En la España del PP es posible que tu propio dinero
sufrague una campaña de difamación contra ti. Alejandro de Pedro Llorca,
hoy encarcelado por su presunta participación en la trama Púnica, era
sin duda un eficiente profesional en las labores que le encomendaba el
cliente. “El cliente”, según sabemos ya, era la Consejería de Educación
de la Comunidad de Madrid, regentada por Lucía
Figar, bajo la presidencia de Esperanza Aguirre. Se trataba de
desprestigiar a la Marea Verde en defensa de la Educación Pública
–formada por profesores y otros trabajadores- y al entonces Ministro de
Educación Ángel Gabilondo. Y de mejorar la imagen de su equipo. Estamos
hablando de 2011.
Leer los pormenores de la investigación judicial que publica eldiario.es no puede ser más revelador del “modus operandi” de esta rastrera concepción de la política.
Lanzada la campaña de Internet, es esencial involucrar a periodistas
que sirvan de amplificadores. La trama dirigida por De Pedro dice, por
escrito, cómo: “enviándoles mensajes cuando nos pregunten, interactuando
con ellos, convenciéndolos de que hay una marea de gente que está
cansada de estos profesores y sindicatos que no se creen sus mentiras.
Para el cliente es importantísimo que se note nuestra labor ahí, junto
con la habitual de mencionar a la consejera figar poara [sic] mejorar su
imagen, cosa que no debemos dejar de hacer”.
No es fácil encontrar argumentos de descrédito de Ángel
Gabilondo, un catedrático de Filosofía entrado en política; aunque
cuando se ponen, lo consiguen. De ahí que se dedicaran a señalar
presuntas contradicciones en su actuación, sin malmeter mucho más. Todo
con dinero público, conviene insistir.
Menos
conocidos, a los miembros de la Marea Verde les cayó encima toda suerte
de acusaciones inventadas desde que eran unos vagos a que se lucraban
con la venta de camisetas. Un ejército de tuiteros y medios fantasma de la Púnica, como detalla el texto de Raúl Rejón, repetían sin cesar el argumentario dictado por el PP de Aguirre. El sistema habitual.
A la Trama Púnica, dirigida presuntamente por el ex vicepresidente de
la Comunidad de Madrid, Francisco Granados, y su socio David Marjaliza,
se le atribuye un monto en “mordidas” de 250 millones de euros en
contrataciones públicas. El dinero destinado a las labores de difamación
y propaganda como el que hoy tratamos no está completamente evaluado. A
la propia Aguirre le hicieron también un trabajito para adecentar su
imagen y en este caso se conoce, gracias al sumario, la cuantía
concreta: 10.000 euros. Generosa retribución por mover unos tuits o me gusta y disgusta en Facebook.
No es un caso único, se conocen y se conocerán más con los mismos
objetivos y la sociedad ha de aprender a prevenirse con urgencia. Hay
gente que cobra por estas campañas de insidias y exaltación en las Redes
Sociales diseñadas para ocio y comunicación, en las que la inmensa
mayoría participamos –sin duda- gratis. Y en efecto periodistas o
figuras relevantes con perfiles potentes en seguidores los amplifican a
sabiendas o no. Probablemente, la mayoría sin percibir la
intencionalidad, aunque también sin hacer grandes comprobaciones. Cuando
se apunta alguno con cierto halo progresista, la tarea termina siendo
mucho más eficaz. Aumenta el impacto y la credibilidad.
La manipulación en Twitter en particular, al servicio de fines
políticos es un hecho. Un trabajo de la periodista Myriam Redondo
documentó el funcionamiento y consecuencias de los "Bots, trolls y propaganda encubierta en la Comunicación Internacional". La práctica cuenta ya hasta con trolls profesionales –remunerados- arrepentidos.
"Lo más escalofriante es cuando hablas con tus amigos y están
repitiendo las mismas cosas que viste en tu argumentario, y te das
cuenta de que todo eso está teniendo un efecto”, explicaba una
troll rusa a The Guardian. El problema es serio, la modalidad castiza de
España es pagarla con dinero público. Pero resulta igualmente
deplorable su uso con dinero privado buscando fines políticos.
Muchos personajes públicos y privados han conocido los rigores de estas
auténticas plagas de avispas enfurecidas que en numerosos casos son
activadas desde un despacho por encargo de un “cliente”. Una vez hecha
la siembra solo hay que extenderla, tarea a la que se apuntan desde el hater de oficio a quien guarda un agravio o antipatía pendiente. La impunidad será total.
Tras la labor de campo, la maniobra llega después a la prensa y sus
“Arde Twitter”. Y a las tertulias de televisión o radio. ¿Quién no
reconoce a la troll arrepentida rusa en los lemas y memes que se usan en
España? Habrá gente que se irá a la tumba con el muerto que le
colgaron, al que no tenía ni el gusto de conocer. Por el contrario, se
da el caso de personas que siempre salen impolutas como Esperanza
Aguirre en la memorable viñeta de Fontdevila. Una parte de esa labor de
limpieza nos costó a los residentes en Madrid 10.000 euros, según
atribuye la investigación. A la alcaldesa que vendió viviendas sociales a
un fondo buitre en el que trabajaba su hijo, Ana Botella, ¿le conocen
mayores críticas que a su jocoso Relaxing cup of coffee? Comparen con Carmena o Ada Colau.
El trabajo en Internet es una parte muy vistosa de esa guerra capaz de
utilizar los peores subterfugios con tal de conservar el Poder. Dado el
método, cabe pensar que con la intención prioritaria de usarlo en
beneficio propio como estamos viendo con los múltiples casos de
corrupción. Hay otros más sutiles o acallados, los dosieres amañados,
las escuchas, que también aspirar a entrar en el proceso de difusión.
Que lo hacen aun siendo falsos gracias a quienes los divulgan. Por no
hablar de las subvenciones encubiertas como publicidad institucional de
la que gozan los buenos chicos entre los medios. También influyen en el
"modelado" de la imagen de políticos. Es absolutamente notorio.
España ha reducido el gasto en educación por alumno en todas las etapas
y esa inversión esencial ha quedado por debajo de la media de la OCDE y
de la UE. En los últimos años se le han restado casi 9.000 millones de
euros. Un cóctel letal: erradicar la conciencia crítica, abatir a los
enemigos con trampas y su dinero y quedar como la crema en el retrato. Y
pagar por ello. Con dinero público. No es, por tanto, ninguna
anécdota. Es una trampa. Mayúscula. De las que alteran los resultados
reales y la convivencia democrática.
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