se gestionan con la ética-, es la verdadera arma letal de destrucción masiva que nos está dejando como especie a la altura del betún y haciendo que nos manipule lo peor de nuestra naturaleza deshumanizada, concretamente en España. Ésa es la razón por la que no levantamos cabeza en ningún sentido, por la que nuestro capital humano más despierto se tiene que marchar al extranjero si no quiere morir aplastado por la masa de reses bravas de dos patas que lo mismo gobiernan que matan, roban, oprimen, invaden y dificultan todo lo que no pueden comprender o dominar;no es la comprensión una cualidad del ganado. Ni siquiera del más noble y mejor dispuesto.
Cuando no se sabe qué hacer ante los problemas, cuando todo es atasco, bloqueo cognitivo e incapacidad total que lo complica todo en vez de resolverlo, la salida del animal no es pararse a analizar si lo estará haciendo bien o no, sino la huida hacia donde sea. A veces hacia adelante y casi siempre hacia atrás. Es la estampida del caiga quien caiga. Sin plantearse nada más que salirse con la suya sin calibrar ni por un momento si "la suya" no será peor que la ajena. Si su remedio no será infinitamente peor que la enfermedad. En esas tesituras, lo más cerril de España se suele liar la manta a la cabeza y arrear p'alante sin mirar si no estará arreando p'atrás. Y entonces monta los pollos y se divierte, se reboza en lo más básico de sus instintos, como una croqueta y se tira de cabeza a la sartén de lo que sea, de lo que haya disponible. A eso se le llama valor. Luis sé fuerte. O coloca la pancarta de mi hermano, alcaldesa. O finiquitar y finiponer en simulado y diferido. O en marcarse unos sanfermines o unas fallas a lo grande, ya sea violando, matando toros, emborrachándose con alcohol y pastillas o con porros a tutiplén, o dejando la ciudad inhabitable desde el día de la crida hasta el de la cremá, todo ello adobado con mascletaes,(machadas) o sea, con hazañas machirulas a saco. Y el o la que no sepa aguantarlas que se vaya del pueblo. Lo mismo en política: nosotros mandamos ahora, nos toca la revancha y la manipulación a saco y si no os gusta lo que hay, ya sabéis donde están las fronteras. Aquí gobiernan las gónadas, ya sea en versión masculina, femenina o neutra, el que pilla el poder solo tiene un género: la atrocidad compulsiva por narices. La ybris. Una indigestión institucional de soberbia, camuflada en escaños, en gobiernos o en tribunales amañados. Y los que no entran en el juego de la atrocidad siempre serán los perdedores, los absurdos e incomprensibles, aunque se les admire como a los cuadros de un museo o a las catedrales góticas, siempre se les deja colgados porque las obras de arte no pueden gobernarm, y eso lo sabe cualquiera.
Con esa materia prima no hay manera. Hasta la memoria histórica, que es completamente legítima, se gestiona fatal. Hay una realidad inalterable: el tiempo no pasa en vano ni va marcha atrás como una moviola, cambia las cosas, la cultura, las percepciones y las prioridades. El ministerio del tiempo solo es una serie de televisión.
Creo que sería muy recomendable observar en la historia como se curan las heridas sociales y políticas. Europa gestionó fatal el final de la gran guerra europea. Castigó a la Alemania bulímica que desencadenó el conflicto. La arrinconó y la arruinó del todo sin posibilidad de levantar cabeza, con el tratado de Versalles (es lo que hizo la dictadura franquista tras la guerra civil). ¿Cuál fue el resultado? La revancha de Alemania en cuanto pudo, con algo aún peor que la primera vez: la segunda guerra mundial al cabo de dos décadas. Una venganza terrorífica que se extendió al mundo entero. Pero en esa segunda ocasión la cosa fue distinta. No se aplastó esta vez Alemania, al contrario, se la ayudó a salir del foso en el que ella misma se había metido con el empuje del castigo europeo. Las fuerzas vencedoras se hicieron responsables de la situación y en vez de aniquilar al pueblo alemán le ayudaron con un Plan Marshall a levantarse del hundimiento mientras se constituía un tribunal en Nüremberg para que los verdaderos culpables diesen cuenta de sus actos ante el mundo y considerando al pueblo alemán una víctima igualmente del engaño nazi que se hizo con el poder manipulando al pueblo sumido en la miseria. Se hizo justicia. Se cerraron heridas. No vencieron unos sobre otros, sino la justicia sobre la atrocidad. No fue el caso español, desde luego, que fue exactamente como el tratado de Versalles, un aniquilamiento feroz de los vencidos, con premeditación y alevosía por parte del dictador y sus adláteres, que son los antepasados del actual pp. Poer eso se parecen tanto.
¿Tendría sentido que ahora mismo los familiares descendientes de todos los muertos en los campos de concentración y en las masacres invasoras de los nazis, pidiesen la búsqueda y la exhumación legítima de sus antepasados desaparecidos para darles sepultura? No. Ya se solucionó el tema por medio de la Justicia en su momento. Y sin embargo hay millones de muertos sin descubrir, desintegrados en el infierno anónimo de la cámaras de gas y los campos de exterminio. Los judíos desarrollaron su venganza particular hasta caer en lo que la filósofa judía Hanna Arendt, víctima ella misma del sistema nazi en un campo de concentración del que logró escapar, llamó la banalidad del mal. La inutilidad de la venganza tomada como justicia contra individuos éticamente deficientes e incapaces de ver las competencias morales del individuo succionado por un poder estatal genocida que legitima la atrocidad hasta convertirla en ley y destruye las conciencias disfrazando el mal de todos como bien propio. Salvando las distancias temporales e históricas, es el mismo sistema demagógico del pp, que ha encontrado en la fosa abierta de la memoria histórica mal gestionada un motivo más para enrocarse en lo suyo, que para nada es lo de todos, pero que el pp vende como si lo fuera. Afortunadamente solo hay un mártir ppero de ETA, que está siendo utilizado como bandera y cortina de humo para minimizar la corrupción y un y tú más constante contra la memoria de las víctimas del franquismo. Quieren seguir en guerra porque eso les da votos. El jaleo, la desestabilización y la jarana dan votos. Es la sordina para que no se oiga el grito de los oprimidos que es el presente,por eso les gustan tanto la efemérides, porque son narcotizantes y escapes a otros planos ya irresolubles.
En este tema se mezclan tantas cosas y tantos planos entre las emociones, la legitimidad, la justicia, los deseos, la historia y la realidad, que hay que reflexionar con ánimo sereno y con toda honestidad para encontrar un camino coherente en el que todos cedan un poco para poder encontrar el bien de todos. Surgen muchos aspectos para considerar, aquí apunto unos cuantos, pero hay muchos más.
a) No se puede negar en absoluto el derecho de las familias a buscar los restos de sus familiares asesinados en la guerra y en la postguerra in-civil.
b)¿Es justo que esa búsqueda a estas altura de la historia y de la economía que nos aplasta, se haga a costa del dinero público por medio y obligación de una ley?
c) Pero,¿es decente acaso que precisamente un gobierno que se está llevando crudo el patrimonio del estado y negociando porcentajes indecentes para su partido con delincuentes y evasores a base de fondos públicos, se niegue a cooperar con un razonable presupuesto para solucionar la memoria histórica, que sí, es importante para una gran parte de la sociedad española?
d) ¿Debe asumir el estado del siglo XXI una deuda moral de los crímenes del franquismo del siglo XX? Por esa regla de tres, las poblaciones indígenas de América también pueden pedir una revisión del pasado y sería legítimo, aunque imposible de reparar. O pedir a Francia que nos ayude a encontrar a los muertos españoles en la guerra por la invasión de Napoleón. O pedir a los romanos que nos ayuden a excavar en Numancia porque la machacó Escipión. En fin...
e) ¿Se puede ayudar a esa tarea por medio de una asociación civil y solidaria con una aportación económica mixta entre una subvención con dinero público y aportaciones privadas de quienes deseen cooperar, como se hace con Caritas o las ONGs. Incluso señalando en la declaración de la renta el destino de una cuota voluntaria para la memoria histórica? No todo el mundo puede hacerlo con los sueldos que cobran y la principal obligación del estado es que los vivos sigan vivos y bien tratados en sus derechos y libertades. La generosidad y la empatía nunca se pueden imponer por ley, son el resultado del desarrollo personal de la conciencia, condiciones que dependen del libre albedrío y de la conciencia no deben ser impuestas por las ideologías o las religiones.
f) Es imprescindible que el estado haga una pedagogía social sobre este tema, desde todos los puntos de vista, para que la ciudadanía conozca la verdad de su historia, se sensibilice, tenga opinión propia y no teledirigida y vaya asumiendo los socavones sociales irreparables que dejó la dictadura en nuestra educación cívica, pero que ya no son culpa de nadie, y nadie debe pagar las excavaciones y los trámites si no es porque así lo siente y lo quiere solidariamente. Yo lo haría encantada, pero no me parece democrático que se imponga en el presupuestos como se imponen los impuestos imprescindibles para la supervivencia y la atención a todos los vivos.
g) El Valle de los Caídos debería revisarse desapasionadamente por un equipo técnico y ver qué sale más justo y rentable, si según afirman los expertos el complejo arquitectónico está en un proceso de deterioro de materiales con peligro de derrumbarse cualquier día y en un enclave geológico inadecuado por su inseguridad y aguas subterráneas que lo están deshaciendo por dentro. Quizás derrumbarlo y dejar que la naturaleza lo limpie de todos los miasmas tóxicos de su historia sería la solución más sana y sostenible. Que los restos humanos que allí reposan se devuelvan a sus familias sin hacer excepciones,porque los muertos son todos iguales: despojos orgánicos, y que el monasterio que allí está ubicado por obra y manías del dictador se traslade a otro lugar que sea propiedad de la iglesia católica y no del patrimonio de los españoles. Evidentemente para eso primero es necesario que España se convierta en un estado realmente laico y aconfesional. Mientras el modelo de estado sea el actual, toda propuesta inteligente y lógica se seguirá estrellando con el muro de la cerrazón, el miedo y la costumbre de la caspa y de la casta secular.
h) En cuanto a quitar las placas de los caídos (por dios y por España) de las iglesias, cabe solucionarlo con la laicidad del estado y que la misma iglesia acabe de asumir que su misión no es ideológica sino religiosa y a ser posible, espiritual y no política sectorial escorada a la derecha de un dios padre que da cada vez menos garantía de ser un padre universal sino solo del pp, controlando desde el ojo del dólar, y que no cabe mezclar de modo tan perverso e interesado lo de dios con lo del César; debería ser la misma iglesia, si fuera de verdad cristiana y no solo católica, la más interesada en no ponerse al lado de los poderosos de este mundo y en contra de los pobres a los que solo utiliza como demagógico objeto limosnero que le ha arrebatado el comunismo, según el papa actual. La existencia de los pobres es justamente el examen de la providencia cósmica a la amnesia voluntaria de la humanidad. En ellos está dios. No en los altares. Y estará en todos los seres humanos de un modo mucho más consciente y feliz, cuando hayamos conseguido eliminar la miseria viviendo con más inteligencia y sana altura de miras de verdad.
En este tema se mezclan tantas cosas y tantos planos entre las emociones, la legitimidad, la justicia, los deseos, la historia y la realidad, que hay que reflexionar con ánimo sereno y con toda honestidad para encontrar un camino coherente en el que todos cedan un poco para poder encontrar el bien de todos. Surgen muchos aspectos para considerar, aquí apunto unos cuantos, pero hay muchos más.
a) No se puede negar en absoluto el derecho de las familias a buscar los restos de sus familiares asesinados en la guerra y en la postguerra in-civil.
b)¿Es justo que esa búsqueda a estas altura de la historia y de la economía que nos aplasta, se haga a costa del dinero público por medio y obligación de una ley?
c) Pero,¿es decente acaso que precisamente un gobierno que se está llevando crudo el patrimonio del estado y negociando porcentajes indecentes para su partido con delincuentes y evasores a base de fondos públicos, se niegue a cooperar con un razonable presupuesto para solucionar la memoria histórica, que sí, es importante para una gran parte de la sociedad española?
d) ¿Debe asumir el estado del siglo XXI una deuda moral de los crímenes del franquismo del siglo XX? Por esa regla de tres, las poblaciones indígenas de América también pueden pedir una revisión del pasado y sería legítimo, aunque imposible de reparar. O pedir a Francia que nos ayude a encontrar a los muertos españoles en la guerra por la invasión de Napoleón. O pedir a los romanos que nos ayuden a excavar en Numancia porque la machacó Escipión. En fin...
e) ¿Se puede ayudar a esa tarea por medio de una asociación civil y solidaria con una aportación económica mixta entre una subvención con dinero público y aportaciones privadas de quienes deseen cooperar, como se hace con Caritas o las ONGs. Incluso señalando en la declaración de la renta el destino de una cuota voluntaria para la memoria histórica? No todo el mundo puede hacerlo con los sueldos que cobran y la principal obligación del estado es que los vivos sigan vivos y bien tratados en sus derechos y libertades. La generosidad y la empatía nunca se pueden imponer por ley, son el resultado del desarrollo personal de la conciencia, condiciones que dependen del libre albedrío y de la conciencia no deben ser impuestas por las ideologías o las religiones.
f) Es imprescindible que el estado haga una pedagogía social sobre este tema, desde todos los puntos de vista, para que la ciudadanía conozca la verdad de su historia, se sensibilice, tenga opinión propia y no teledirigida y vaya asumiendo los socavones sociales irreparables que dejó la dictadura en nuestra educación cívica, pero que ya no son culpa de nadie, y nadie debe pagar las excavaciones y los trámites si no es porque así lo siente y lo quiere solidariamente. Yo lo haría encantada, pero no me parece democrático que se imponga en el presupuestos como se imponen los impuestos imprescindibles para la supervivencia y la atención a todos los vivos.
g) El Valle de los Caídos debería revisarse desapasionadamente por un equipo técnico y ver qué sale más justo y rentable, si según afirman los expertos el complejo arquitectónico está en un proceso de deterioro de materiales con peligro de derrumbarse cualquier día y en un enclave geológico inadecuado por su inseguridad y aguas subterráneas que lo están deshaciendo por dentro. Quizás derrumbarlo y dejar que la naturaleza lo limpie de todos los miasmas tóxicos de su historia sería la solución más sana y sostenible. Que los restos humanos que allí reposan se devuelvan a sus familias sin hacer excepciones,porque los muertos son todos iguales: despojos orgánicos, y que el monasterio que allí está ubicado por obra y manías del dictador se traslade a otro lugar que sea propiedad de la iglesia católica y no del patrimonio de los españoles. Evidentemente para eso primero es necesario que España se convierta en un estado realmente laico y aconfesional. Mientras el modelo de estado sea el actual, toda propuesta inteligente y lógica se seguirá estrellando con el muro de la cerrazón, el miedo y la costumbre de la caspa y de la casta secular.
h) En cuanto a quitar las placas de los caídos (por dios y por España) de las iglesias, cabe solucionarlo con la laicidad del estado y que la misma iglesia acabe de asumir que su misión no es ideológica sino religiosa y a ser posible, espiritual y no política sectorial escorada a la derecha de un dios padre que da cada vez menos garantía de ser un padre universal sino solo del pp, controlando desde el ojo del dólar, y que no cabe mezclar de modo tan perverso e interesado lo de dios con lo del César; debería ser la misma iglesia, si fuera de verdad cristiana y no solo católica, la más interesada en no ponerse al lado de los poderosos de este mundo y en contra de los pobres a los que solo utiliza como demagógico objeto limosnero que le ha arrebatado el comunismo, según el papa actual. La existencia de los pobres es justamente el examen de la providencia cósmica a la amnesia voluntaria de la humanidad. En ellos está dios. No en los altares. Y estará en todos los seres humanos de un modo mucho más consciente y feliz, cuando hayamos conseguido eliminar la miseria viviendo con más inteligencia y sana altura de miras de verdad.
Hay que dejarles sin motivos, superar su miseria moral y crear otro plano de trabajo hacia el bien común superando las frustraciones con apoyo mutuo, respeto, empatía y solidaridad. Y la mejor forma de hacerlo no es levantar muertos de las tumbas a base de millones de euros que son necesarios para remediar las precariedades vitales y urgentes de los vivos, y seguir entrando al trapo de la eterna pedida de cuentas sin solución de continuidad. Cada vez que se triunfa contra algo o alguien se crean motivos de guerra constante. Los más sabios e inteligentes deberían reflexionar honestamente sobre esta cuestión, eliminar inquinas y manipulaciones y curar heridas con salud social, no solo con seguridad. Tal vez el mejor momento para hacerlo fue la transición, pero de eso han pasado cuatro décadas en las que nadie movió pieza hasta Zapatero, demasiado tiempo en la fermentación del olvido y la niebla enconada del rencor. Se perdió el tren que nunca volverá a pasar. Por miedo. Por cobardía. Por falta de lucidez y reflejos políticos de unos y sobra de cinismo de otros. Hay que asumirlo. Como los hijos asumen el divorcio irreversible de sus padres. O la orfandad. Como se asume que la juventud no vuelve a los 80 años. O como que el primer amor se perdió irreversiblemente aunque haya sido lo más hermoso que se ha vivido.
Ya va siendo hora de que dejemos de sentirnos vencedores y vencidos, ganadores y perdedores de algo que está definitivamente más enterrado y deshecho que nuestros despojos: el tiempo muerto que perdemos en el litigio constante, en convertir la vida en una pelea insaciable de hermanos que no se reconocen entre sí si no son siameses.
Nos llevaríamos grandes sorpresas si pudiésemos hablar con nuestras queridas víctimas de una historia tan atroz. Con toda certeza nos dirían que no perdamos el tiempo en pelear de un modo tan tonto como inútil usando su recuerdo dolorido y reinterpretado desde nuestro hoy como excusa de nuestro escapismo para no solucionar el presente. Que ellos prefieren vernos sanos, prósperos, felices y bien avenidos, como comprometidos por construir el mundo mejor que ellos no pudieron conseguir, antes que a la greña por causa de sus ADNs y restos irreconocibles que ya se han fundido con la tierra, mucho más hospitalaria y serena que el mundo del que los arrancó la maldad y la ceguera de sus verdugos, y que también están en el mismo estado fiambre y descomposición orgánica. A estas alturas tan muerto está el más anónimo ejecutado como el dictador y los verdugos que lo ejecutaron. La muerte borra todas las diferencias y distancias que los seres humanos trazan artificialmente durante sus vidas. La Justicia solo la consigue realizar la inteligencia del amor sin barreras. Y quien odia no puede amar ni arrepentirse ni mejorar. Sólo desea venganza y la venganza mata sin armas, mata desde dentro. Mata la lucidez y destroza la inteligencia colectiva. No nos la podemos seguir permitiendo si queremos que España cambie de verdad y no sólo en plan atrezzo.
No nos interesa seguir en este estado de sainete y opereta zarzuelera (no es casualidad que los reyes vivan allí precisamente, en una zarzuela perenne). No podemos estar eternamente representando Gigantes y Cabezudos, La Dolorosa, La Tabernera del Puerto, Molinos de viento, Katiuska o El Rey que rabió.
Después de una historia de manipulaciones y engaños vergonzantes y genocidas, ya nos merecemos inventar algo mejor, ¿o no?
Salud y República ya!
Salud y República ya!
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