domingo, 11 de junio de 2017

Crisis y casos


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Saltaba mi alegría entre los macizos perfumados
iba cantando a cada paso. Se entretenía.
Contemplaba las dulces camelias y los jacintos
suaves de azul, seguía el vuelo irregular
de las mariposas y escuchaba el murmullo
del canalito escondido entre los setos.
Era feliz. No imaginaba nada. Confianza total.


Sin embargo en algún recodo sinuoso
acechaba el vacío. Con sus pupilas negras
tragándose insaciable las ondas y el fulgor
de la sonrisa, el gozo de la fe, la seda
de la esperanza. La miel del amor.
No era consciente del agujero negro.
Y seguí mi camino entre los seres
vegetales, animados y vivos.


De repente, un abismo. Y cada flor
se convirtió en un hueco sin fondo,
en una dentellada sibilina,
en una oscuridad inadvertida
y traicionera. Los perfumes
se volvieron humo de taberna,
de cigarrillo seco, que arde veloz
y deja sólo un rastro de cenizas
malolientes.
Pesaban en el alma como bloques
de gris y oscuridad.


Eran heridas viejas, de mil siglos.
Llamaban a la puerta de la conciencia.
"Míranos, por favor"- me suplicaban.
"Atiende a nuestros gritos. No puedes
avanzar sin conocernos, ni barnizar
las huellas que hemos dejado en ti".


Eran mi verdad. Entonces preferí
el vendaval de la catarsis. La tempestad
y la furia de mis demonios ocultos.
Mirarles a la cara sin temor ni vergüenza.
Reconocer a fondo la miseria
de mi normalidad, de mi naturaleza
hermosa e ignorante. Débil
en su rabiosa eclosión.
Perfecta en su equilibrio. Justa.


Los insectos miraban curiosos
aquellas batallas internas
y sus rayos intermitentes
comenzaban a preocuparles.
"¿No es ésta la que alegraba el jardín
y llenaba de cantos las estancias
hace pocas horas?"-murmuraba
circunspecta una avispa . "Ah, sí,
es ella". Añadió un coro de mosquitos jazzistas
al unísono. "Qué fragilidad! Estos humanos...!
Uy, uy, uy..." -resopló un escarabajo
mientras intentaba ponerse escararriba
para tomar un poco de sol en la minitrompa,

"Sic transit gloria mundi"-carraspeó muy seria
una lombriz de tierra, eruditísima,
que cruzaba un arriate con aire displicente.
"Yo no creo que sea para tanto -soltó un grillo
más negro y reluciente que el charol-a ver
si es que los pobres humanos no van a poder
expresar sus estados cambiantes...
los ricos también lloran ¿no? Menuda suerte...
Ojalá pudiésemos llorar y gritar nosotros también.
Igual que ellos".
"Nada de eso -dijo muy tieso un saltamontes.
No se puede consentir que den estos espectáculos,
ellos, que inventan civilizaciones, que han llegado a la Luna,
que dominan el mundo...Es una vergüenza...
Que aún sean a-ni-ma-les...que tengan ese punto
de debilidad silvestre, enfadona, vulnerable
y llorica...
Yo creo que son mentirosos compulsivos
y fingen ser mejores y más fuertes de lo que son...
Mienten, sí. Mienten muy bien. Se engañan
a sí mismos.Estoy seguro.
Y no me dan ninguna lástima.
Qué se fastidien, hala!" - y de un par de saltos
cruzó la verja y se perdió en el aire.
"No sé de qué os asombráis, amigos.
Los humanos son estúpidos. Os lo digo yo
que les conozco muy bien..." soltó una araña
peluda y altísima, colgando de un hilo interminable.

Sólo una mariquita. Una hermosa y tranquila
Coccinella Settepuntata, se acercó tímidamente
revoloteando a mi alrededor. Sus élitros
rozaron mi cansancio y su voz trémula
susurró despacito en mi hombro: "Gracias
por la alegría que nos regalas. Por dedicarnos
tanto amor con el sólo hecho de mirarnos,
de regar el jardín para que podamos beber
los días tórridos del estío, por respetar
nuestros ciclos y metamorfosis,
por no fumigar nunca para eliminarnos
y dejar que sean los pájaros y los gatos
quienes nos ayuden a transmutar naturalmente,
a pasar de nivel.
 Llora y grita si quieres. Enfádate
si te han dado motivos suficientes,
pero luego regresa, por favor, a tu alegría,
no te detengas en el fondo del pozo
ni te juzgues con dureza
porque nadie te trata duramente.
Sólo eres tú, quien almacena dolores
que no expresas, pensamientos errantes
que no son tuyos...Déjalos marchar
y respira este aire encantador.

No mientes al abrir tu cofre secreto.
Al contrario, eres pura verdad
que nada se oculta a sí misma.
Los cambios y las reacciones diversas
nunca son mentira, sino realidades.
Mentir sería ocultarlo, taparlo.
Mas ése no es tu caso. Eres transparente.
Lloras como humana
lo que aún no has conseguido
como ángel...Pero, todo llegará...
No lo dudes!"

Y levantando su cuerpecillo redondo,
rojo y negro, se alzó hasta las hojas
del membrillo y allí se fundió
con el oro de los frutos
y algún rayo solar indiscreto
que la envolvió hasta hacerla parecer
un rubí diminuto y lejano.Centelleante.

Como siempre, la familia Natura
vino a completar el master cotidiano
de la vida.

Y un "Gracias!" se me enganchó a la voz
de otro renacimiento florentino....en la terraza.

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