viernes, 16 de septiembre de 2016

¿Y qué pensaba "ella" de todo esto, querido poeta?



ME gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

(Pablo Neruda)


Desde que en clase de Literatura, allá por la adolescencia, tuve que hacer un comentario de texto sobre este emblemático poema nerudiano, llevo conmigo un grito rebelde silenciado tal vez por el mismo sello que nos imprime aquello que nos dan en clase como maravilloso y admirable, solo porque la forma es encantadora y las delicadezas poéticas le conceden eterna licencia para todo cuando el consenso público se hace eco de la genialidad de alguien, y es como si ya todo lo que ese "alguien" va soltando a lo largo de su vida tuviese la garantía certificada de excelente aunque no lo sea del todo, o incluso sea aberrante o estúpido flamígero, si a la maravilla de la fachada técnica no se le añade la maravilla paralela de una conciencia humanamente lúcida que vaya más allá del verbo estético.

Pero con los años y las relecturas mi conciencia comenzó a liberarse de tabúes y a descubrir matices cada vez menos matizados, más contundentes y más crudos, asomando los colmillos machistas y caprichosos, dominantes y prepotentes, propios del habitual imaginario masculino y salvaje que la especie humana arrastra como una mochila de hormigón sobre las espaldas de nuestra historia común. Y así comenzó mi análisis alternativo del texto nerudiano.
Mi primera pregunta fue la que encabeza este post: ¿qué pensaría y sentiría la mujer a la que el poeta dedicó tan biensonante como retorcido y lacerante poema? Obviamente, visto desde la distancia de unos valores de igualdad paritaria y ya en estado de ser superadas, al menos mentalmente, las barreras de género. Y solo se me ocurre una respuesta: pobre mujer y pobre poeta.


"Me gustas cuando callas porque estás como ausente, me oyes desde lejos y mi voz no te toca. ¿Significa, acaso, que no me gustas cuando hablas y estás presente de verdad, con tu ser, tu conciencia y tu palabra y que te prefiero muda, sorda, ciega y en Babia, -parece que los ojos se te hubieran volado y parece que un beso te cerrara la boca- o sea, modo jarrón chino colocado en la estantería de mis ratos libres?

¿Por qué prefiero que calles,
1) porque lo que dices solo son tonterías,
2) porque me molesta que hable alguien que no sea yo
3) o simplemente porque no entiendo lo que dices, lo interpreto al revés y acabamos a la greña?
Y por si no ha quedado claro, lo apuntillo: Como todas las cosas están llenas de mi alma/emerges de las cosas llena del alma mía. Toma ya, insignificante objeto de deseo, si no fuese porque yo lleno todo lo que existe, o sea todas las cosas, con este pedazo de alma que no se puede aguantar, tú no existirías, mi adorada mindundi. Así que date con un canto en los dientes, que te ha tocado el genio de Aladino y pasarás a la historia gracias a ser una de mis mascotas favoritas, porque no eres una mujer, ni siquiera eres humana con tus pros y tus contras, no te hagas ilusiones, solo eres una mariposa de sueño y lo que te da sustancia y caché es que por suerte para ti, te pareces a mi alma, y además te pareces a la palabra melancolía, ¿sabes,cariño, lo que es la melancolía, pues en origen significa 'cólico negro', pero ya diluido en metáfora su contenido real ahora es una suerte de tristeza tiquismiquis, finolis y remilgada, como que no quiere reconocer su condición de triste y fracasada por algo que no se puede alcanzar o que se alcanzó alguna vez con poca convicción y se acabó perdiendo por cualquiera sabe qué. Y se echa de menos, claro. Pero eso en poesía necesita traducirse al eufemismo, que la realidad desluce mogollón el toque artístico. ¿Me comprendes, verdad, tonta mía? Aunque te diría que me pone mucho más que no comprendas. Tú a lo tuyo y no se te ocurra abrir la boca, no olvides que a mí solo me gustas cuando callas y estás como distante y estás como quejándote, mariposa en arrullo, sí, chulísimo ese toque masoca y volandero-arrullador, te queda divino de la muerte, y me oyes desde lejos y mi voz no te alcanza. Por si hay dudas, te traduzco: así de lejos y haciéndote la sorda estoy mucho más cómodo que si te tengo al lado recordándome que estoy fumando con al ventana cerrada y tú eres alérgica a la nicotina, o que la cena se está enfriando o que haga el favor de ducharme antes de acostarme, que no te gusta dormir con una mofeta al lado por muy bien que escriba y muy inspirada que esté. Y bueno, déjame que me calle con el silencio tuyo, ya que el mío es imposible. A ver si me contagias esa cualidad de cerrar la boca de vez en cuando, que yo en eso no doy una, hija mía, porque todos me aplauden cuando hablo, y claro, no sabes como engancha eso y el peligro que tiene. Menos mal que para aprender a callar tú eres mi mejor modelo.
Pero mira, lo confieso, no me puedo callar ni queriendo, ni debajo del agua, así que, porfa, déjame que te hable también con tu silencio/ claro como una lámpara, simple como un anillo,eso, como la lámpara en el techo y la alianza en la mesita de noche.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo. Eres oscura o sea, como una noche sin luces, aunque para arreglarte un poco el look, se me ha ocurrido constelarte un poco entre estrella y estrella a millones de años luz, a pesar de que estés siempre en las nubes, tan lejana y sencilla, sin enterarte de nada ni comprender el río de efectos especiales que despiertas en mí, y por supuesto que en este mundo lleno de abalorios empalabrados en el que navego a la deriva de mí mismo, lo sencillo de tu estilo resulta exótico y atractivo y hasta chocante.De schock, of course.
Tu silencio y tú me encaramáis en alturas sorprendentes, objeto mío, no sé como decirte que me gustas así, callada y como ausente, distante y dolorosa como si hubieses muerto. Qué ideas, por Dios. Me tengo miedo imaginando, ¿sabes? Porque a veces veo muertos como el niño del sexto sentido y me asusto de mi videncia. Y en esos momentos visionarios de fantasías necrófilas, no te imaginas, alienación mía, cómo te agradezco que una palabra entonces, una sonrisa, basten. No te haces una idea de lo que en esos momentos de derroche egorrágico agradezco que me aterrices y rompas tu mutismo, aunque sea para decirme con cajas destempladas que apague la radio y la luz para dejarte dormir en paz y que mañana vaya al banco que no nos queda un céntimo y hay que pagar a la asistenta y tú tienes que trabajar mientras yo me inspiro en tu distancia y en tu silencio.

Al final del precioso homenaje al egocentrismo del autor, nos damos cuenta de que solo se ha cantado a sí mismo y que acerca de su adorada mariposa nos hemos quedado in albis; cantándole a ella, como excusa, se ha a hecho su más fiel autoretrato. Narciso necesita el espejo del otro, en este caso, la otra, para verse mejor en todas las cosas.

A veces es muy sano desactivar tabúes, mitos y prejuicios para descubrir las distintas caras ocultas de lo aparente, que si observamos sin apegos ni pasión teledirigida por lo que nos quieren hacer creer, nos muestran la radiografía o el scanner de nuestro mundo pleno de imágenes trucadas de dioses de plástico a los que nuestra especie reviste de purpurina y fanfarria por sus habilidades sin siquiera conocer quienes ni cómo son. Y donde creemos encontrar solo belleza se puede esconder el machismo más refinado y cruel como cosa natural, heredada de generación en generación. De tal modo que hasta los más destacados personajes ni siquiera detectan en sí mismos los síntomas.

Moraleja: Quitar el envoltorio para ver lo que hay, antes de llevarse el paquete. Y mientras tanto ir disfrutando de cada sorpresa que la vida va dando por sus esquinas.


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