Arde Doñana
El fuego no es el único incendio que amenaza con destruir Doñana.
El cultivo intensivo que están desecando las marismas, un plan para
profundizar el cauce del Guadalquivir que podría salinizar los humedales
y proyectos para reabrir la mina, llenar de gas el suelo o dragar el
río, son los focos de la pira funeraria.
Arde Doñana pero el fuego no es el único incendio
que amenaza con destruir este parque nacional declarado Patrimonio de la
Humanidad. El exceso de cultivo intensivo y de pozos ilegales que están
desecando las marismas, un plan para profundizar el cauce del
Guadalquivir que podría salinizar los humedales, otro plan para
reactivar la mina de Aznalcóllar que contaminó las aguas de la zona hace
unos años y la cesión de tierras contiguas al parque como almacén de
Gas Natural, son los focos principales de una pira que puede convertirse
en funeraria si nadie hace nada por evitarlo. Y en todos los casos es
la mano del hombre la que echa la cerilla a la pólvora.
No se conocen aún las causas del incendio pero hay que desmentir dos
bulos que se han propagado como las llamas. Ni es la Ley de Montes del
PP que permite recalificar terrenos ni ha sido Gas Natural. El parque no
se rige por esa legislación sino por la Ley de Patrimonio Natural que
impide cualquier recalificación y no tiene sentido que la empresa
incinere el territorio para obtener la licencia para el almacenamiento
de gas porque ya tiene esa autorización desde el año pasado.
Además, la Junta ha desmentido que se vayan a urbanizar
los alrededores del parque afectados por el incendio y la Ley de Montes
no permitiría hacerlo hasta 30 años después, lo que reduce el riesgo de
especulación. Pero tanto la Junta como la controvertida ley pueden haber
avivado el fuego de otra manera. Desde hace años se vienen denunciando
recortes en el plan andaluz de Prevención y Extinción de Incendios y en
la plantilla de agentes forestales, a los que, además, la legislación
aprobada por los populares ha desposeído de sus funciones policiales en
la persecución de los delitos contra el medio ambiente.
Un dato: en los 80 había cerca de 10.000 forestales, hoy que son mucho
más necesarios, apenas llegan a 6.000. El peor cuidado y vigilancia del
monte es una temeridad ahora que el cambio climático ha multiplicado el
riesgo de incendios y de su propagación. Recordémoslo cuando veamos a la
presidenta andaluza y al ministro del Interior expresar su desolación
por el desastre de Doñana. No falla. En las tragedias, además de la mano
del hombre que las suele provocar, hay una serie de errores fatídicos
–negligencia, ajustes, falta de previsión, irresponsabilidad- que echan
leña al fuego y avivan las llamas.
Es lo que se está
haciendo en Doñana, atacarla por tantos frentes que el parque está al
borde del colapso. La Unesco ha dado un ultimátum a España para que
ponga fin a los peligros que acechan a un entorno de valor comparable,
según los científicos, a la selva amazónica. Pero lo que vemos es lo
contrario: manga ancha con el cultivo intensivo y con los pozos ilegales
que desecan las marismas y aumenta el riesgo de incendios, crecimiento
del turismo, la construcción y la ganadería y peligrosos proyectos para
reabrir la mina, llenar de gas el suelo o dragar el río para que
naveguen barcos de mercancías más grandes…
Todo por
el beneficio inmediato sin pensar en el perjuicio futuro. La empresa
gana dinero, el político da trabajo y el vecino le da su voto porque le
solucionan la vida unos y otros. Pero es pan para hoy y hambre para
mañana. El hombre devora la tierra sin pensar en que la tierra se agota.
Cuando terminemos con ella, nos la tendremos que comer a puñados. Sólo
entonces nos daremos cuenta de que el dinero no se come. El capitalismo
nos ha convertido en hombres de destrucción masiva. Una plaga para este
planeta que se acabará devorando a sí misma si no lo remediamos.
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