En estos momentos, un barco
tripulado por mujeres parte desde Barcelona hacia Gaza. En él, viajan
mujeres de diferentes lugares y culturas con un propósito común:
solidarizarse con el pueblo palestino y, en particular, con sus mujeres.
Gaza es uno de los lugares en los que hoy se visibiliza con mayor
crudeza el fascismo territorial. El brutal bloqueo israelí es una
evidencia de la degeneración a la que pueden llegar quienes dominan. Las
personas que habitan Gaza son una referencia de resistencia y empeño en
sobrevivir.
En nuestro mundo son más visibles los
ataques, las bombas, las grandes negociaciones, la política de las
instituciones… Todas aquellas acciones que tienen reflejo en el espacio
público y que son de protagonismo mayoritariamente masculino. Sin
embargo, para resistir, hay que hacer otra política, la de la vida
cotidiana, que permite mantener día a día la existencia: alimentar
cuando no hay alimentos, dar de beber cuando todo el mundo tiene sed,
dignificar la vida proporcionando una camisita limpia, curar o barrer
escombros. Esa ha sido tarea de mujeres, no porque sea una
responsabilidad exclusiva de mujeres, sino porque en las sociedades
patriarcales, los hombres, se desentienden de ellas.
La resistencia de cualquier pueblo ante los bloqueos y la tiranía no puede entenderse,
no puede darse, sin que haya quienes regeneran la vida todos los días. Y
eso lo hacen mujeres casi en solitario, de forma injusta, porque
sobrevivir es un trabajo cotidiano que debería ser obligado para todas y
todos.
Por eso, me parece tan
hermoso e importante que estas mujeres viajen de Barcelona a Gaza,
apuntando con un chorro de luz a quienes, con dobles jornadas de trabajo
y triples dosis de sometimiento, tienen fuerza, conocimiento y talento
para multiplicar cotidianamente la dignidad y la vida.
No será extraño que el barco, en su derrotero, se encuentre con
frágiles cascarones que tratan de cruzar el Mediterráneo, ese mar
maltratado que se va convirtiendo en una fosa repleta de sueños de
supervivencia rotos y de restos sucios de una civilización perdida que
cree que progresa cuando mata, destruye, contamina y ensucia. Pero
también se encontrará con otras flotillas, las que tratan de crear
cordones de seguridad y de rescatar a las personas que huyen de la
sequía de sus territorios y de guerras atroces, en las que el saqueo de
los recursos y el negocio de las armas pasan por encima de las vidas y
de los derechos como una apisonadora.
La misión es agujerear las vallas que impiden el paso de las personas
pero facilitan el de las mercancías, los minerales o el de quienes se
lucran con el expolio. La misión es abrir agujeros en los muros físicos,
pero también en los simbólicos que impiden que la solidaridad inunde
las conciencias y desencadene un movimiento imparable que mantenga a
flote a una humanidad que naufraga.
El barco de Mujeres Rumbo a Gaza sale dispuesto a demoler muros y a
poner el foco en lo importante. Amigas, tened claro que muchas más
mujeres queremos ser remo, viento, vela, motor, salvavidas y ola.
Estamos con todas las mujeres de Gaza y con vosotras.
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