sábado, 15 de julio de 2017

Morir entre el sol y el asfalto

Se llamaba Rafael Luque y  falleció de un golpe de calor tras haber pasado el día en el tajo echando asfalto a la carretera
Rafael es ejemplo de cuánto debemos hablar del estado del trabajo en España, que lleva a aceptar condiciones intolerables por la precariedad





El calor comienza ceder de forma ligera aunque Córdoba y Jaén siguen en rojo
EFE
A las víctimas hay que ponerles cara, hay que ponerles vida: la que tenían. Pues bien, se llamaba Rafael Luque, tenía 54 años, una esposa y dos hijos –un chico y una chica–. Muchos amigos y vecinos de Arahal, Sevilla, que hoy están desolados. Este miércoles falleció tras haber pasado el día en el tajo echando asfalto a la carretera A-406 en Morón de la Frontera, a 27 kilómetros de su casa. Llegaron a registrarse 45º  en la zona, que aumentan por efecto del calor del propio alquitrán caliente que se pone en 170º. Los compañeros del fallecido, cualquier persona con sentido común, dicen que "es inhumano trabajar con estas temperaturas".
Los compañeros relatan a AionSur.com que entraron a trabajar a las 7,30 horas de la mañana, a las 18.00 pararon porque se les había terminado el agua y el propio Rafael se acercó al bar donde suelen comer a llenar unas garrafas. Tras reanudar el trabajo, empezó a sentirse mal y fue sobre las 20.00 horas de la tarde cuando notaron que Rafael evidenciaba problemas serios de salud y llamaron al 112 de Morón. Poco después, fallecía. Hagan un cálculo de horas de trabajo. La Consejería de Salud de la Junta de Andalucía confirma que Rafael Luque murió "por un golpe de calor".


Un representante de la empresa, Construcciones Maygar S.L., declaró a Canal Sur que la obra era muy urgente. Amigos y vecinos insisten que, en ese caso, al menos deberían haber contratado dos turnos. Los sindicatos creen que se ha incumplido la Ley de Prevención de Riesgos Laborales. Maygar no cuenta con representación sindical.
Rafael es uno más en las estadísticas de los accidentes laborales. Todos tenían una vida, y hay que decirlo así aunque parezca una obviedad. Para él y tantos otros no rige la pueril cantinela del verano que se redobla más cuando aprieta en ola de calor. Ésa que nos recomienda ir por la sombra, beber líquidos y no hacer deporte. También es mala suerte.
Rafael no era famoso, ni llenará otras páginas que las de múltiples días de dolor para sus allegados. Sí es ejemplo de cuánto debemos hablar del estado del trabajo en España, que lleva a aceptar condiciones intolerables por la precariedad. Por la amenaza de despido explícita o latente. Excesiva competencia ante tanto desempleo. Concretamente, Andalucía, con Extremadura y Canarias, Ceuta y Melilla, se encuentran entre las 10 regiones con más paro de la Unión Europea, según un estudio de Eurostat. 
Pero hay mucho más aún. En el país de la falsa recuperación que vende el Gobierno y su largo brazo mediático se da la paradoja que resumía Belén Carreño: es una recuperación sin empleo, que deja atrás millones de parados. ¿Cómo es posible que se firmen dos millones de contratos como ocurrió en junio y el paro baje en 100.000 personas? Porque el 92% de los "empleos" son a tiempo parcial, muy parcial, y temporales, muy temporales. En el mercado laboral español, casi tres millones de ciudadanos (2,8) trabajan por horas y la mayoría lo aceptan así porque no hay otra cosa. Según el Banco de España, esta anomalía enmascara las cifras del paro que sugiere estarían, de contabilizarse con rigor, en torno al 30%. Certifica sobre todo que con empleos tan cortos y escasos no se puede vivir.
Y mal pagados en muchos casos, no en todos. Hemos llegado a tener salarios que no dan para cubrir las necesidades. Los sueldos en España han bajado con "la crisis", la crisis de la decencia seguramente.
Rafael murió en su puesto de trabajo. Era su labor diaria, como es la de sus compañeros que siguen ahí echando asfalto, sintiendo el mismo calor y olor. No es una actividad fácil, ni mucho menos. Y encima les añaden dificultades. Son demasiados los trabajos que se están degradando. Cada día se palpa el estrés de quienes han de multiplicarse por dos o por tres para cubrir las necesidades que se les requieren en el puesto. Y con la inseguridad permanente de cuánto durará su empleo. Solo en la mañana de este viernes, he visto a empleados de una operadora de telefonía observando, con estoicismo, la larga fila de clientes que aguardaban la apertura de puertas e irrumpían en algún caso con exigencias. Era como para salir corriendo. Poco después he encontrado a una periodista de cajera en un supermercado. "Pagan tan mal en todas partes", me explicaba. Se ahorra a costa del bienestar de los asalariados.
Desde luego, se ha perdido en gran medida lo que siempre fue un privilegio y ahora parece una rareza: trabajar en lo que a uno le gusta. Acudir con ilusión, salir satisfechos de lo realizado. Hasta en trabajos vocacionales, duros de por sí, se padece la frustración e impotencia de la tijera que limita. La sanidad pública, la gran pagana de las ambiciones privatizadoras del PP y similares, por ejemplo. España es el país de la OCDE (salvo Grecia) que más ha reducido su presupuesto sanitario. Y no hay justificación alguna. Explicación, sí. Fácilmente deducible.
Lo que está ocurriendo en España compagina mal con carrozas y vestidos y la exultante e insultante frivolidad de los medios. Con la permanente distracción de lo esencial. Porque se puede tener un trabajo que llene aun con todos los contratiempos que puedan aparecer. Un trabajo que satisfaga incluso si la autoexigencia es alta. Se lo digo por experiencia. Y se nota porque el trabajo es una parte esencial de nuestra vida. De tenerlo, su carencia involuntaria es otro drama.
No creo que Rafael eligiera entre todos el trabajo que tenía, aunque llevaba muchos años en obras de carretera. Ni que el horizonte idóneo al despertar sea ir a echar asfalto durante horas a pleno sol, sol feroz, sin apelaciones. Ni ir a pelear con las limitaciones, ni el sobrecargo de trabajo. Todo es necesario para que el engranaje social funcione, pero no hay derecho a tantas trabas. En condiciones tan injustas que obligan a pagar precios irreversibles. 

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El lado responsable y ético de la información y Rosa Mª Artal. Buen menú para el finde. Gracias por el trabajo y la conciencia.

Me permito una puntualización en el toque poético del título y  la tragedia. No se muere de sol, que es vida y sin el cual la Tierra sería un pedrusco inanimado que no tendría plantas ni oxígeno, o sea, ni especies vivas ni comida ni respiración. Se muere de asfalto que es veneno y pringue condensada y materia de accidente vial, se muere de atmósfera deshecha por los excesos con el petróleo y la energía derrochada y convertida en carbonilla irrespirable, repartida como polvo contaminante por todo el Planeta. Se muere de especulación y chulería financiera que usa la ciencia al servicio del mercado sin que importen las consecuencias de usar mal todo lo que puede dar beneficios rápidos y abundantes. Se muere por falta de una capa de ozono que la química de los aerosoles, los gases tóxicos del tráfico rodado y aéreo destrozan, se muere de aire acondicionado que para estar frescos en el interior sube exponencialmente cada año la temperatura exterior a valores demenciales y exterminadores del negocio que refresca viviendas, empresas, instituciones y vehículos públicos y privados, cuando soportar  25º o 30º en verano se convierte en un agobio insoportable dentro, pero terner 45º en la calle es culpa del sol...

No se muere de sol si no se empeña uno en achicharrarse aposta, Rosa Mª; se muere de calor infernal creado e incentivado por el ser humano más deshumanizado que nunca. Se muere por irresponsabilidad y avaricia de las empresas, ¿acaso se le echa la culpa al mar cuando se hunde un barco que navega en malas condiciones o va de sobrado como el Titanic, o cuando vuelca una patera?
No culpabilicemos a los elementos porque de ellos dependemos y son lo más necesario para la vida. La culpa es de la especie humana que se ha ido desarrollando como una anomalía contra natura con tal de "progresar" inadecuadamente. 
Este planeta era un privilegio cósmico. El único del sistema solar dotado de una atmósfera adecuada para vivir y crecer en abundancia y en bienestar. Pero la evolución produjo una mutación importante: que la inteligencia y el conocimiento apareciesen entre los homínidos y la evolución la cagó con su falta de previsión. Se ve que no calculó el factor bulimia desatada en tiempo-espacio, una ecuación sin resolver por los mismos que han inventado y descubierto tantas cosas, y así, la especie humana ha batido el récord de levantarse del barro primordial y colocarse en el espacio en plan Cristóbal Colón, en poquísimo tiempo, pero...sin madurar, sin crecer por dentro, sin despertar, sin conciencia...Ea, aquí están los resultados.

¿Cuántos Rafaeles Luque han perecido en nuestra maravillosa civilización construyendo enormidades mayestáticas e imperios terminators, hasta llegar a este momento? ¿Cuántos esclavos anónimos ha sacrificado nuestra especie hasta llegar  a los cañones, misiles, bombas de todo tipo hasta llegar alas nucleares, al ferrocarril, a los coches, barcos y aviones? ¿Cuántas vidas se habrán consumido por golpes de calor cultivando en los cafetales o en las plantaciones de cacao o de algodón o aceite de palma, con cuyo café, chocolate, ropa superecológica y alimentos devastadores nos deleitamos cada día? 

Por supuesto que es un delito de homicidio matar de calor a los trabajadores de una empresa sin ética, sin vergüenza ni humanidad. Y es a esa empresa a la que hay que acusar, no al asfalto que manejan los obreros ni al sol que brilla en lo alto, ni a la capa de ozono que se extingue. Es el ser humano el que decide hacer de lo tóxico y de lo  injusto un negocio rentable. El que se resigna al statu quo. El que elige sacrificar su vida a la rutina del consumo, el que vende su alma por una tele de plasma o por coche molón, el que hace necesidad de los caprichos mediante la publicidad manipuladora que costean los mismos fabricantes del desaguisado rentabilísimo. Los señores de la extinción.

A Rafael Luque lo han matado la injusticia, la insolidaridad, el abuso, la avidez y el lucro de una secta depredadora basada en el culto al dinero y a las malas artes para conseguirlo por encima de todo. Un capitalismo mucho más feroz que el sol. Y que también, como sus víctimas tiene rostros, nombres y apellidos. 

Hay que dejar muy claro cultural y pedagógicamente que no es la naturaleza, que nos da la vida, la que nos mata de mala manera, que no es ella el enemigo a abatir de nuestra prosperidad, sino el concepto de prosperidad tan criminal que hemos desarrollado como especie muy avanzada en los detalles mecánicos pero completamente analfabeta en sentido y sustancia. En conciencia. En los porqués que importan a la hora de ser algo más que objetos de consumo y de transacción. La libertad y la justicia que reclamamos no son  posibles sin el desarrollo de la conciencia individual y colectiva, si nuestra vida es un mix entre Un mundo feliz de Huxley y 1984 de Orwell.

Los esclavos tienen que aprender a rebelarse en positivo y en inteligente porque son mayoría y una mayoría inteligente no deja espacio ni hueco para que la gobierne una minoría rupestre cuya falta de conciencia la mantiene en el Paleolítico. 

Que la lucha social no nos prive de visión universal ni del objetivo completo de esa lucha, porque entonces no saldremos del bucle ni con las mejores intenciones. Y seguiremos siendo carne de cañón para los depredadores y nuestra lucha inútil los seguirá colocando al mando de nuestra precariedad asumida como "clase" natural y lo de ellos como "casta" necesaria. Hegemonía sine qua non. No necesitamos más caudillos, sino mucha más conciencia asamblearia con brazo ejecutivo en las instituciones hasta ponerlas en su función real: al servicio de una ciudadanía que se ha hecho proletaria y un proletariado que se ha hecho comunidad cívica y sectorial. Sin gerifaltes y por eso, con una inteligencia colectiva de organismo vivo e inteligente. Regenerar la evolución en el Planeta Tierra y reorientarla. Ése es el objetivo por el que saldremos de ésta.

En realidad Rafael Luque ha muerto igual que cualquier esclavo construyendo una pirámide en el Alto Imperio egipcio.  Me pregunto si de verdad tanta ciencia e inventos han servido para cambiar algo importante en nuestra especie o solo están sirviendo para refinar los métodos de la misma tiranía que ahora ya es mediático-cibernética y para que las leyes del mercado se confirmen como el verdadero código divino en el Antropoceno. Más bien Plásticobsceno.

Seguramente, Rafael Luque, convertido en energía y libertad infinita, ahora puede que esté hasta agradecido al golpe de calor que le sacó de este infierno descerebrado y loco de atar.


P.D.

Una sugerencia constructiva para las empresas del ramo, que yo pondría en marcha y haría norma obligatoria para ese tipo de tareas si fuese ministra de Trabajo y Seguridad Social (cosa que, -obviamente y con el repelús innato que me dan esas tesituras gerifaltescas- jamás sería, xd!):
Ese tipo de trabajo debería hacerse de noche para evitar tanto esfuerzo y peligro añadido. Comenzar a las siete de la tarde hasta las siete de la mañana con dos turnos de seis horas, teniendo en cuenta que el tráfico nocturno es además, menos intenso, así los trabajadores pueden hacer su tarea sin calor ni peligroso sobresfuerzo; y obligaría a las empresas a tener a disposición de los trabajadores una roulotte con agua, termos con bebidas frías en verano y calientes en invierno, bocadillos, servicios de aseo y recuperación con camilla y botiquín para una atención sanitaria de emergencia en caso de desfallecimiento o de accidente para que esté atendido y protegido el personal afectado hasta que llegue el SAMU.




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