Golfos
Soportamos el aumento de la precariedad, al mismo tiempo que siguen saliendo noticias de auténticas golfadas
Mientras se habla de la "recuperación económica",
casi un tercio de los nuevos contratados dura menos de una semana en su
puesto de trabajo. Casi la mitad, no llega a un mes. No vaya a ser que
se acostumbren a vivir medianamente en condiciones. Por estas cosas jode
tanto que se hable del final de la crisis o que el Gobierno diga que
garantiza "la estabilidad". Que le expliquen al creciente precariado
cómo se planifica así un proyecto de vida. Duele por esto y porque
seguimos viendo miseria con todo lo que aquí se roba o se ha robado ya.
Prestemos atención a lo siguiente. Quizás porque estamos saturados de
tanto golfo o porque a veces ponemos demasiado el foco en Madrid, la
historia de Don José María, Alvarito y Bartolo está pasando un tanto
desapercibida. Puede servir como botón de muestra en un traje que parece
hecho a medida de los que se han aprovechado de lo de todos para
medrar. José Mari fue instalador de cable, Bartolo recogepelotas y a Alvarito le cambió la vida cuando, con 30 años, llegó a concejal del Partido Popular.
Políticamente, el más poderoso de todos era el señor
Rodríguez, Don José María. Un hombre devoto y de apariencia formal.
Echando cables, llegó a senador, delegado del Gobierno, líder del PP en
Baleares y conseller de Interior. Todo un cacique en las islas. El
fervor no lo perdió nunca. En público, promovió ofrendas a la Virgen y
se arrodillaba al paso de la procesión. En privado, cuentan hoy los testigos
que era putañero, cocainómano y ladrón. Con casi 70 años, ahora resulta
que señalan al meapilas como un vicioso vividor. Pagado por todos, que
es lo que más nos interesa aquí.
Porque entre las
corrupciones de las que acusan a Josemari están las de curso habitual:
comisiones, mordidas, dinero negro, financiación del partido... Y, entre
las juergas, sexo con mujeres y hombres de pago, orgías con coca en
"bandejas tamaño paellera de 12 personas", brindado con botellas de
champagne Moët Chandon. Los investigadores indican que los vicios los
pagaba Bartolo, el gran empresario de la noche balear. ¿A cambio de
nada? No. La investigación indica que tenía blindaje "popular". Normas,
policías y condiciones laborales estaban presuntamente a medida del
"capo", que se hizo rico con el auge del turismo y aprovechándose de
semejante nocturnidad.
Don José María tenía
predilección por el joven Alvarito Gijón, que llegó a diputado
autonómico y a concejal, y al que cuentan que le puso de chófer a un
guaperas rubio, que recogía al joven Álvaro del burdel con el coche oficial.
Hay testigos que hablan de orgías de 36.000 euros, prostitutas a 400 la
hora, famosas de Madrid "invitadas" a los festejos, golpes y lesiones
graves a alguna de las mujeres que salían chorreando sangre del lugar.
Allí, al parecer, había de todo: chicas, chicos, sesiones descritas como
"raras" para don José María y consejos para Alvarito a la salida,
porque se iba con "restos blancos" en la nariz.
Hoy,
Bartolo está en la cárcel, acusado de 16 delitos. Sigue el negocio su
hijo, al que llaman "Tolo". Entre las "mafietas" en la noche balear o
las presuntas mordidas en concesiones públicas, como los aparcamientos,
Don José María y Alvarito aún tienen mucho que aclarar. A punto de
cumplir los 70, con una vida haciendo y deshaciendo en el partido, en el
PP ya no cuentan con el devoto Josemari y se sorprenden ahora de su
conducta "inmoral". Pasados los 40 años, a Alvarito lo vinculan con
comisiones, testaferros y hasta con 40 cuentas bancarias. Son muchas,
pero el dinero sigue sin aparecer.
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