El Papa introduce "oferta de la vida" como nueva causa para poder ser santo
EFE - Ciudad del Vaticano
El papa Francisco ha introducido la
nueva causa de ofrecer libremente la vida por los demás hasta la muerte,
para que a una persona se le pueda abrir un proceso de beatificación y
su posterior canonización, según un "motu proprio" que fue publicado
hoy.
En el "motu proprio" llamado "Maiorem hac
dilectionem" se explica que desde ahora se podrá abrir un proceso de
beatificación para aquellos que "con la intención de seguir al Señor,
impulsados por la caridad, han ofrecido heroicamente su propia vida por
el prójimo, aceptando libre y voluntariamente una muerte cierta y
prematura".
Actualmente para que se pueda abrir un proceso de
beatificación se necesitaba o ser ejemplo de "martirio", asesinato por
odio a la fe, o la declaración de "virtudes heroicas", o la llamada
"equivalente" y raramente utilizada con la que se prueba que la
veneración ya se realizaba en tiempos antiguos.
En el
documento pontificio se explica que para que esta que será la "cuarta
causa", la oferta de la vida, sea valida para la beatificación se tiene
que tratar de "la aceptación "propter caritatem" (para la caridad) de
una muerte cierta y en breve termine", también que se "prueben las
virtudes cristianas" y la "existencia de la fama de santidad, al menos
tras la muerte".
También para que la persona pueda
ser beatificada se necesitará la comprobación de un "milagro" realizado
tras la muerte por su intercesión.
"Es cierto que el
heroico ofrecimiento de la vida, sugerido y sostenido por la caridad,
expresa una verdadera, plena y ejemplar imitación de Cristo y, por lo
tanto, es merecedor de aquella admiración que la comunidad de los fieles
suele reservar a aquellos que voluntariamente han aceptado el martirio
de sangre o han ejercido en grado heroico las virtudes cristianas",
explica el papa en su "motu propio".
Solo en el caso de "martirio" no es necesario la comprobación de un "milagro" para que una persona pueda ser beatificada.
Por sugerencia del papa, la Congregación para las Causas de los Santos
estudió atentamente si estos cristianos merecen la beatificación en la
sesión plenaria del 27 de septiembre de 2016 y dio su parecer favorable.
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Ahora, después de tu oferta, querido Jorge-Mario-Francisco, solo nos queda la prueba del algodón: que reconozcas la santidad de los mártires de El Salvador, me refiero a los jesuítas que fueron asesinados a sangre fría por los paramilitares de la dictadura antievangelio y antihumanidad, Ignacio Ellacuría, Martín Baró, Segundo Montes, Armando López, Juan Ramón Moreno, Joaquín López López, la cocinera de la Universidad Elba Ramos y su hija Celina de 15 años, más el también jesuita Rutilio Grande asesinado por los mismos motivos y por los mismos genocidas, dos años antes también en El Salvador, y al también jesuíta Luis Espinal, asesinado en Bolivia por la misma causa durante la dictadura de Hugo Banzer.
Todos ellos ofrecieron sus vidas por amor a los pobres; personalmente fui testigo de las palabras de despedida más que consciente de Ignacio Ellacuría un día antes de regresar a El Salvador para ser asesinado. No lo olvidaré jamás. Había venido a recoger en Barcelona el premio de la Fundación Comín, a la Universidad Centro Américana (UCA) que se le había concedido ese año. Un día antes de su partida le hicieron una larga entrevista en TVE y en ella se despidió de todos, tan convencido de que no volvería jamás a España, como de que le matarían en cuanto llegase, como ya se lo habían dicho antes de salir de El Salvador. Ignacio hizo la donación de su vida a la causa del evangelio y de los hijos de Dios, sus hermanos más pobres y lo hizo desde bien joven porque se ordenó ya en Latinoamérica para quedarse con ellos hasta el fin. Nos dijo que eran su familia y que nada le iba a impedir regresar junto a ellos y correr la misma suerte, que no se deja solos a los seres queridos con los que se trabaja y a los que se está educando y formando para ser ciudadanos del reino de Dios, o sea, de la justicia, la solidaridad, los derechos humanos y el amor, menudo fiasco, decía él, que quien te ha enseñado los valores de Jesús, te deje tirado a la hora de la verdad...dijo con su seriedad y su sonrisa. Aquello lo dijo el día 13 de noviembre de 1989; tres días después, el día 16 le asesinaron a tiros y de madrugada, con todos sus compañeros, más Elba y Celina, que no tenían más delito que estar en el lugar del crimen, para que no quedasen testigos vivos.
La verdad, Jorge Mario, alias Francisco, que aun no sé que más méritos tendrían que haber hecho esos mártires para que les reconozcas su santidad más que probada. A mí, en tu lugar, me daría una vergüenza infinita tener en el santoral apuntados a Wojtila y a Escrivá de Balaguer y no ser capaz de reconocer como santos, a estos seres excepcionales en todos los sentidos, cuyas vidas generosas, coherentes y limpias de cualquier fariseísmo -y que, literalmente, para más inri, sufrieron la misma suerte que Jesús-, dan cien vueltas al dogmático y farisaico expediente X de esos avatares del rezo y el palo que tanto gustan a las curias y sectores sociales como el pp español o la dictadura argentina, sin ir más lejos.
Por supuesto, que jamás yo podría estar en tu lugar, amigo Paco, primero porque soy mujer y lo de la Papisa Juana no es como para animar a nadie a subir al trono del pobre Pedro, que se habría quedado de piedra si viese lo que vemos los cristianos jesusistas desde el 313 para acá; lo segundo, porque ni de coña, de haber sido hombre, habría sido cura en ninguna iglesia, Dios y su gracia van por libre y no veas cómo se agradece que nos lo demuestre tan desinteresadamente y con tanta bondad sin límites ni multas ni castigos ni chantajes emocionales. Es tremendo cómo se puede ser tan bueno, inteligente, paciente, tierno, creador y con un sentido del humor que ya quisieran tener los mejores humoristas de este planetilla con tan poca conciencia y tantos humos de todo tipo. Y encima estar en todas partes para servir y no para mangonearlo todo y ser tan último que nadie lo puede ver de lo discreto y humilde que es, solo se le reconoce por el rastro de luz y de alegría que reparte en cualquier situación por chunga que sea, por cómo cura y sana hasta lo peor si lo peor lo desea y se lo pide.
Es muy raro, de verdad, no ver nunca su rastro entre vosotros, los poderosos del pastoreo. Yo que tú me empezaría a preocupar y me plantearía si gente tan triste y tan oscura, tan de secretos de confesión, pederastias esotéricas y demás porquerías, está capacitada para ir repartiendo santidades por el mundo...y si no serían los santos mártires por amor los que tendrían que gestionar las cosas divinas en ese berenjenal que llamáis iglesia, nada menos que asamblea del pueblo de Dios, cuando es un imperio antidemocrático, como todo el catálogo imperial, gobernado por un grupúsculo de caciques pretendidamente espirituales y con un apego ansioso al poder y la pasta de los concordatos que paqué. Seguro que desde el lado invisible, esos santos per divinam et humanissimam naturam suam, et non per accidens ecclesiae, lo harían mejor que vosotros los del lado de las columnatas y los baldaquinos.
Aunque bien pensado, quizás sea más adecuado que no sean nominados santos en ese encebollado de altares, inciensos, casullas, confesionarios, hostias sin gluten y kyries eleison, tan lejos de Dios como de sus hijos, en los que él vive descaramente y sin cortarse un pelo de la aureola: los pobres. Los que fueron cuidados, queridos, alimentados, educados y defendidos hasta la muerte por los mártires de El Salvador y de todo el mundo, donde la semilla del reino se siembra sin ruido y agarra, crece y se hace árbol riquísimo en algo más que en dinero y limosneo, en amor universal sin límites ni miedos ni amenazas ni infiernos, al que todos los días acuden a cantar los pájaros de una alegría que puede disfrutar cualquiera que se crea y practique las bienaventuranzas. Alquimia pura, Francisco. Lo mejor de lo mejor, ya te digo. Quien lo prueba no solo repite, es que ya no puede vivir feliz de otro modo, porque eso va y te cambia, te transforma. Como le pasó al Francesco original, el de Assisi. Que también debe estar partido de risa viéndose en modo "santo" por los altares.
Y por lo del cupo de milagros necesarios para el podium de la santidad, no te preocupes, Paquito Bergoglio, que estos santos ya los hicieron en vida directamente: primero cambiaron su naturaleza miedica, egocéntrica, caprichosa, burguesa, hipócrita y acomodaticia, encantada con los cargos y eventos religiosos de postín compartidos con la elite del mundo, esa vanidosa y farandulera sustancia elemental con la que todo humano nace, y luego ayudando y educando a seres humanos abandonados y olvidados, enseñarles y explicarles cómo vivir con dignidad, como estudiar, trabajar y comprometerse con la vida y la humanidad, cómo utilizar la ciencia inteligente para el bien común, cómo desarrollar los DDHH y la justicia y que no sean necesarios los pobres ni las limosnas para que los ricos tranquilicen su egoísmo y se ganen un cielo de ficción además de un pastón en la tierra, sino que el cielo de verdad lo hacemos nosotros aquí mismo cuando despertamos y vamos cambiando nuestra naturaleza más bestia, zafia y rastrera por algo más presentable y decente y así un buen día ya podemos ver el cielo por todas partes, cambiando las cosas, hasta en el infierno si es preciso, con lo cual, dejamos al infierno hecho cisco.
Vamos, que para milagros de verdad, la vida y la vocación de estos santos es un puntazo. Cambiar, empezando por ellos mismos, de animales pensantes y egoístas con futuro en los oropeles del mundo, a seres con conciencia, corazones limpios y almas grandes, es el milagro más necesario para la humanidad. Y ellos lo han hecho sin grandes sermones ni encíclicas, ni parafernalias, solo desde la sencillez de la semilla enterrada que germina, lo han escrito con sus vidas y firmado con su propia sangre, derramada, como la de Jesús, por causa de la justicia. Modestamente, creo que cumplen todos los requisitos que el maestro puso como deberes para ser bienaventurados, o sea, santos. Han aprobado hasta la tesis doctoral en plan sobresaliente cum laude, ¿no crees, Francisco? ¿Podrías superar ese nivel tú mismo? ¿Acaso lo superaste cuando pudiste hacerlo y no lo creíste oportuno o tuviste miedo, que es muy humano, claro que sí? Fíjate como cumplieron con el programa sin ceder a las tentaciones del abandono y del cansancio, del miedo y de las coartadas, punto por punto:
Dichosos los que eligen ser pobres,
porque de ésos es el reino de los cielos.
Dichosos los que sufren
porque ésos recibirán consuelo.
Dichosos los no violentos,
porque ésos heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia
porque ésos serán saciados.
Dichosos los que ayudan
porque ésos serán ayudados.
Dichosos los limpios de corazón
porque ésos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz
porque a ésos Dios los llama hijos suyos.
Dichosos los que viven perseguidos
por su fidelidad a la justicia
porque ésos tienen a Dios por Rey.
Me pregunto, quién tiene autoridad en la tierra para juzgar la santidad de nadie, y sobre todo de unas vidas más que ejemplares con cuyo sacrificio y trabajo de años se cambiaron a mucho mejor países como El Salvador o como Bolivia, vidas de las que se está a años luz.
A lo mejor la iglesia daría su gran cambio y se convertiría de verdad, si un papa reconociera en público algo tan evidente como su incapacidad para nombrar santos e ir poniendo condiciones, nada menos que en nombre de ese dios que no quiere hacerse notar y ama a todos por igual y no va de jefe de estado cobrando impuestos a los estados súbditos en vez de dejar ese dinero para asuntos sociales, que son mucho más urgentes que tener el Vaticano hecho un primor para disfrute de los turistas que pagan las entradas, y para la aristocracia del clero y de Ratzinger en particular. En fin, que sí, que se puede mejorar y mucho, si uno pierde el miedo y se lanza, como Jesús, o como los jesuítas de verdad, al océano del amor fraterno sin límites.
Ah, un último apunte: la teología que no es de liberación es un cuento chino de secta yanky donde se huye del mundo pensando en el cielo, y al mismo tiempo pisoteando a nuestros hermanos si no son como nosotros, "el pueblo elegido", y volviendo la espalda a los "malos" que son los que no creen lo mismo que nosotros y a los que hay que convertir a golpe de amenaza o excomunión.
Si una religión o una teología no nos ayudan a liberarnos de los prejuicios, de los dogmas condenadores, de nuestra soberbia religiosa, si nos atan a los ritos sin alma pero con miedo y con más temor que amor y confianza, pues va a ser más bien cosa de engaño que de la luz y la gracia. Un maromo que nos hunde en la grisidad neblinosa de la nada y todo lo contrario del mensaje de Jesús. Juan en el Apocalipsis lo llama el anticristo porque diciendo lo mismo que Jesús hace lo contrario y confunde a todos los que les hacen caso.
A veces la peor ceguera es la que se atribuye la visión única de la verdad sin comprender que nunca seremos los amos unívocos de ella, es la verdad plural la que nos tiene a todos en su seno. La vida es la ocasión para descubrirlo, para quitar barreras, para reconocer la unidad del amor en la diversidad de las ideas y creencias. Y que cada uno crea y haga lo que necesite creer y hacer para ser mejor y más feliz, para ser parte de la inteligencia amorosa que es y crea vida. Es lo que hace Dios, esa Realidad silenciosa y elocuente que empapa todo lo que es y existe sin oprimir a nadie, sino iluminando con la libertad y el respeto total, la conciencia de los seres humanos.
La verdad, Jorge Mario, alias Francisco, que aun no sé que más méritos tendrían que haber hecho esos mártires para que les reconozcas su santidad más que probada. A mí, en tu lugar, me daría una vergüenza infinita tener en el santoral apuntados a Wojtila y a Escrivá de Balaguer y no ser capaz de reconocer como santos, a estos seres excepcionales en todos los sentidos, cuyas vidas generosas, coherentes y limpias de cualquier fariseísmo -y que, literalmente, para más inri, sufrieron la misma suerte que Jesús-, dan cien vueltas al dogmático y farisaico expediente X de esos avatares del rezo y el palo que tanto gustan a las curias y sectores sociales como el pp español o la dictadura argentina, sin ir más lejos.
Por supuesto, que jamás yo podría estar en tu lugar, amigo Paco, primero porque soy mujer y lo de la Papisa Juana no es como para animar a nadie a subir al trono del pobre Pedro, que se habría quedado de piedra si viese lo que vemos los cristianos jesusistas desde el 313 para acá; lo segundo, porque ni de coña, de haber sido hombre, habría sido cura en ninguna iglesia, Dios y su gracia van por libre y no veas cómo se agradece que nos lo demuestre tan desinteresadamente y con tanta bondad sin límites ni multas ni castigos ni chantajes emocionales. Es tremendo cómo se puede ser tan bueno, inteligente, paciente, tierno, creador y con un sentido del humor que ya quisieran tener los mejores humoristas de este planetilla con tan poca conciencia y tantos humos de todo tipo. Y encima estar en todas partes para servir y no para mangonearlo todo y ser tan último que nadie lo puede ver de lo discreto y humilde que es, solo se le reconoce por el rastro de luz y de alegría que reparte en cualquier situación por chunga que sea, por cómo cura y sana hasta lo peor si lo peor lo desea y se lo pide.
Es muy raro, de verdad, no ver nunca su rastro entre vosotros, los poderosos del pastoreo. Yo que tú me empezaría a preocupar y me plantearía si gente tan triste y tan oscura, tan de secretos de confesión, pederastias esotéricas y demás porquerías, está capacitada para ir repartiendo santidades por el mundo...y si no serían los santos mártires por amor los que tendrían que gestionar las cosas divinas en ese berenjenal que llamáis iglesia, nada menos que asamblea del pueblo de Dios, cuando es un imperio antidemocrático, como todo el catálogo imperial, gobernado por un grupúsculo de caciques pretendidamente espirituales y con un apego ansioso al poder y la pasta de los concordatos que paqué. Seguro que desde el lado invisible, esos santos per divinam et humanissimam naturam suam, et non per accidens ecclesiae, lo harían mejor que vosotros los del lado de las columnatas y los baldaquinos.
Aunque bien pensado, quizás sea más adecuado que no sean nominados santos en ese encebollado de altares, inciensos, casullas, confesionarios, hostias sin gluten y kyries eleison, tan lejos de Dios como de sus hijos, en los que él vive descaramente y sin cortarse un pelo de la aureola: los pobres. Los que fueron cuidados, queridos, alimentados, educados y defendidos hasta la muerte por los mártires de El Salvador y de todo el mundo, donde la semilla del reino se siembra sin ruido y agarra, crece y se hace árbol riquísimo en algo más que en dinero y limosneo, en amor universal sin límites ni miedos ni amenazas ni infiernos, al que todos los días acuden a cantar los pájaros de una alegría que puede disfrutar cualquiera que se crea y practique las bienaventuranzas. Alquimia pura, Francisco. Lo mejor de lo mejor, ya te digo. Quien lo prueba no solo repite, es que ya no puede vivir feliz de otro modo, porque eso va y te cambia, te transforma. Como le pasó al Francesco original, el de Assisi. Que también debe estar partido de risa viéndose en modo "santo" por los altares.
Y por lo del cupo de milagros necesarios para el podium de la santidad, no te preocupes, Paquito Bergoglio, que estos santos ya los hicieron en vida directamente: primero cambiaron su naturaleza miedica, egocéntrica, caprichosa, burguesa, hipócrita y acomodaticia, encantada con los cargos y eventos religiosos de postín compartidos con la elite del mundo, esa vanidosa y farandulera sustancia elemental con la que todo humano nace, y luego ayudando y educando a seres humanos abandonados y olvidados, enseñarles y explicarles cómo vivir con dignidad, como estudiar, trabajar y comprometerse con la vida y la humanidad, cómo utilizar la ciencia inteligente para el bien común, cómo desarrollar los DDHH y la justicia y que no sean necesarios los pobres ni las limosnas para que los ricos tranquilicen su egoísmo y se ganen un cielo de ficción además de un pastón en la tierra, sino que el cielo de verdad lo hacemos nosotros aquí mismo cuando despertamos y vamos cambiando nuestra naturaleza más bestia, zafia y rastrera por algo más presentable y decente y así un buen día ya podemos ver el cielo por todas partes, cambiando las cosas, hasta en el infierno si es preciso, con lo cual, dejamos al infierno hecho cisco.
Vamos, que para milagros de verdad, la vida y la vocación de estos santos es un puntazo. Cambiar, empezando por ellos mismos, de animales pensantes y egoístas con futuro en los oropeles del mundo, a seres con conciencia, corazones limpios y almas grandes, es el milagro más necesario para la humanidad. Y ellos lo han hecho sin grandes sermones ni encíclicas, ni parafernalias, solo desde la sencillez de la semilla enterrada que germina, lo han escrito con sus vidas y firmado con su propia sangre, derramada, como la de Jesús, por causa de la justicia. Modestamente, creo que cumplen todos los requisitos que el maestro puso como deberes para ser bienaventurados, o sea, santos. Han aprobado hasta la tesis doctoral en plan sobresaliente cum laude, ¿no crees, Francisco? ¿Podrías superar ese nivel tú mismo? ¿Acaso lo superaste cuando pudiste hacerlo y no lo creíste oportuno o tuviste miedo, que es muy humano, claro que sí? Fíjate como cumplieron con el programa sin ceder a las tentaciones del abandono y del cansancio, del miedo y de las coartadas, punto por punto:
Dichosos los que eligen ser pobres,
porque de ésos es el reino de los cielos.
Dichosos los que sufren
porque ésos recibirán consuelo.
Dichosos los no violentos,
porque ésos heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia
porque ésos serán saciados.
Dichosos los que ayudan
porque ésos serán ayudados.
Dichosos los limpios de corazón
porque ésos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz
porque a ésos Dios los llama hijos suyos.
Dichosos los que viven perseguidos
por su fidelidad a la justicia
porque ésos tienen a Dios por Rey.
Me pregunto, quién tiene autoridad en la tierra para juzgar la santidad de nadie, y sobre todo de unas vidas más que ejemplares con cuyo sacrificio y trabajo de años se cambiaron a mucho mejor países como El Salvador o como Bolivia, vidas de las que se está a años luz.
A lo mejor la iglesia daría su gran cambio y se convertiría de verdad, si un papa reconociera en público algo tan evidente como su incapacidad para nombrar santos e ir poniendo condiciones, nada menos que en nombre de ese dios que no quiere hacerse notar y ama a todos por igual y no va de jefe de estado cobrando impuestos a los estados súbditos en vez de dejar ese dinero para asuntos sociales, que son mucho más urgentes que tener el Vaticano hecho un primor para disfrute de los turistas que pagan las entradas, y para la aristocracia del clero y de Ratzinger en particular. En fin, que sí, que se puede mejorar y mucho, si uno pierde el miedo y se lanza, como Jesús, o como los jesuítas de verdad, al océano del amor fraterno sin límites.
Ah, un último apunte: la teología que no es de liberación es un cuento chino de secta yanky donde se huye del mundo pensando en el cielo, y al mismo tiempo pisoteando a nuestros hermanos si no son como nosotros, "el pueblo elegido", y volviendo la espalda a los "malos" que son los que no creen lo mismo que nosotros y a los que hay que convertir a golpe de amenaza o excomunión.
Si una religión o una teología no nos ayudan a liberarnos de los prejuicios, de los dogmas condenadores, de nuestra soberbia religiosa, si nos atan a los ritos sin alma pero con miedo y con más temor que amor y confianza, pues va a ser más bien cosa de engaño que de la luz y la gracia. Un maromo que nos hunde en la grisidad neblinosa de la nada y todo lo contrario del mensaje de Jesús. Juan en el Apocalipsis lo llama el anticristo porque diciendo lo mismo que Jesús hace lo contrario y confunde a todos los que les hacen caso.
A veces la peor ceguera es la que se atribuye la visión única de la verdad sin comprender que nunca seremos los amos unívocos de ella, es la verdad plural la que nos tiene a todos en su seno. La vida es la ocasión para descubrirlo, para quitar barreras, para reconocer la unidad del amor en la diversidad de las ideas y creencias. Y que cada uno crea y haga lo que necesite creer y hacer para ser mejor y más feliz, para ser parte de la inteligencia amorosa que es y crea vida. Es lo que hace Dios, esa Realidad silenciosa y elocuente que empapa todo lo que es y existe sin oprimir a nadie, sino iluminando con la libertad y el respeto total, la conciencia de los seres humanos.
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