¿El CETA es un acuerdo de libre comercio que solo tiene ventajas?
Es una miserable impostura intelectual hacer creer que
quienes critican el CETA son cuatro populistas sin razones, ni
fundamento, enemigos del progreso ¡o incluso del comercio!
Décimo artículo de la serie 'Desvelando mentiras, mitos y medias verdades económicas'
Décimo artículo de la serie 'Desvelando mentiras, mitos y medias verdades económicas'
Hace unas semanas escribí en esta serie de artículos sobre mitos y mentiras económicas uno
dedicado a denunciar los que tienen que ver con las condiciones en que
se desarrolla el comercio internacional de nuestros días ( Los mitos sobre el comercio internacional y las ventajas del librecambio).
En él señalaba que los economistas y políticos neoliberales suelen
responder a los economistas que critican el mito del libre cambio y el
modo tan injusto en que funciona el comercio internacional actual con
meras caricaturas, acusándolos de defender el proteccionismo o la
autarquía.
No ha pasado mucho tiempo para que me den
la razón. El Partido Socialista ha anunciado su posición más crítica
ante el CETA (el amplio acuerdo comercial entre la Unión Europea y
Canadá) y el Gobierno responde diciendo que lamenta que el PSOE " vire al proteccionismo como Podemos o la extrema derecha" y dirigentes europeos acusan a Pedro Sánchez de oponerse a la globalización.
Algunos de los economistas españoles más conocidos
también se han pronunciado en este sentido y la naturaleza de los
"argumentos" que utilizan para defender el CETA son bien significativos.
Daniel Lacalle califica a los críticos del acuerdo como " enemigos del progreso"
y se hace un lío defendiendo al mismo tiempo una cosa y la contraria
con tal de combatirlos: por un lado, dice que el CETA "es un acuerdo
bilateral que tiene de todo menos liberal, está completamente alineado con una vertebración de la economía dirigista" y seis líneas más abajo que el acuerdo CETA"es uno de los mayores éxitos de
la Unión Europea, un tratado de libre comercio". Y, para defenderlo,
afirma que supondrá un aumento de las exportaciones de 12.000 millones
de euros. Una cifra que nadie sabe de dónde viene pero que es menos de
la mitad (26.000 millones) de lo que afirma Cristina Serrano que
aumentarán gracias al CETA en otro artículo publicado en el Real
Instituto Elcano ( La verdad sobre el CETA: ¿en qué consiste realmente el acuerdo económico y comercial entre la UE y Canadá?).
José Carlos Díez también defiende la firma del CETA basándose
fundamentalmente en dos grandes argumentos económicos más concretos ( ¿Por qué debemos apoyar el CETA? Mitos y verdades).
Por un lado, porque en su opinión el CETA ayudará a reducir el
desempleo y a aumentar los salarios y, por otro, porque aumentará el
entorno competitivo y obligará a nuestras empresas a mejorar su
eficiencia para no perder cuota de mercado.
También
se ha referido al CETA y a sus críticos Juan Ramón Rallo pero, en este
caso, no hay mucho que comentar sobre sus argumentos porque, con tal de
atacar a quien no piensa como él, cae sencillamente en la
caricaturización más grotesca. Por ejemplo, cuando da a entender que
solo en el capitalismo se da el comercio y que los críticos del CETA
somos " radicalmente anticapitalistas y, por tanto, anticomercio". ¿Cómo entrar a debatir con alguien que dice semejante estupidez para descalificar a su adversario ideológico?
Pero ¿que hay de riguroso en estas críticas? ¿Es cierto que criticar el
CETA y oponerse a que se apruebe es estar contra el libre comercio, que
este acuerdo solo tenga ventajas y que la globalización a la que vienen
a apoyar este tipo de tratados es buena de por sí y hay que dejar que
funcione como viene funcionando?
Dejaré este último
asunto de la globalización para un próximo artículo y hoy me centraré en
las supuestas ventajas de acuerdos comerciales como el CETA.
Lo primero que hay que saber es que, aunque se denominen así, estos
acuerdos no son de libre comercio. Así lo asegura, entre otros muchos
reputados economistas, el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz
cuando, refiriéndose al TTIP, decía que su objetivo no era fortalecer el
libre comercio sino "administrar las relaciones comerciales y de
inversión de sus miembros (…) en representación de los más poderosos
lobbistas de negocios de cada país" ( La farsa del acuerdo comercial del Pacífico).
Lo segundo a tener en cuenta es que las estimaciones tan optimistas
sobre los efectos del acuerdo en el empleo, el comercio o el crecimiento
de las economías no deben tomarse muy en serio. Ya he señalado que las
estimaciones que se manejan son muy contradictorias y es bien sabido
(como reconoció un medio tan poco sospechoso como The Economist) que los
modelos que se utilizan para hacer las estimaciones con las que se
defienden estos tratados son muy discutibles y débiles ( A weighting game).
En tercer lugar, para analizar los efectos de un acuerdo comercial como
el CETA se debe considerar lo que ha ocurrido en el pasado reciente con
otros semejantes y con la filosofía que inspira el tipo de
globalización que comportan.
En este sentido, un
articulo de Binyamin Appelbaum en The New York Times mencionaba algunas
evidencias que se han podido constatar en los últimos años y que si se
tuvieran en cuenta quizá rebajarían el optimismo de los defensores del
CETA ( Perils of Globalization When Factories Close and Towns Struggle). Entre ellas señala las siguientes:
- Los efectos positivos de los 17 acuerdos comerciales que ha suscrito
Estados Unidos desde el NAFTA han sido siempre menores de los que se
proclamaban cuando se iban a firmar.
- La mayor competencia que generan estos acuerdos eleva el desempleo y reduce los salarios.
- Tras estos acuerdos liberalizadores se reducen los ingresos de los
trabajadores de menor formación y, en general, el de los grupos de
población más pobres.
- Como dice Stiglitz, aunque
siempre se argumenta que los ganadores con estos acuerdos compensarán a
los perdedores, lo cierto es que eso no se produce nunca.
Finalmente, una amplia investigación sobre el CETA publicada en
septiembre del año pasado llega a conclusiones muy diferentes de las que
sostienen sus defensores a ultranza ( CETA Without Blinders: How Cutting ‘Trade Costs and More’ Will Cause Unemployment, Inequality and Welfare Losses).
Esta investigación parte de señalar que las estimaciones oficiales
sobre el incremento del PIB que generará el acuerdo (0,08% para Europa y
0,76% en Canadá) no son solamente muy moderadas sino, sobre todo, nada
realistas pues se basan en modelos muy simples (como señalé antes) y en
dos hipótesis inaceptables: que siempre habrá pleno empleo y que el
acuerdo no provocará ningún tipo de efecto sobre la distribución.
Por el contrario, al aplicar un modelo que contempla hipótesis más
cercanas a la realidad, como el de análisis de política global de las
Naciones Unidas, los autores llegan a las siguientes conclusiones sobre
el CETA:
– El acuerdo provocará divergencia y
desequilibrio porque solo mejorará la balanza exterior de Alemania,
Francia e Italia y perjudicará a las demás economías europeas.
– El CETA incrementará el peso de las rentas del capital en la renta
nacional y disminuirá el de los salarios en Europa y en Canadá.
– El CETA reducirá los salarios medios: un promedio de 1.776 euros en Canadá en 2023 y entre 316 y 1.331 euros en Europa.
– El CETA disminuirá los ingresos de los Estados y, por tanto, aumentará los déficits públicos.
– El CETA destruirá 230.000 empleos en Canadá, 200.000 en Europa y 80.000 en el resto del mundo.
– Como consecuencia de que el CETA debilitará la demanda y creará
empleo provocará una pérdida del 0,96% en el ingreso nacional de Canadá y
del 0,49% en la Unión Europea.
La investigación
concluye señalando que el CETA "no solo conducirá a pérdidas económicas,
sino también al aumento del desempleo y la desigualdad, con
implicaciones negativas para la cohesión social" y sus autores señalan
finalmente el peligro letal que conllevan las políticas que inspiran el
CETA: "En el contexto actual de alto desempleo y bajo crecimiento,
mejorar la competitividad mediante la reducción del costo de la mano de
obra sólo puede dañar la economía. Si los responsables de la adopción de
políticas adoptaran el CETA y siguieran este camino, pronto tendrían
una única opción para reactivar la demanda ante las crecientes tensiones
sociales: aumentar los préstamos privados, posiblemente mediante una
nueva desregulación financiera, abriendo la puerta a una deuda
insostenible y inestabilidad financiera".
Es
evidente, pues, que detrás de la crítica al CETA hay algo más que
"trapicheo político" (Rallo) o "deriva populista" (Lacalle). Hay
análisis económicos muy potentes y realizados por economistas de gran
prestigio y en instituciones bien reconocidas, y también (aunque no lo
he tratado en este artículo) una gran preocupación por la democracia, al
comprobar que este tipo de tratados la debilitan pues atan las manos de
los poderes públicos representativos antes las multinacionales.
Por supuesto, es en todo caso legítimo defender el CETA, pero es una
miserable impostura intelectual hacer creer que quienes lo critican son
cuatro populistas sin razones, ni fundamento, enemigos del progreso ¡o
incluso del comercio!, como dice Rallo. Hay muchas razones económicas
para estar en contra del CETA y son de mucho peso.
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Aquí puedes leer el anterior artículo de Juan Torres de la serie Desvelando mentiras, mitos y medias verdades económicas: " ¿Es bueno o malo para la economía que haya sindicatos fuertes?"
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