Nunca se había oído algo igual en el Parlamento
español. Una descripción ajustada de la corrupción del partido que
preside Mariano Rajoy y gobierna España y que justifica una moción de
censura. Irene Montero, portavoz de Unidos Podemos, la ha desgranado
durante dos horas con datos inapelables. Un trabajo exhaustivo de
documentación. Y si, ni en los más convulsos días de nuestra historia se
había escuchado algo similar, es porque nunca, en democracia, un
partido osó llegar tan lejos en el saqueo de las arcas públicas, la
utilización de las instituciones y la ostentación de la impunidad.
Nunca ha sido tan evidente el sólido soporte con el que el PP cuenta
para sus actividades. "Para ustedes la política es el adjetivo pero lo
sustantivo son los negocios", dijo a poco de comenzar Irene Montero. Y
es diáfano que en esa empresa el PP se ve muy apoyado, política y
mediáticamente. Nunca ha quedado en mayor evidencia ese equipo, ese
ejército desplegado por sectores fundamentales, que sostiene a Rajoy y
al PP. Incluso a sus socios. No hay más que oír, ver y leer reseñas en
las que se destaca y se silencia con precisión.
Hemos visto con más rotundidad que nunca las dos
Españas, la real y la oficial que hoy forman ese concepto. El PP ha
desplegado la estrategia de mostrar, como ya hiciera el de Cifuentes, un
profundo desprecio hacia los diputados electos de Unidos Podemos.
Muestran lo que sienten, en lo más profundo de su clasismo y
prepotencia. Doblemente al tener enfrente en el inicio a Montero. El
ninguneo era hiriente y se vuelve contra sus autores. En burla y
protesta, para dificultar la exposición de las causas. Cabizbajos
mirando el móvil o libros de soporte para escenificarlo, cabizbajos ante
la batería de hechos consumados que jalonan las dos legislaturas de
Rajoy.
El menosprecio se evidenciaba de nuevo en la
decisión de Rajoy de salir a contestar a Irene Montero, personalmente,
con un texto que traía escrito para Pablo Iglesias –con el fin de
descolocarle dicen que dicen en el PP–. El enésimo intento de
despreciar, hasta en alusiones, a Irene Montero. A la primera mujer que
ha salido a defender una moción de censura en el Parlamento. Lo que ha
hecho con razón y coraje. Con un alegato feminista añadido que tampoco
había resonado en la Cámara en décadas.
Pablo iglesias no se descolocó, claro. Once medidas urgentes para proteger la democracia,
combatir la corrupción, proteger la independencia judicial y derogar
leyes autoritarias. Búsqueda prioritaria de la justicia social. Programa
y propuestas de una moción que sale rechazada pero ha sido reveladora.
Iglesias ha hecho un llamamiento al PSOE para echar a Rajoy, con un
acuerdo sin Ciudadanos, que fue lastre fundamental el año pasado. "Asumo
los errores que pude cometer. Pido que asuman los suyos y trabajen con
nosotros", ha dicho el líder de Podemos. Destacados miembros de la nueva
dirección del PSOE siguen estancados en el mantra de por qué no es
Pedro Sánchez presidente. Igual deben preguntárselo de nuevo.
Lo peor es que esa ruptura absoluta entre la España real y la oficial
es la que tenemos. La que jalea al PP y al degenerado sistema que
representa. En el Congreso y en los medios, insisto. Habrá quien no
escuche otra cosa. Los insultos que han sido la base del "argumentario"
en las filas de PP y Ciudadanos, mientras Irene Montero hablaba sin
dejar resquicio a las incontables deficiencias que jalonan la España de
Rajoy. Las tramas de corrupción enumeradas una a una, el dinero que se
han llevado sus protagonistas, citados por su nombre, que "no es suyo".
No se puede zanjar esta acusación documentada en que son casos aislados y
de personas que pertenecieron en un remoto día al PP.
"La moción de censura no es contra España, es contra usted", tuvo que
recordar a Rajoy la portavoz de Unidos Podemos, dado que es evidente que
Rajoy y cuanto representa creen que España es suya, que son España. Hoy
nos demuestran una vez más que las víctimas de sus políticas o de sus
negocios no les importan lo más mínimo. Ni los empleos precarios de los
que presumen, ni el aumento de la pobreza infantil cuya cuantía
insoportable el propio Gobierno confirma: más de dos millones y medio de
niños. Nada, de los daños colaterales que arroja su actividad.
Montoro, el autor directo de la Amnistía Fiscal, considerada por el TC
anticonstitucional, se ha reído cuando Pablo Iglesias ha mencionado a
las víctimas de la llamada pobreza energética. Comprobamos de nuevo que
no pisan ni huelen la calle desde las sucias alfombras con las que tapan
sus trapicheos. El montaje incluye a quienes seguirán metiendo la
basura bajo la alfombra, hasta que ya no quepa más y asome por los
bordes, como escribía en 2011 José Luis Sampedro.
Con
los datos conocidos, estamos ya muy lejos de tener que dilucidar si la
corrupción del PP es cierta o no, si miente o no. Es un cúmulo de
evidencias atronador. Y abarca un conjunto decisivo, graves
desviaciones, las elecciones dopadas, las cloacas del Estado con unas extensiones que ponen los pelos de punta.
La desvergüenza en la información privilegiada que despluma a los
pequeños accionistas del Banco Popular, mientras grandes fortunas e
instituciones sacaban el dinero el día anterior. Por citar lo último que
siempre con el PP es lo penúltimo. Y ese tono de casino provinciano
franquista, de telaraña consolidada, de perfume rancio, para negar y
negar, leído y leído, e intentar que pase la tormenta con las
complicidades bien amarradas. Su consecuencias nos sitúan ante millones
de víctimas que se tragan el anzuelo mientras les roban la cartera y los
derechos.
Nunca antes se escuchó en el Congreso lo
que hemos oído. Con ese sentir que palpita en los ciudadanos de a pie,
tan directo. Algunas individualidades en el pasado, partidos
minoritarios, sin duda. El PSOE no cumplió ese papel exactamente, por
los problemas internos o por lo que fuera. Por su apuesta por un papel
institucional. Llegado el enorme deterioro de la crisis fue la causa
para ser incluido en el No nos representan. Su
abstención ahora no tiene excusa. Aunque el mismo entramado les jalee y
lo justifique. Nunca estuvimos en una situación como ésta. La
experiencia propia y ajena debería hacer reflexionar a un partido maduro
sobre tácticas electorales. Vean Reino Unido y Francia, las actitudes
marcan la diferencia entre la recuperación y el hundimiento.
El insulto a los millennials de Navalón en El País tapó el artículo que
había que leer de Joaquín Estefanía, director del diario en tiempos
dignos. Hablaba de ' Corbyn y las promesas rotas'. Las promesas rotas a unos jóvenes, millennials
en particular, a los que el abuso del capitalismo que llamaron crisis
les ha cambiado la vida. Para mal. Estefanía citaba un estudio de la
Fundación Felipe González, casualmente: Millennials Dialogue, elaborado en 21 países. Los jóvenes españoles son los más críticos con los políticos y con el capitalismo. "
Y –atención– creen que el partido político que mejor les entiende
(porque es más creíble, porque tiene las ideas correctas, porque es más
abierto y honesto) es Podemos", escribía Joaquín Estefanía.
Saben perfectamente lo que ocurre pero intentan desactivarlo. De un
lado con una impostada nueva lucha generacional. Son las gentes como
Rajoy y cuantos le sirven de pedestal los que viven fuera del mundo en
el que están, estamos, los demás sea cual sea nuestra edad. Del mismo
modo que hay un profundo regusto a antiguo y caduco en numerosos
miembros del Congreso y en los intérpretes de la actualidad. Y, desde
luego, trabajando por la negación de la realidad y la descalificación de
quienes se la enfrentan a la cara. Unidos Podemos en la moción de
censura a Rajoy. Más castigados que los corruptos por los adalides del
sistema.
"España ha ganado, ustedes han perdido",
concluía Rajoy su primer discurso. De momento. Lo ocurrido este martes
13 de junio de 2017 tiene trascendencia. "Nosotros nos hemos podido
equivocar, pero nosotros no robamos ni damos aire a los corruptos",
concluía Pablo Iglesias. Y así queda escrito para el futuro. La España
de estas élites precisa una desinfección intensa, es cierto. De momento,
Rajoy ha ganado… rellenen los puntos suspensivos con la conclusión.
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