Buenos días, fin de mes
Todavía queda una semana para el día 30 y ya miramos la cuenta
bancaria con agobio. No somos pobres, pero sí somos cada vez más pobres
¿Cuánto dinero te queda en la cuenta hoy, cuando
todavía falta una semana para que acabe el mes? Deberíamos hacer todos
ese ejercicio colectivo de transparencia: enseñar el saldo bancario el
día 23 de cada mes. Sería más contundente que cualquier estudio
sociológico: todos en el trabajo, en el súper o a la salida del colegio
enseñándonos lo que queda en el banco para pasar la última semana del
mes. Exponer la economía doméstica puede ser un ejercicio subversivo.
Empiezo yo, venga, a ver si alguien más se anima al striptease
bancario: 23 de junio, 130 euros. Puede parecer suficiente para
una semana, pero hablamos de familia con tres-hijas-tres que se empeñan
en desayunar, comer, merendar y cenar todos los días. Y antes de acabar
el mes siempre cae alguna domiciliación traicionera. Oh, espera, que
olvidé que al coche le toca la ITV. Aun así, este mes no vamos mal; el
anterior, a día 24 tuvimos que darle un mordisco a los ahorros, el
colchón de los años buenos que se va quedando en colchoneta. Junio lo
salvaremos con la devolución de Hacienda. Otras veces aparece un
providencial ingreso que no esperabas (lo primero que hace un autónomo
nada más despertar es mirar la cuenta). Pero muchos meses, ñam, un
mordisco, dos, tres mordiscos a los ahorros.
Los finales de mes son agónicos, y cada vez empiezan
antes. Cuando por fin llega el día 30, cruzas la meta tirando besos a la
grada. La cuenta revive, pero no celebres porque ahí vienen el
alquiler, los consumos domésticos, la cuota de autónomo y llenar la
nevera. Como suele decirse, "solo levantar la persiana" y ya tienes la
cuenta tiritando, y un largo mes por delante.
Leo el informe Foessa, que publicó este jueves Cáritas,
y compruebo lo obvio: que somos mayoría las familias que hoy hemos
mirado el saldo bancario con agobio. El Foessa era hace años "lo de los
pobres", el recordatorio anual de que bajo la prosperidad seguía
habiendo gente excluida. Ahora lees el Foessa y resulta que habla
también de ti, de nosotros, de los que no somos pobres, pero sí somos
cada vez más pobres.
Según el informe,
seis de cada diez hogares no llegan a fin de mes, y por supuesto no
pueden ahorrar ni afrontar gastos imprevistos o extraordinarios. Para la
mitad de familias, la "red de seguridad" es peor que antes de la crisis
–por lo que si viniese otro lobo como el de 2008, el soplido se
llevaría la casa con toda la familia–. Para muchos, su esperanza de vida
en caso de quedarse en paro es de dos o tres meses. A partir de ahí,
solidaridad familiar, la tribu que sigue desactivando el estallido
social. O solo lo aplaza: cuando a los que aún somos hijos nos toque ser
la red de seguridad de nuestros hijos, ¿tendremos la misma capacidad
que nuestros padres?
Del informe me interesan dos
preguntas, que cada uno puede contestarse: si comparas tu situación con
la que tenías hace diez años (justo antes del comienzo oficial de la
crisis), ¿ha mejorado, es igual o ha empeorado? Y si imaginas tu vida
dentro de cinco años, ¿crees que tu situación económica será mejor,
igual o peor? Pregunto en mi entorno laboral, familiar, vecinal, y hay
unanimidad: estamos peor, y no confiamos en estar mejor, nos conformamos
con no caer más.
La precariedad (no solo laboral)
nos está devorando, y lo peor, nos acostumbramos a ella, la
naturalizamos, nos resignamos, ayudados por todos esos artículos
pobristas que te dicen cómo ahorrar en calefacción, cuál es el súper más
barato, qué hacer con la comida caducada, o lo bien que se está en casa
los fines de semana (llámalo nesting, así no parecen estrecheces). Si aun así tampoco llegas, siempre podrás uberizar tu vida, repartir comida en tu tiempo libre (y en bici, así haces deporte), o poner a trabajar esa habitación vacía, que la miseria parece menos miseria cuando viene con app.
Ánimo, que solo queda una semana.
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