Lo de los fondos buitres y las viviendas protegidas
en Madrid, va Ken Loach y hace una película, y saldríamos todos del cine
cabeceando y diciendo “no está mal, la intención es buena, pero es una
historia maniquea, simplista, pelín demagoga: los malvados capitalistas
contra la gente humilde, el especulador sin escrúpulos y los pobrecitos
inquilinos. Demasiada brocha gorda, todo muy didáctico”.
Pues es verdad, Ken Loach, no se te ocurra hacer una película sobre la
venta de viviendas protegidas en Madrid, porque no se la iba a creer
nadie. “Un panfleto anticapitalista”, diría un crítico. Ni los
madrileños nos la íbamos a creer. Míranos, lo preocupados que estamos
por lo sucias que están las calles (que sí, que lo están), mientras
llevamos años oliendo la Mierda con mayúsculas sin alterarnos demasiado.
Pero bueno, por si Ken Loach se queda sin ideas y no le
importa arriesgarse con una historia inverosímil de puro verdadera, le
paso un resumen del guión:
1-En plena crisis, el
Ayuntamiento de Madrid y la Comunidad se lían a vender viviendas
públicas de alquiler protegido, destinadas a rentas bajas, jóvenes y
familias vulnerables.
2-Las viviendas se venden en
lotes, muy por debajo de su valor, y en un proceso con todo tipo de
irregularidades (aunque esto lo sabremos después).
3-Varios “fondos buitres” se quedan con la mayor parte de viviendas, a la cabeza de ellos Fidere,
filial de la compañía inversora Blackstone (que tiene nombre de empresa
mala-malísima en una peli de Ken Loach, ¿verdad?). La misma Blackstone
que también ha comprado hipotecas de familias a Catalunya Caixa, o que
se está haciendo con cada vez más viviendas a precio de saldo, con la única oposición de la PAH.
4-El Ayuntamiento asegura que los inquilinos no notarán ningún cambio, que pueden estar tranquilos.
5-La nueva propietaria, nada más llegar, empieza a joder a los
inquilinos (sí, he puesto “joder”, que en las pelis de Ken Loach se la
pasan diciendo “fuck esto”, “fuck lo otro”). Les pone todo tipo de
trabas, les sube el agua, y por supuesto les aumenta el alquiler en cuanto toca renovar contrato.
6-Empiezan los desahucios. Familia que no puede pagar la nueva renta, a
la calle. Pero (atentos, que aquí es cuando el público dirá “anda ya,
te has pasado tres pueblos, Ken Loach”) el Ayuntamiento de tapadillo se
ocupa de realojar a toda prisa a los desahuciados, para que no le creen problemas al fondo buitre:
el casero envía al Ayuntamiento el listado de próximos desahucios, y el
consistorio se hace cargo de las familias para ahorrarle el coste
social a la empresa.
7-Aparecen los primeros héroes,
esos luchadores anónimos que siempre salen en las pelis de Loach:
vecinos, inquilinos de viviendas ex-protegidas, que se organizan para
denunciar lo que está pasando y llevar su lucha a los tribunales.
8-Los malos son desenmascarados por fin: los vecinos se organizan para
resistir, el nuevo Ayuntamiento (gobernado por una abuelita entrañable y
un puñado de perroflautas, qué me dices a eso, Ken) investiga lo
sucedido y saca a la luz las irregularidades; la Cámara de Cuentas confirma lo que todos sospechaban (y
los espectadores ya habíamos adivinado en el minuto uno): que fondos
buitres y políticos estaban compinchados, que el proceso fue turbio, y
que el negocio ha sido redondo, con c omisiones sospechosas y plusvalías a lo grande. A cambio, dejan una bomba de relojería para años.
9-Ahora viene el momento dramático, ese en que se nos encogerá el
corazón: una mujer, Arancha Mejías, que se convirtió en portavoz
espontánea de los afectados, que acusó a Fidere de ser, no buitre, sino hiena (“se comen la carroña financiera y se ríen de los vecinos”), sufre las consecuencias de su lucha: la empresa propietaria la echa de su casa, sin opción a seguir de alquiler. A la calle, tienes un mes para recoger tus cosas.
Ya ven, todo inverosímil, todo de brocha gorda. Todo real. Me falta
rematar la historia, no sé si darle un final ilusionante, en el que se
hace justicia, los culpables pagan y una ola de solidaridad arropa a
Arancha (esta semana celebra Junta de Accionistas el
fondo, lo digo por si alguien quiere pasarse a saludar); o un final
pesimista en que los de siempre se salen con la suya y seguimos
quejándonos de lo sucio que está Madrid, pero suciedad de la otra.
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