miércoles, 14 de septiembre de 2016

Recomendable y lúcida reflexión

un crucero de lujo a través de tierras árticas agonizantes: un fragmento de roy scranton

“El mayor peligro en la vida radica en el hecho de que la comida humana consiste en almas en su totalidad”, le dijo un Inuk llamado Ivaluardjuk al antropólogo danés Knud Rasmussen hace un siglo [en el Ártico]. “Todas las criaturas que tenemos que matar y comer, todos aquellos seres que tenemos que atacar y destruir para hacer ropa con que vestirnos tienen almas como las que tenemos nosotros, almas que no perecen con el cuerpo, y que por lo tanto deben ser propiciadas para que no se venguen de nosotros”.
Esas culturas cazadoras nómadas del Ártico han sido destruidas por el colonialismo, por la modernidad, por la industrialización, tan completamente como lo fueron las grandes naciones Iroquesas y los Nambikwara de Brasil. Ya no vivimos en el mundo de Ivaluardjuk, donde los humanos han de batallar y propiciarse a los espíritus invisibles. Pero ya tampoco vivimos en el mundo de John Franklin [que organizó la desastrosa expedición de 1845 para abrir el Paso del Noroeste], en el que el hombre blanco está atrapado en una guerra sin fin contra la Naturaleza. La “Idea del Norte” del héroe de la Ilustración, aquella concepción del Ártico como un encuentro sublime con la naturaleza virgen, estaba siendo destruida por el propio barco donde yo navegaba y por los propios pasajeros (pocos de los cuales habrían sobrevivido 17 días en el yermo helado de Franklin) junto a los que viajaba.
Hoy vivimos en un mundo en el que hemos sido abajados, quizá más abajo que nunca. Agentes involuntarios de nuestra propia muerte, incapaces de controlar las titánicas tecnologías que con tanta arrogancia habíamos creído nuestras, incapaz de ejercer la voluntad colectiva racional necesaria para salvar nuestra civilización de la destrucción, nos encontramos reducidos a algo menos que humano, carentes incluso del mudo instinto de supervivencia que atribuimos a las plantas.
Algunos geólogos, científicos y otros pensadores han propuesto la idea de que la Tierra ha entrado en una nueva época, que se caracteriza por la aparición de la especie humana como una fuerza geológica. Están llamando a esta época el Antropoceno. Algunos pensadores suponen esta idea implica que hemos avanzado más allá de la naturaleza, que el mundo es ahora completamente humano, pero aunque captan la verdad de que hemos dejado atrás la división que la Ilustración introdujo entre el hombre y la naturaleza, esa verdad la captan por el lado malo. El Antropoceno no implica la superación de la “Naturaleza” por parte de la civilización humana, sino todo lo contrario: la reducción de la civilización humana a la condición de un fósil. En una escala de tiempo geológico, no somos más que otra roca.[1]

[1] Roy Scranton, “What I learned on a luxury cruise through the global-warming apocalypse”, The Nation, 21 de octubre de 2015; https://www.thenation.com/article/what-i-learned-on-an-arctic-cruise-through-the-global-warming-apocalypse/ . Traducción de J.R. El autor de Learning to Die in the Anthropocene participó en un “crucero de aventura” por las tierras árticas del paso del Noroeste organizado por la empresa Adventure Canada (“Into the Northwest Passage 2015”) “para ver la espiral de muerte del Ártico de primera mano”.

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Artículo tomado del blog de Jorge Riechmann, "tratar de comprender, tratar de ayudar".

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