El muy polémico acuerdo de la Unión Europea con
Turquía puede hacer pensar a la gente que el problema de la llegada de
los refugiados sirios y de otras nacionalidades a las islas griegas se
ha solucionado. Que el control de las costas turcas a cambio de 3.000
millones de euros ha hecho que ya no sigan llegando a territorio de la
UE personas que huyen de la guerra de Siria.
No es cierto.
Los números no tienen nada que ver con lo que ocurrió
hace un año, pero el flujo continúa y no parará mientras haya guerra en
Siria y tantos refugiados sigan atrapados en Turquía sin un futuro que
merezca ese nombre. En los cuatro primeros días de septiembre, llegaron a
las islas griegas 432 personas desde Turquía, según datos de ACNUR. Una
media de 108 cada día con un pico superior a 200 en algunos días.
Ese lento goteo que hace algún tiempo ha quedado fuera de nuestra
atención sigue aumentando el número de refugiados atrapados en Grecia.
Llegan vivos a ese país, lo que para esas personas supone un inmenso
éxito, pero a partir de ese momento su futuro queda congelado dentro de
un Estado que no recibe la ayuda suficiente de sus socios europeos ni
tiene soluciones para afrontar ese éxodo humano.
El
número de extranjeros en Grecia sin posibilidad de continuar su camino
hacia otros países europeos ascendía a 59.675 el miércoles de esta
semana, según datos del Gobierno griego. Cada día esa cifra aumenta. Lo
que no cambia es la decisión de la Comisión Europea de que ninguno de
ellos abandone Grecia. Hemos cerrado la puerta de salida del país, hemos
pagado a los turcos para que cierren su puerta y hemos tirado la llave
al mar. Tal y como se hacen las cosas en la UE, problema solucionado.
En realidad, el problema sigue ahí. La diferencia es que hemos dejado
de mirar y –esto es aún más importante– no hemos cumplido las promesas
que hicimos. Las cifras de refugiados acogidos en los países europeos
son insultantemente bajas. No contamos aquí los centenares de miles que
llegaron, sobre todo a Alemania, en el verano de 2015. Me refiero a los
acogidos en Grecia e Italia y que deberían haber sido repartidos por
otros países de la UE a través de un sistema de cuotas decidido en
septiembre de 2015.
Desde el principio, quedó claro
que los gobiernos de Europa del Este no aceptarían su parte. Pero
los estados de Europa Occidental se comprometieron a cumplir y nunca lo
hicieron. En total, sólo el 3% ha encontrado refugio en otros países
(3.493 desde Grecia y algo más de mil desde Italia). ¿Cuántos han
llegado a España? 147.
Durante mucho tiempo, la
Comisión Europea y algunos gobiernos como el alemán se quejaron de que
Atenas no estaba cumpliendo con lo que se le pedía, es decir, registrar
todos los solicitantes de asilo, identificarlos y conocer su origen. Con
ser ingente la tarea, era imprescindible por ser la única manera
posible de organizar un sistema de acogida y reparto. Desde Bruselas, se
decía que una vez más la Administración griega no estaba a la altura de
la situación.
Pues bien, el 23 de agosto, el director de ACNUR en Grecia comunicó que ya se ha registrado a 27.592 refugiados y solicitantes de asilo en un periodo de dos meses, lo que supone un "récord mundial" en eficacia, según
Philippe Leclerc. Un 57% son hombres y un 43%, mujeres. Los menores de
edad son el 46%. Un 54% son sirios, el 27%, afganos y el 13%, iraquíes.
Las excusas se han acabado y el problema lentamente continúa creciendo
para Grecia. Los centros de acogida en las islas del Egeo albergan a
12.671 personas –con datos del 7 de septiembre– cuando su capacidad
máxima es de 7.450. Los centros en la Grecia continental aún cuentan con
espacio –y allí van los que van llegando de las islas–, pero no por
mucho tiempo, y no todas las instalaciones gozan de las condiciones más apropiadas.
A finales de septiembre, los menores que están en esos campos –unos
22.000– comenzarán a ser integrados en el sistema escolar griego. Hasta
los siete años, se les dará clases dentro de los propios campos. Los que
tengan entre siete y 15 años acudirán a los colegios públicos más
cercanos. A partir de los 16 años, podrán inscribirse en centros
similares a los de la Formación Profesional.
La UE acaba de anunciar una
ayuda de 115 millones de euros a Grecia destinada a las organizaciones
humanitarias para mejorar las condiciones de vida de los refugiados.
Pero, con ser una aportación significativa, representa una forma de
desentenderse del problema. Lo que necesita Grecia por encima de todo es
que sus socios europeos cumplan de una vez sus compromisos y que la
Comisión Europea demuestre la misma disposición de la que hace gala
cuando se trata de imponer a los gobiernos decisiones económicas.
En España, varias ciudades están preparadas para recibir a refugiados,
pero no pueden hacer nada sin que el Gobierno central dé antes el paso
de traerlos a España de forma coordinada con la UE y las autoridades
griegas. La singular situación política española no es excusa para esta
pasividad, porque se trata de aplicar decisiones que tomó el Gobierno de
Rajoy mucho antes de entrar en funciones.
Un ejemplo de este vergonzante absentismo es que ni Rajoy ni la
vicepresidenta se molestaron en acudir a la primera cumbre de países
mediterráneos de la UE que se celebró en Atenas este viernes, y en la
que por ejemplo estuvieron Hollande, Renzi y Tsipras.
En vez de eso, lo que tenemos es una Comisión que se limita a implorar
en sus discursos que los gobiernos europeos le hagan caso en esta
crisis, a un presidente del Consejo Europeo –el polaco Donald Tusk– al
que sólo le interesa cerrar las fronteras exteriores de la UE y acabar con la llegada de refugiados, y a un ministro alemán de Interior que periódicamente amenaza con devolver a extranjeros a Grecia para ganar apoyos entre los votantes xenófobos y euroescépticos.
Ese es el nivel de la importancia de los valores de solidaridad entre
socios y el respeto a la legislación internacional sobre refugiados en
la actual Unión Europea.
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