Remedios globales para evitar la destrucción del medio ambiente
No creo que las propias fuerzas del mercado puedan introducir
suficientes elementos de racionalidad para invertir la tendencia actual
hacia sucesivos desastres
I.-La Fundación
Alternativas presenta este miércoles su II Informe de Sostenibilidad, en
el que plantea que es conveniente pasar a la acción, sin más demora, si
queremos evitar situaciones catastróficas. Los datos son concluyentes.
En 40 años hemos doblado las emisiones de carbono, dentro de unos años
habrá más plásticos que peces en los mares, con la desaparición de miles
de especies marinas; la energía sigue dependiendo de materias fósiles y
siete millones de personas mueren al año por contaminación. Los
desórdenes atmosféricos se suceden, amenazando territorios y millones de
personas. Es como si la madre naturaleza protestara o castigara los
despropósitos de sus descarriados hijos, los humanos.
II.-
La reacción ante tamaña amenaza está siendo lenta, desigual y, en
general, errática. No guarda proporción con lo que nos estamos jugando:
la supervivencia de la especie humana y del conjunto del ecosistema. Es
cierto que los Acuerdos de París han sido un paso adelante, pero su
naturaleza no vinculante y, en especial, no sancionable hace aleatorio
su cumplimiento. De momento las declaraciones y/o posición del
presidente Trump en la reunión del G-7 en Taormina son demoledoras. ¿Qué
ocurrirá si el país más contaminante del mundo por persona decide
descolgarse de esos acuerdos? ¿Le seguirán otros bajo el supuesto
argumento de que de lo contrario pierden competitividad?
En la UE hay voluntad política de cumplir los acuerdos y
aparecen una batería de medidas en la buena dirección. Pero la UE es
ya, y lo será más en el futuro, una parte muy pequeña de la población
mundial. Incluso le cuesta aplicar, con mayor diligencia, las energías
renovables, que no llegan ni al 20% del total. La misma España, que
disfruta de las mejores condiciones para tenerlas, está atrasada en este
terreno de manera incomprensible.
III.-
Los seres humanos hemos tardado siglos en conquistar nuestros derechos.
Desde la Declaración de los Derechos del hombre (pero no de las
mujeres) de la Revolución francesa hasta hoy han transcurrido más 200
años y a pesar de los avances producidos siguen siendo violadas,
sistemáticamente, en la mayoría de los países del globo. Pero lo que
nunca nos hemos planteado seriamente es la protección de los derechos de
las personas como naturaleza o de ésta como ecosistema vital, sin
comprender que al margen de las creencias que cada cual tenga lo que es
indiscutible es que somos parte de la naturaleza, en la que compartimos
un destino común con todos los seres vivos que en ella habitamos.
De esta suerte, sin duda hemos progresado a la hora de combatir los
atentados y los crímenes contra las personas o la humanidad, hemos
legislado con alcance universal e incluso creando tribunales
internacionales, de mayor o menor eficacia. Sin embargo, los atentados o
crímenes contra la naturaleza quedan la mayoría de las veces impunes y
no son perseguidos con una mínima eficacia. No sé a qué esperamos para
elaborar una legislación internacional de protección de la naturaleza,
con un sistema sancionador eficaz que se compadezca con el daño causado.
Ya sé que en nuestro código penal existe un capítulo dedicado a delitos
contra el medio ambiente –en mi opinión insuficiente–, pero si hay un
asunto en el que se desborda el ámbito nacional es este del medio
ambiente, en el que sólo con una acción coordinada a nivel global se
pueden abordar con un mínimo de garantía.
IV.-
La duda es si con nuestro sistema económico –el capitalismo global–,
tal como funciona en la realidad, es posible la sostenibilidad a medio y
largo plazo. Porque la expansión del capital, comprobado a lo largo de
la historia, se realiza necesariamente en base a la depredación de los
bienes naturales. De otra parte, el ciclo de consumo de los bienes
producidos es cada vez más veloz, sin olvidar que los niveles de consumo
per cápita de la inmensa mayoría de la sociedad es todavía muy bajo y
la aspiración a elevarlo es constante, como es lógico.
¿Qué sucedería si los miles de millones de seres que habitan en China,
India o África consumieran como nosotros, los occidentales? Nuestro
pequeño globo terráqueo reventaría por los cuatro costados. Y, sin
embargo, esa es la tendencia actual. Coincido con los autores del
Informe cuando señalan que la solución del problema no es "técnico", es
decir, resoluble por medio de nuevas tecnologías, si bien ello es
imprescindible. La cuestión radica en que es necesaria otra manera de
producir, de repartir, de consumir, en una palabra, de vivir, y eso
afecta a las relaciones sociales y a las decisiones políticas, que son
siempre relaciones de poder, y cómo se ejerce y controla éste poder.
V.-
Pensemos, sin ir más lejos, que entre los años 30 y 50 de este siglo,
más del 60% de la población mundial vivirán en las ciudades de más de un
millón de habitantes y una parte creciente en megalópolis de más de 10
millones de personas. ¿Cómo conseguir que en esas inmensas
aglomeraciones, la casi totalidad en países subdesarrollados, puedan
vivir los seres humanos sin degradarse y sin destruir aún más el
ecosistema? ¿Qué transformaciones gigantescas tendrán que abordar esas
megaciudades, si tenemos en cuenta el punto caótico del que se parte,
para alcanzar ciertos niveles de sostenibilidad?
Transformaciones no sólo técnicas sino de gobernabilidad, de reparto del
poder económico y político. No creo, en fin, que las propias fuerzas
del mercado puedan introducir suficientes elementos de racionalidad para
invertir la tendencia actual hacia sucesivos desastres. En este tema,
más que en ningún otro, hay que reivindicar el papel esencial de lo
público, del interés general, como garante de los derechos de los seres
humanos. En una palabra y como conclusión, en la expansión de la
democracia y de la ciencia encontraremos el camino de las soluciones
posibles y necesarias.
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Tan oportuno como interesante, este articulo de Nicolas Sartorius apunta con acierto sobre el problema basico de nuestro tiempo: la supervivencia de nuestra especie y del medio natural en el que vivimos.
Solo quiero anyadir una sugerencia: ademas de la nacesidad de la democracia y de la ciencia, como apunta el autor, debemos empenyarnos urgentemente en desarrollar una conciencia etica despierta, tanto individual como colectiva; sin ella ni la democracia ni la ciencia seran validas ni verdaderas, sino agentes aceleradores del desastre.
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