George Orwell: «En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario».
jueves, 27 de julio de 2017
27 de Julio
Han venido las palabras
a pedirme por favor
que las borre de la lista
del testigo dictador.
Y me he quedado perpleja
ante un caso semejante
sin comprender el motivo
de tan rara petición
Así de pronto no supe
a qué molesto testigo
invocaban las palabras
en su alegato furtivo
Se adelantaron los nombres
y luego los apellidos,
como togas emboladas;
luego los verbos en fila
y después los predicados
nominales y verbales
vestidos de complementos,
los de frente bien directos
e indirectos de perfil
como jueces y fiscales
en proceso marianil,
luego, los circunstanciales
de lugar, de disco duro,
los de tiempo calculado,
los de modo finiquito
diferido y simulado,
y aquella santa compaña
resbalando entre banquillos
y estrados extraordinarios
que lo mismo que un cadalso
se colocaban en alto
para que se viera bien
la jeta del convidado
al banquete del enjuague
y el reino de descalabro.
Fue allí cuando las palabras
se declararon en huelga
y me dejaron al pairo
entre pasmada y alerta
ante escena tan obscena
que recordaba el pasado,
la pesadilla tremenda
y abandonada a mi suerte,
cuando de chica subía
en las ferias de mi pueblo
al trenillo de la muerte
Allí la bruja Averías
trufada de Presidente
con su mirada perdida
daba escobazos al aire,
entrando por los garajes
a escondidas de la gente
con tal de escurrir el bulto
y no sentar precedente
de fácil imputación
sino de duro cacique
inasequible al careo
y más chulo que un Guernika
expuesto por los museos.
Al fondo los magistrados
que contaban con los dedos
los premios y los castigos
en la tómbola del trinque,
que les podrían caer
según se calificasen
de delito y delincuente
o de mérito encomiable
los quiebros del Presidente
y sus amigos letales.
Junto a los jueces togados
los fiscales complacientes
y todos los abogados
de talante defensor,
ante aquel busto parlante
cutre y refunfuñador
entre trolas diseñadas
con guiños y con desplantes,
pisoteaban su honor
cual vomitivos felpudos
a los pies de aquel mangante
que era su amo y señor,
utilizando la ley
como patada en el culo
a la justicia cegata
con esa ley del embudo
que tanto sirve al pp
lo mismo para escapar
de cualquier implicación
que pa llevárselo crudo
completo y al por mayor
sin que ley ni magistrados
tengan nada que objetar
ante la 'legalidad'
del pufo y la triquiñuela,
sin dejar rastro de nada
y si fuere menester
pulverizando las pruebas
que puedan comprometer
como malditas secuelas
del robar y del mentir,
de enlodar y envilecer.
Ante espectáculo tal,
ante tan puerco paisaje,
las palabras clausuraron
la lista de sus mensajes,
se encerraron en sí mismas
y me dieron calabazas;
y me dejaron, tal cual,
a merced del oleaje
de esta indignación total
por tanto impúdico lance,
y hasta pagando el peaje
de un estado criminal
mísero de sacristía
pobre de solemnidad
mas perdido y robapán
cuanto más rompe y deshace,
un maldito disparate
entre tontuna y maldad
tan dañino y despreciable,
que se me impuso a la fuerza
con pucherazos de sable;
heces de tasca y zarzuela
que no he votado jamás.
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