miércoles, 21 de septiembre de 2016

Mujeres al poder... pero mañana



Las mujeres suman mayoría entre la población española: el 51%, pero en el Parlamento que dice representarnos apenas superan al 30%. Ayer mismo contaba este diario cómo, en los puestos de responsabilidad y mejor pagados del Parlamento, las mujeres deben conformarse con la cuarta parte. Esperemos que, al menos, a nadie se le ocurra justificar semejantes cifras discriminatorias alegando que los estrictos principios de mérito y capacidad rigen la selección de nuestra clase política. 

Como en aquel mítico episodio de Yes Minister (BBC 1980-84) donde los hombres no encontraban un ministerio adecuado que pudiera ocupar la primera mujer que iba a ser nombrada ministra, las mujeres sólo suman mayoría en un par de comisiones relacionadas con asuntos sociales. En todas las demás son los hombres quienes detentan una viril mayoría, especialmente en todo cuanto tenga que ver con defensa, manejo de dinero y estatuto de sus señorías; temas para cuya comprensión la naturaleza debe habernos dotado mejor.

En el mundo feliz del mercado y la empresa privada las cosas van aún peor. Solo uno de cada cuatro puestos directivos está ocupado por una mujer, mientras la brecha salarial se ha cronificado en el entorno del 20% y ellas deben escalar varias veces el Everest para ver reconocido su trabajo y su capacidad en equidad con sus compañeros varones.

Las cifras pueden ser torturadas hasta la extenuación, pero al final casi nunca mienten. No es por la crisis que las políticas de igualdad han sufrido recortes de hasta un setenta por ciento. No es porque sí que en las campañas electorales ya no se hable de igualdad, o que a algún candidato solo le falte despachar el asunto prometiendo que harán algo con "eso de las mujeres".
No resulta inocente que en la agenda de la regeneración democrática ni siquiera figure la cuestión de la igualdad en el acceso y en el ejercicio. No es por desgracia que la violencia de género vuelva a tratarse como una problema de la víctima que no se atreve a denunciar. No se debe a la casualidad que en materia de conciliación hayamos vuelto al "que concilien ellas". No es por fidelidad a la rabiosa actualidad que el machismo y la desigualdad se encuentren fuera de las prioridades de unos medios y una agenda claramente dominada por los hombres.

No hemos dejado de avanzar. Estamos dando marcha atrás. La pregunta es sencilla: ¿Es España un país machista? ¿Los hombres nos repartimos el poder y el dinero y haremos todo lo posible para mantener a las mujeres en una posición de inferioridad y dependencia?  La respuesta es aún clara: rotundamente sí. 

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Llevo mucho tiempo convencida, y cada vez más,de que en el fondo somos una gran mayoría de  mujeres las que no queremos entrar al trapo en el sucio juego demoledor de un "habitat" político que nos repugna. Y de la que solo la quintaesencia del machismo es responsable; en la misma onda también comprendí hace mucho tiempo que el machismo va más allá del género, y que como el fascismo, es mucho más que una ideología. Machismo y fascismo son actitudes vitales que fundidas en la misma esencia, se extienden desde as conductas impositivas, opresoras y violentas disfrazadas de utilidad y pragmatismo o "tradición", consideradas como normalidad, a las ideas políticas, sociales y administrativas. Contra lo que indican su aspereza  y cerrazón en las formas, se trata de una infiltración underground. Una red psicoemotiva que se extiende por el inconsciente colectivo con una sutileza equiparable a su rotunda eficacia estupefaciente de conciencias y motivadora de inercias.

Todo macho impresentable ha tenido una madre además de un padre, una madre que ha consentido una unión de pareja de larga duración con un energúmeno y que durante algún tiempo, y a veces toda la vida, ha considerado al energúmeno como un hombre fuerte y protector(¿!)digno de ser querido, admirado y aceptado como un paradigma de la hombría, del poder seductor de la virilidad. A cuántas madres habré oído decir a sus hijos varones que los niños no lloran, que eso es territorio exclusivo de las niñas. A cuántas madres habré visto preocupadas porque alguna de sus hijas prefiere jugar con los camiones, trenes, cochecitos, aviones, granjas, cliks, exin castillos o barcos piratas, juegos de arquitectura, montar en el triciclo de sus hermanos varones antes que a las cocinitas, a sacar de paseo a las muñecas y ja cambiarles el vestuario, y cuántas madres descorazonadas y preocupadísimas porque a su niño le encantan las muñecas y acuna con cariño y cambia los pañales a los falsos bebés de látex y silicona de su hermanita o le pillan subido en sus tacones de aguja o pintándose los labios con el rouge de mamá. A cuántas madres sumisas y encogidas habré visto, diciendo a sus hijos e hijas "si tu padre se entera de esto, la vamos a tener", "que no se entere tu padre, por Dios, que nos mata, que ya tiene bastante con su trabajo", "que no se entere tu padre que se pone fatal con estas cosas y pierde los nervios". A cuántas amigas habré escuchado afirmar llenas de ordgullo y satdisfacción "mi marido es celosísimo y no pasa una porque está loco por mí. Me adora y dice que antes de verme con otro me mataría". En fin...

No creo que con ese fermento educacional, el alma femenina haya podido conseguir nada remarcable ni mayoritario en el terreno político-gestor. Y hasta me alegro de que con un despropósito de por medio, como el que llamamos política de partidos, las mujeres no se quieran presentar en mayoría como candidatas a las instituciones ni a nada, o bien porque no llegan debido a las taras educacionales que se han ensañado con nosotras especialmente, o bien porque se pasan de nivel y desprecian con mucha razón el degradante y rupestre panorama de  bajezas, puñaladas traperas y zancadillas  de lo más puerco, que ven y palpan entre los más destacados miembros de la trincocracia que nos lleva por la calle de la amargura.

Los modelos supuestamente femeninos que triunfan en el mercado de la trepa política son horrendos y garrula y absolutamente marichirulos. ¿A qué mujer con dos dedos de frente le apetecería convertirse en una Thatcher, en una Merkel reinas y sotas de bastos, en una Rita Barberá corleonesca, en una Clinton bocas e imagen, en una Evita Perón momia, en un Ana Botella políglota natural, en una Rousseff enmarañada, en una Cospedal simulada y diferida, o en una Ana Pastor inapetente y accidentosa, en una Villalobos candicruss, en una Sánchez-Camacho inenarrable, en una Soraya Saénz de StªMª chiquilicuatre, en una Aguirre empotrada en todo lo que trepa o en una Magdalena Álvarez en la inopia, una Alborch trashumante de foto en foto, una Chacón desahucios fashion y ministra de la guerra o en una Susana Díaz catequista del poder por  el poder en sí y para sí...pues solo a las pobres y ramplonas criaturas que no dan para más y que en el fondo están adosadas al rol macheras de toda la vida, participando en el mismo mejunje con idéntica disposición autoritaria y cumplidora de leyes infumables de las que entre todos y todas ellas y ellos, han hecho y siguen haciendo una infame y muy constitucional "legalidad vigente", donde los rasgos de la feminidad como género se resumen en la peluquería, en el maquillaje o en el gobernar del siglo XVIII antes de las revoluciones industrial y social, pero con acta indeleble e indespegable, de diputadas o senadoras, vestidas en Zara o en Cortinglés y enganchadas al wathssap. Un primor de apoderadas.

El modelo femenino evolucionado hasta ahora ha tenido un porvenir político de pena. Pero las cosas están cambiando, afortunadamente, y ya se van afianzando paradigmas agradables y atractivos para entrar en los asuntos de la politeia, no como excepciones sino con normalidad más igualitaria, aún teniendo que bajar el listón para poder entrar en el corralón de los escaños, con dignidad inteligente y sensible desde la esencia femenina más lúcida y bien orientada, más evolucionada, amable y sana, fuerte pero no violenta, conciliadora y dialogante, eficaz y ética. Mujeres espléndidas como fueron las entonces rarezas Federica Montseny o Rosa Luxemburgo, y ahora se llaman  Mónica Oltra, Manuela Carmena, Teresa Rodríguez, Ada Colau, Gloria Marcos, Marga Sanz, Sol Sánchez, Rosa P. Garijo, Isa Lozano, Consol Castillo, Lola Sánchez, Pilar Lima o Yayo Herrero, y tantísimas más que no se han significado en la esfera pública, pero que constituyen el soporte social de esa nueva hornada regeneradora, son pioneras en el nuevo camino colectivo de la esencia femenina que supera el feminismo tradicional, basado en una dinámica de respuesta mecánica y violenta al machismo con herramientas muy parecidas a las de éste, excluyentes, competitivas, agresivas y preocupantemente escoradas hacia el extremismo rudimentario machista y disfrazado de amazona vengadora que ha descodificado el porcojonismo machista en una ovariocracia reivindicadora hormonal. Y ahí se queda en  esa especie de igualdad paritaria que coloca la testosterona y los estrógenos en el lugar de las neuronas, la oxitocina, la inteligencia y el alma, pensando que ha puesto una pica en el mismísimo Flandes ... de maricastaña y alcanfor.

El lado femenino de la conciencia humana no solo no excluye al mundo masculino, es que sabe de sobra que sin esa otra mitad del mundo, el mundo no es posible, como tampoco es posible ni habitable, sin mujeres tan sanas, inteligentes y evolucionadas como para irlo transformando junto a una nueva generación de hombres, tan sanos, inteligentes, maternales, afables, conciliadores, agradables y evolucionados, como ellas. No es que todo se aperfecto, es que en ese plano la imperfección no molesta, estimula la capacidad de crecer y comprender mejor la realidad. Y esa nueva oleada de humanidad despierta ya no necesita luchar por un poder que la haría retroceder en la escala de la evolución, sino que se vuelca en el servicio al bien común e individual. Y así, entre todas y todos, crear, mientras se descubre, el sexto continente que necesitamos y nos falta para arreglar y sanar los otros cinco: Una Nueva Conciencia Universal.



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