Que no nos impongan los debates
por Pablo Padilla
En estos días asistimos a una especie de déjà vú, una vuelta a lo que a mi parecer es un absurdo debate, no tanto por superado como por improductivo y poco útil para la discusión política, un dilema que, pretende instalar una división entre radicales/moderados o duros/blandos. Digo un déjà vú no por la famosa disyuntiva que planteaba Rosa Luxemburgo entre “Reforma o revolución” sino por algo mucho más cercano en el tiempo.
Recuerdo cuando el 15M aglutinó a cientos de miles de personas en las calles y plazas de nuestro país, consiguiendo hasta un 80% de apoyo popular. En ese momento había quienes, desde posiciones políticas legítimas pero que no comparto, menospreciaban o ridiculizaban a quienes participábamos por poco radicales. Yo nunca lo sentí como un insulto, a veces como una “crítica constructiva” y otras como muestra de cierta impotencia, pues estaba fascinado por algo insólito e histórico que estábamos protagonizando en nuestro país.
Ahora, a las puertas de un nuevo ciclo político y en pleno debate interno en Podemos sobre qué tipo de organización y qué hoja de ruta diseñamos para hacer frente a la nueva fase que se abre en nuestro país, parece que volvemos a las andadas. Es comprensible que algunos medios de comunicación insistan en diferenciar, de manera simple y burda, las diferentes sensibilidades que habitan –y fortalecen- Podemos, pero ¿qué sentido tiene que compañeros y compañeras insistan en esta división artificial? ¿Realmente creen que vamos a ganar, construir un nuevo país y garantizar una vida digna a toda la gente discutiendo quién es más o menos radical/moderado? ¿Es una discusión pertinente para mejorar Podemos y el país?
Por el contrario, si hablamos de moderación tenemos otra opción, por desgracia bien conocida: intentar aglutinar a quienes se identifican ya a la izquierda del PSOE, renunciar a desplegarnos por todo el tablero político y conformarnos, y reafirmarnos, en una esquina. No se trata de modernizar lo ya conocido con redes sociales, liderazgos sexys y discursos encendidos y grandilocuentes. Para ese viaje no hacían falta estas alforjas. Sobre todo porque esa posición [y este debate] no altera las posiciones políticas del Régimen, resulta cómoda para los privilegiados de este país y limita la potencia transformadora de un proyecto como Podemos.
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