El 6 de noviembre de 2013, en mi intervención
parlamentaria más encendida y seguramente más recordada, utilicé por
primera vez una expresión, la de "Partido Podrido de corrupción", que
después hizo fortuna como forma directa y contundente de verbalizar lo
que tanta gente pensaba y se está demostrando una evidencia empírica:
que el PP valenciano funcionaba como una organización criminal que se
nutría de fondos públicos a través de multitud de tramas mafiosas en las
instituciones que gobernaba. Suena fuerte pero es real como la vida
misma. Si tratáramos de enumerar todos los casos de corrupción que han
afectado al partido de Isabel Bonig, perderíamos la cuenta antes de
llegar al final de la lista. El PP valenciano es, en sí mismo, El Caso.
Ante esto, las distintas fuerzas políticas que nos enfrentamos a las
mayorías absolutas de Zaplana, Camps o Fabra, planteamos una estrategia
combinada de crítica política y denuncia judicial. Así, citando de
memoria, recuerdo que diputados socialistas presentaron pruebas del
fraude en Terra Mítica y su partido se personó como acusación en el caso
Gurtel; que Rafael Blasco pasará una buena temporada en la cárcel por
la denuncia de dos parlamentarias del PSPV y de Compromís; que la
primera denuncia sobre el monumental saqueo de RTVV fue registrada por
el representante de Compromís en el Consejo de Administración; y que
desde EUPV llevamos a la Fiscalía los casos Calatrava, Cotino y Valmor,
aportamos documentación a los juzgados que investigaban Nóos, Palau de
les Arts y RTVV, denunciamos y ejercimos la acusación popular en sendas
piezas de Brugal... y, cómo no, levantamos el caso Taula, que
probablemente sentará en el banquillo a toda una generación de
dirigentes populares valencianos. Creo que podemos estar razonablemente
orgullosos de nuestra hoja de servicios en la oposición. Hicimos lo
mínimo que debíamos y lo máximo que pudimos.
Desde el gobierno se puede y se debe hacer mucho más:
perseguir y prevenir la corrupción; limpiar la casa y no permitir que se
vuelva a ensuciar. Pues bien, un año y tres meses después de su toma de
posesión, me atrevo a decir que el Consell está cumpliendo con
“Sobresaliente” la tarea preventiva -se nota el trabajo en la
Conselleria de Transparencia- pero “Necesita Mejorar” la persecución de
unas fechorías que, si no se da prisa, quedarán impunes. Teniendo en
cuenta que los delitos de corrupción más graves prescriben a los diez
años, ya sabemos que no podrá juzgarse nada anterior a 2006 -así de
tranquilo está Eduardo- pero, en cualquier caso, el pueblo valenciano
tiene derecho a saber todo lo que sucedió durante veinte años de
cleptocracia. Como tantas veces se ha dicho, para pasar una página de la
historia antes hay que leerla.
A este respecto no
puedo evitar hacerme algunas preguntas. Si quienes ahora gobiernan la
Generalitat tenían claro que sólo había asomado la punta del iceberg de
la corrupción, ¿cómo es que apenas han presentado un par de denuncias,
sobre algún pufo en institutos tecnológicos y poco más? ¿Alguien puede
explicarme por qué el Consell no se ha personado en el caso del saqueo
de RTVV, como llevan pidiendo los sindicatos desde hace más de un año?
Estoy convencido de que no es por falta de voluntad política sino porque
están enfangados en una gestión mucho más difícil y farragosa de lo que
se imaginaban. La paradoja es que, ahora que tienen acceso a todos los
expedientes que se nos negaban, no encuentran tiempo para examinarlos a
fondo.
En las Cortes Valencianas se están sucediendo,
una tras otra, comisiones de investigación que tratan de esclarecer
algunos de los escándalos del régimen del PP. Está bien que comparezcan
en el Parlamento quienes siempre se burlaron de su control, que tengan
que responder a las preguntas que tantas veces dejaron sin respuesta,
pero con ese formato difícilmente se descubrirá nada nuevo. Para
investigar eficazmente la corrupción hacen falta otras estructuras, con
personal y medios especializados. Se ha venido discutiendo si debe ser
una agencia adscrita a las Cortes o un órgano dependiente del ejecutivo,
si el modelo es la OLAF europea o la Oficina Antifrau de Catalunya, si
son galgos o podencos. Mientras tanto, el reloj sigue marcando -tic-tac,
tic-tac- las horas y los días en que los corruptos pueden descorchar el
champán, y la gente decente sigue preguntándose cuándo se levantarán
las alfombras.
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