Colau, Carmena y Ribó, el éxito de los alcaldes más temidos por la derecha
Unos estaban preocupados por lo que los nuevos ediles pudiesen
descubrir debajo de las alfombras, otros quizá temerosos de perder los
buenos negocios que hacían a costa del dinero público
Dos años han pasado desde que los gobiernos del
cambio de las principales ciudades españolas llegaron al poder. Manuela
Carmena, Ada Colau y Joan Ribó tomaron el mando de Madrid, Barcelona y
Valencia, las tres ciudades más grandes de España. La derecha,
acostumbrada a gobernar por años, y todo su entorno empresarial y
mediático, estaban al borde de la histeria.
Unos
preocupados por lo que los nuevos ediles pudiesen descubrir debajo de
las alfombras, otros quizá temerosos de perder los buenos negocios que
venían haciendo desde siempre a costa del dinero público y los últimos,
ya lo estamos viendo, seguros de que iban dejar de ser alimentados con
el favoritismo de la publicidad institucional.
Por eso no extraña que los nuevos ayuntamientos, y muy
particularmente los de las ciudades más emblemáticas, fuesen recibidos
con una inusitada agresividad: a un buen puñado de espabilados se le
acababa el chollo. Ya entonces a las personas sensatas,
independientemente de la ideología, les avergonzaba el tratamiento que
se le dio a Manuela Carmena desde la oposición, liderada por la
deslenguada Esperanza Aguirre y también desde los medios satélites de la
derecha política y económica. Afortunadamente, los insultos, la
intromisión permanente en su vida privada, las burlas y humillaciones
con las que se pretendió ridiculizarla, no lograron su objetivo y
Manuela preside hoy el Ayuntamiento que más ha reducido su deuda en estos dos años.
A Ada Colau le pasó algo similar. Si Carmena llegó a la alcaldía aupada
por Ahora Madrid y los votos del PSOE, en el caso de Colau los apoyos
eran más variopintos. Barcelona en Comú, su coalición, obtuvo 11
concejales y recibió el apoyo de ERC, PSC y la CUP para desbancar al
convergente Xavier Trias. Desde el principio también Ada sufrió una
enorme presión, pero ahí sigue, creciendo día a día en prestigio e
influencia.
Joan Ribó, en Valencia, dijo en su toma
de posesión algo que define sin duda el nuevo estilo de nuestros tres
protagonistas: "La vara de mando no es mi forma de gobernar, no me hace
falta, prefiero el diálogo con los vecinos y las vecinas". El miércoles
estuve con él en Valencia y le vi en forma, moviéndose –como casi
siempre– en bici, cercano, tranquilo, paciente, atento a lo que sucede
en cada rincón de su ciudad. Bajando también la deuda, pacificando el
tráfico poco a poco y sufriendo también en ocasiones una presión bien
calculada que sin duda empujan los que temen que se prolongue en el
tiempo el mandato de gente decente en lo ayuntamientos.
Porque este es el asunto verdaderamente importante. Las grandes
ciudades españolas –y las medianas y pequeñas– han estado demasiado
tiempo en manos de los depredadores del mercado. El urbanismo, los
servicios públicos, las infraestructuras, controladas por la derecha
económica, han ido dibujando unas ciudades agresivas, desiguales,
contaminadas, cada vez más inhóspitas y arruinadas. Y aunque hoy es
fácil darse cuenta de los errores cometidos, la presión del dinero no
cesa. Por eso es importante que nuestros ediles aprieten los dientes y
sean valientes. Por eso es fundamental que aprovechen los dos años que
les quedan por delante para demostrar que se pueden hacer las cosas de
otra manera.
En esta calurosa semana de junio hemos
asistido a la tercera moción de censura desde la recuperación de la
democracia tras la larga dictadura franquista. También hemos celebrado
el 40 aniversario de la primeras elecciones democráticas. Pero creo que
el hito más importante para el futuro ha sido este segundo cumpleaños de
los ayuntamientos del cambio. Su ejemplo de acuerdos y gestión deberían
ser el modelo a seguir para expulsar al PP del Gobierno de España. El
PSOE y Unidos Podemos deberían aparcar intereses personales y de partido
y centrarse en lograr ese obje tivo.
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Qué razón tienes, Sindo. Si los problemas no se arreglan en la base del municipalismo no se arreglarán nunca. Desde el centralismo absoluto de un estado no es posible hacer nada serio y duradero, e igualmente un municipalismo indecente se carga el Estado, porque si el estado ordena con el mando a distancia, son los municipios los que dejan en directo la huella pedagógica,marcan los objetivos más concretos y regulan los comportamientos, la convivencia y los modos de hacer y entender de la ciudadanía. Digamos que el estado es la universidad y los ayuntamientos la enseñanza elemental y media; sin ellas la universidad nunca sería posible. Por eso España lleva siendo un oxímoron toda su historia, se gobierna desde el vértice de la pirámide y se ignora la base que la sostiene, pero la pirámide con una base ninguneada y precaria no es posible que se sostenga. A la universidad estatal le falta la escuela y el instituto, por eso nuestro estado no es de derecho, sino de desecho.
Gracias por tus reflexiones siempre reconfortantes, Sindo Lafuente. Un saludo desde esa Valencia que acabas de visitar.
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