martes, 4 de julio de 2017

Memoria histórica en carne viva

Escucho una vez y otra el nuevo trabajo de los  ZOO, un grupo de jóvenes músicos y poetas valencianos con un contenido, una belleza, una claridad y una conciencia admirables. Mientras me fundo en el acto poético de la escucha, me van llegando ráfagas como pretéritos pluscuamperfectos enredados en  imágenes, sonidos y actitudes, contextos teledirigidos en aquellas infancias y adolescencias del abandono cultural y del secuestro cognitivo, escondidos en la cutrez de una falsa moral social, política y religiosa de  gallinita ciega, uno de los juegos más representativos de la España de siempre, que hasta Goya dejó pintado con su ojo crítico, que los demás interpretaban como 'castizo; de haberlo entendido le habrían hecho picadillo con la Inquisición. 

La España de los años cincuenta y sesenta, casi como la de ahora, era un territorio encenagado y lleno de nieblas permanentes en donde no se acababa de distinguir entre víctimas voluntarias y tiranos voluntariosos, que se retroalimentan por el miedo comodísimo de las unas y la sociopatía compulsiva de los otros, donde las preguntas esenciales sólo tenían una respuesta: no preguntes y obedece. Ya crecerás y comprenderás todo cuando seas mayor. Con el tiempo ibas comprendiendo que 'ser mayor' y tener más años no significa necesariamente poder comprender nada si desde chicos se han recortado las neuronas y bloqueado el crecimiento de la propia inteligencia, que entre yugos, flechas y altares todopoderosos, han ido modelando españoles como  bonsais.  Con el tiempo los sermones taladrantes y lavacerebros de ayer solo han cambiado de formato: han pasado de ser una imposición externa a convertirse en deseos propios y hasta en "sueños por los que vale la pena luchar". Lo que el dictador dejó atado y bien atado no fue solo el régimen, que sigue intacto y en escarnecedora caída libre de DDHH, libertades y conciencia, sino la eterna predisposición a la vacuidad y la infinita capacidad para creer cualquier cosa que nos cuenten los que mandan más y ganan mucho con la manipulación. Y se han forrado a costa nuestra. En el fondo de la España eterna hay una toxina irreductible: el conformismo ante las milongas de la horterada que está segura de sí misma, hasta segura de la legalidad de sus crímenes y sabe mandar. 

Pensando en lo aberrante que es vivir en el siglo XXI con el mismo sentido de derechos y democracia de los Reyes Católicos y la Inquisición en comandita, he recordado un himno que nos hacían cantar en la escuela para completar el argumentario del Cara al sol joseantoniano. Creo que como comentario de texto sociológico e histórico puede iluminar la cochiquera patria y sus rincones mugrientos más escondidos, cerriles y caspposos. 

En pie camaradas y siempre adelante,
cantemos el himno de la juventud,
el himno que canta la España gigante
que sacudió el yugo de la esclavitud. 

De Isabel y Fernando el espíritu impera,
moriremos besando la sagrada bandera,
nuestra España gloriosa nuevamente ha de ser
la nación poderosa que jamás dejó de vencer.  

Ahora pongámonos en el lugar y en el tiempo en que con estos mensajes se taladraba el consciente y el inconsciente de los niños y niñas, de los adolescentes y jóvenes. Las ciudades y los pueblos estaban de pena. Edificios medio en ruinas, sin cubierta y medio quemados a causa de los bombardeos de hacía una década, aun se conservaban en las calles;mendigos vestidos(es un decir) con andrajos, descalzos y con latas de conservas vacías con un alambre curvo como asa sujeto en dos agujeros malamente taladrados, donde colocar los restos de comida que alguien les pudiera dar. Mutilados de guerra con las piernas cortadas y sentados en el suelo de las aceras pidiendo limosna, ciegos, cojos, mancos, tuertos, tullidos, en cola a la puerta de las iglesias para recoger los mendrugos y las sobras del cabildo y la parroquia, hambrientos, un olor indescriptible (el tufo a dictadura no se olvida) y piojos por todas partes. Poco a poco se iban asfaltando los agujeros y socavones de las bombas, plantando árboles en los parques, plazas y aceras para que la imagen terrible de la ciudad cambiase de aspecto. Los trabajadores eran pobres igualmente, aunque con la "suerte" de no estar mutilados podían ejercer como esclavos hábiles y ganarse el pan y unas pesetas al mes como sueldo. Los amos eran los mismos de hoy, sus abuelos, bisabuelos, padres y tíos. Los mismos apellidos confirman que el orden de factores no altera el producto sobre todo cuando los factores son los genes que te formatean biológicamente y además te educan.

En la escuela, además de enseñarnos himnos fervorosos como éste, y en los sermones de la misa dominical, se nos explicaba que España, además de una, grande y libre era un país bendecido por Dios. Y que teníamos que estar muy agradecidos al caudillo mandado por la providencia, que nos había salvado de la guerra  que, por supuesto, empezaron los malos, los masones (nadie nos explicaba qué era eso de masones, así que los asociábamos directamente con el gremio de la panadería), que no creían en nada y mataban a los creyentes, quemaban las iglesias y las escuelas, mataban médicos, abogados, maestros, científicos y personas buenas...Gracias a que el caudillo estaba arreglando todo, España se recuperaba milagrosamente y así pronto estaríamos mucho mejor que antes de la guerra, otra vez, rebobinando, como en tiempos de los Reyes Católicos, iniciadores de la Edad Moderna nada menos, que fue la mejor época de la Historia de España. Echaron de ella a la gentuza molestona, o sea, moracos infieles y perros judíos asesinos de niños y con lo que quedó de sano entre guerra y guerra, además de meter mano a Italia y quitarle el Sur de la bota más el balón triangular de Sicilia, conquistaron las Américas adecentando a los salvajes con el catecismo y la espada, salvándolos de lo peor al  convertirlos en súbditos del imperio español y de paso de la iglesia de Roma, ya incluida en el lote imperial, que, por supuesto, era la única religión verdadera, no como todas las otras, que son mentira. Por supuesto, que el resto de Europa nos odiaba de pura envidia, menos Alemania e Italia -que nos ayudaron a derrotar a los comunistas, anarquistas, ateos y asesinos, chusma y gentuza total,- y que también lo estaban pasando muy mal porque habían perdido la guerra que nosotros habíamos ganado, fíjate! Ahí es ná. Peasso patria vencedora de todo bicho combatiente. Y lo de los pobres y la miseria generalizada; lo  de las penas de muerte y la cárcel para cualquier disidente, era solo un invento de los enemigos vencidos. Calumnias contra ese ángel de la guarda bajo palio de cuya protección y cuidado sólo disfrutaba la afortunada España que se salvó gracias a los poderes ultraterrenos del avatar gallego, hasta de ser invadida por Hitler! Lo que veíamos por la calle era lo natural... Ay, si hubiésemos visto lo que había en la república y en los años de la guerra... Cuántas gracias había que dar por estar tan bien y haber nacido ya en la paz sacrosanta del franquismo (de los cementerios, claro, que esto tampoco se decía, pero se veía)
Nos repetían en los discursos, en las pelis y en el NO.DO, que los grandes hechos de la historia siempre necesitaban del heroísmo y de la muerte de los mejores. No solo la letra entraba con sangre, la historia, la fe, los dogmas y la patria, también requerían la sangre derramada a tutiplén, así que la patria nos aparecía como una piraña insaciable en la que era mejor no hacerse notar, a ver si se encaprichaba de las virtudes y se  zampaba a los más virtuosos de un mordisco. Algo que no tenía mucho sentido en un patria inteligente, que debería preferir vivos a los mejores, en vez de empujarlos a morir como moscas para sentirse libre y ufana de sus laureles post mortem.  Las lápidas de los caídos por Dios y por España, en las puertas de las iglesias nos daban mucho que pensar acerca de cómo la patria se podía pasar cien pueblos con la bulimia de su orgullo y vanagloria. ¿Podía una patria decente valer más que sus habitantes humanos? ¿Tendría sentido una patria sin habitantes, convertida en cementerio? ¿Tanto necesitaban las personas las patrias como para morir por ellas? ¿Cuál sería la verdadera patria de alguien: donde se nace y te matan por haber nacido en ella o donde vives en paz y a gusto con los demás aunque no hayas nacido allí? Cosas de críos. Estaba claro que los adultos no se preguntaban nada de aquello. Tenían ya suficiente tarea con sobrevivir sin hacer ruido y sin dejar señales que les identificasen como seres conscientes y despiertos. Mucho mejor fútbol, toros y lotería, a ver si con un golpe de suerte se podía salir de pobres y engrosar las filas de los afortunados que se podían permitir comprar de todo en el estraperlo y hasta una casa sin goteras y con ascensor y un corazón de Jesús entronizado en el gabinete de las visitas o en el comedor estilo rencimiento isabelino o chippendale y una doncella con cofia y uniforme que recibiera con guantes blancos a las visitas con una bandejita de plata para depositar las tarjetas de presentación.

Era normal que a los niños y niñas, a los y las adolescentes que empezaban a estudiar con más detalle en el bachiller, se nos ocurrieran preguntas difíciles de responder por una sociedad adulta(¡ja!) acojonada, convencida de haber ganado la guerra a los malos o pesarosa y arrepentida de haber estado equivocada al creer que la República era legítima y Franco un golpista del fascismo. Siempre víctimas de algo, cachislamar. El quejío por todas partes.

Sobrevivió algo de conciencia en aquellos que tuvimos la suerte de tener abuelos lúcidos y sanos mental y emocionalmente, que nos iban contando la verdad y sobre todo que actuaban sin miedo, saliendo al paso con la justicia y los derechos elementales que cuidaban y respetaban en la vida diaria, poniendo en la picota las barbaridades del régimen aunque siempre recomendando hacer las cosas en silencio y cuidando lo que se decía en público, que las penas de muerte y cadenas perpetuas por contar chascarrillo sobre su excelencia, fluían como rosquillas  o como los vasos de leche de la ayuda americana a la hambruna española en la puerta de las escuelas de la época. La generación de nuestros padres, o sea, los que eran niños y jóvenes en los años 30, se malogró y radicalizó sin solución, absorbida por el miedo que pasaron, por la rabia y las privaciones de la guerra civil, en el corte en seco a sus estudios y carreras, relaciones afectivas, orfandades crueles y asesinatos despiadados solo por no coincidir en las ideas, abusos de todo tipo, que en efecto, se terminaron con el nuevo concepto de "la ley del silencio sepulcral y el orden lobotomizado de los cuarteles" que impuso por todas partes el dictador, venerado como un santo vivo por la iglesia católica. 

Si quienes conocimos desde niños la dictadura, porque nacimos en ella, hubiésemos despertado de verdad después de la muerte del dictador, jamás habríamos llegado a un estado semejante de degeneración política como el que ahora padecemos o disfrutamos, dependiendo de a qué lado del techo financiero nos encontremos. Quizás habríamos exigido en su día y sin miedo un referendum sobre el modelo de estado y la laicidad verdadera, con el fin del Concordato del estado con los falsos seguidores de Jesús, que se valen de su mensaje para sostener la indecencia social que les hace necesarios para muchos pobres despojados de su dignidad de hijos del hombre y la mujer, que es dios como energía creadora, evolutiva y repartida en todo cuanto existe (el jesuita Teilhard de Chardin se ganó el destierro y el castigo vaticanista por escribirlo e investigarlo). 

La atadura franquista no fue solo militar, sino además un vaciar por dentro el alma de la mayoría de los españoles y la causa de que como residuo y memoria de todo lo que no ganó la guerra, solo quedase la esterilidad del rencor y de la rabia que produce la frustración de haber vivido reprimidos y secuestrados por generaciones, hasta desarrollar el síndrome de Estocolmo manifestado en la tolerancia a la corrupción  y en votar al pp y a c's porque en ellos el iconsciente colectivo damnificado reconoce el eco familiar de un tiempo de horrores que se nos dio como única forma de vida y de 'progreso'. Que nos concedió una patológica seguridad hereditaria y un trauma hasta ahora insuperado mayoritariamente a derechas y a izquierdas.

Venimos de una mixtificación semiológica que podemos analizar en el texto de canciones, himnos y discursos, donde se nos mostraba cada día la miseria como riqueza y virtud, la crueldad como heroísmo y grandeza, la venganza como justicia y equidad, el orgullo y el despotismo como derechos de pernada, la sumisión y la humillación como deberes de todos los buenos, nobles, devotos y heroicos ciudadanos del maravilloso imperio de la ppodredumbre. Por eso estamos ahora como estamos. En el culo de Europa, acusados de ser los más miserables e insolidarios, retrógrados, mediocres e impresentables de la UE.
Por eso mismo, el puro ajuste de cuentas cósmico, el turismo nos invade sin respeto alguno, respondiendo a nuestras demandas y deseos legítimos pero letales, como el sucidio: ¿tener conciencia es de idiotas, trabajar por el bien común es de utópicos?¿lo que más valoráis es el dinero, las maquinitas, el consumismo enloquecido, los colocones de lo que sea, la zafiedad y la fiesta sin parar? Pues ahí tenéis el resultado, cretinos míos. Un pp que como el superglú no hay quien despegue de los sillones. Un c's que es su fotocopia fashion, un Psoe que no sabe lo que es y una izquierda con conciencia ética y cultura suficiente para cambiar las cosas, pero siempre en minoría, porque no os fiáis de lo que no huele a cornetas y tambores, a macho silvestre alcoholizado con su propia testosterona, a uniforme y a cuartel, a marcha real "ganadera" y campechana, a ley mordaza, a bancos ladrones y a chanchullos institucionales, que han sido vuestros hados ppadrinos desde que nacistéis, bonicos.  Así, que hale, carretera y manta, la manta al coll i el cap al vent, y apechugad con el resultado de vuestras sabias e inteligentes decisiones en las urnas. Al final se acaba durmiendo en la cama que uno se hace. España es la prueba.

Tenemos que caer en la cuenta de que tampoco podemos estar el resto de historia disponible acusando eternamente a nuestros padres políticos, económicos y religiosos de la pésima herencia que nos han dejado y de la nula educación social que nos dieron. Eso es lógico en la adolescencia, cuando la inmadurez psicoafectiva nos hace vernos enormes y fuertes para exigir derechos y vulnerables e indefensos niños de cuna para cumplir deberes, o sea, con la guerra civil recién terminada, por ejemplo.
Sólo que ya han pasado 81 años del golpe militar, 78 del fin de la guerra, y cuarenta y dos de la muerte del orco mayor de Mordorland, ya está bien, ¿no? Vamos a ponernos las pilas de una puñetera vez, asumiendo lo que no podemos cambiar porque ya se ha pasado el arroz (por ejemplo, dar la vara con el viejo Psoe y Felipe González, con Fraga y Aznar, con la "traición" de Carrillo, y el emperre de conservar el valle de unos caídos a los que nadie se molestó en preguntar si querían caer por la patria terminator o seguir vivos en otro lugar más hospitalario y acogedor, y sobre todo vivos, que todo ello es una momificación improductiva y un peso muerto, literalmente, para que España salga de la fosa séptica, que ya va siendo hora, a estas alturas); debemos ir cambiando ya lo más urgente, porque sin no es así nos destruiremos del todo hasta como europeos creíbles y peores que los del Brexit, y dejaremos que el pp español y su sosias catalán, los Puigdemont, Mas y Pujol se monten el stratego a nuestra costa y costes y la pobre Catalunya se quede en manos del pp que parla en catalá y se corrompe igualito que el que no lo habla ni lo entiende.
Y ese cambio es el nuestro. Nuestra actitud. Nuestra apatía. Nuestro marujeo constante y paralizante, que se lleva más energía de la que produce. A estas alturas, con lo que estamos pasando y lo que hemos pasado, la responsabilidad de aprender  y no repetir es nuestra, de la ciudadanía. Tenemos ejemplos como la PAH, que sigue al pie del cañón recuperando espacio moral, dignidad y personas, Gamonal, la desprivatización de la sanidad en Madrid gracias a la Marea Blanca, el fin del pp en el gobierno de la Comunidad Valenciana, los cambios en Madrid y en Barcelona, la revolución en las bases del Psoe...ése es el camino, no las lamentaciones ni el refunfuñe constante que solo paraliza y deprime.

Debemos conocer nuestra historia más cutre, no para quejarnos solamente, sino sobre todo para que no se siga repitiendo a base de nuestra insistencia en el recuerdo de lo patológico y lo estéril. Si el pasado te impide caminar en el presente, líberate de él, porque si no lo haces ahora no habrá futuro. Necesitamos para aprender el reconocimiento de lo malo que nos ha pasado, de las víctimas del franquismo y lo vamos a lograr, seguro, pero no olvidemos que el mejor homenaje y el sepelio más digno a nuestros muertos es hacer posible lo que ellos no lograron: una España diferente, mucho mejor, habitable, más limpia, sana, justa, valiente y adulta. Bella. Inteligente. Culta de verdad, no de feisbuc. Capaz de saber que las preferencias no deben ser el dinero sino los seres humanos que son la verdadera riqueza, así ningún diablo capitalista podrá jamás comprarnos el alma colectiva ni individual a cambio de la pasta deshumanizada a cualquier precio que mata más que ayuda. Portugal y Valencia lo han conseguido. ¿Qué nos impide que en Madrid, Cataluyna, Euzkadi y resto de territorios autonómicos lo hagamos también? Todo es ponerse y no ceder ni un palmo al desaliento ni  a la "costumbre" de la comodidad zafia e insoportable. Tal vez necesitemos socialmente tirar de Freud y de Jung para salvar ese abismo emocional e ideológico, que no nos deja crecer. Habrá que inventar la práctica de una rehabilitación social e histórica del presente.



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